Los contactos discretos que mantienen "engrasada" la vía del acuerdo
Por más que muchos dirigentes sean conscientes de que la gran "pifia" del PSOE de los últimos años debe abandonarse si se quiere recuperar el partido, los mentideros socialistas no engañan.
Mariano Rajoy es consciente de que su segunda victoria en las urnas en seis meses ha despejado el camino de la investidura. No sólo eso: la clara victoria del PP, con el vigor de haber aumentado considerablemente la distancia con la segunda fuerza, el PSOE (nada menos que 52 escaños de diferencia), aunque no signifique que Rajoy tenga hecho revalidar el cargo, ha cortado de raíz cualquier tentación de bloqueo personal como el que sufrió en los primeros meses del año. En realidad, los vetos hoy son una losa para quien los practique. Si no, que le pregunten a Albert Rivera el coste que paga, incluso entre su gente de mayor confianza, por llevar demasiado lejos lo que ha sido percibido una pataleta más que un argumento político razonable. Eso sí, el presidente del Gobierno en funciones sabe bien que toca tratar de ganarse la ayuda, al menos en forma de abstención, de unos -por ahora- reticentes socialistas.
De ahí que el mismo Rajoy haya tratado de enfriar en lo posible la elevada temperatura política que ahoga a Pedro Sánchez. Y aguarda pacientemente hasta después del Comité Federal que el secretario general ha convocado el próximo sábado. Es el tiempo de recolocarse para todos tras la campaña. También hay que digerir los votos obtenidos y, sobre todo, los perdidos. Por ello, con el anunciado apagón informativo de por medio, el líder del PP ha aplazado convocar al secretario general del PSOE. Peculiares carambolas aparte, la colaboración de Sánchez resulta inevitable para Rajoy y, sin embargo, ha querido darle tiempo antes de intentar que cruce un puente que sabe que no es fácil de atravesar para el socialismo y, especialmente, para él. Los socialistas sin embargo se han colocado en una casilla de salida que les deja abierta cualquier posibilidad. Porque su “no a la investidura” y a la abstención queda teñido por el espanto ante una hipotética tercera vuelta en las urnas, lo cual abre las puertas, como recurso último, a una “estratégica abstención” que abra paso al PP de Rajoy a La Moncloa “por responsabilidad”. Eso se empieza a escuchar en los mentideros con notables del PSOE, conscientes de que para que pueda arrancar su labor de oposición debe haber Gobierno.
Ante la necesidad, en efecto, de algún tipo de acuerdo, destacados políticos del PP y el PSOE mantienen contactos privados en busca de garantizar la gobernabilidad del país. Dirigentes en la cúpula popular han contactado estos días con barones socialistas defensores de que prime el interés general por encima de los intereses partidistas. La profundidad del pacto, según me aseguran distintos interlocutores, está en todas esas conversaciones casi secretas y que, por razones evidentes, “debemos negar” que existan. Unos y otros tienen más que asumido que la entente PP-PSOE no es posible para los socialistas. No después de años de hacer de arrinconar al centro derecha su “principal motivo”. Incluso al precio de pactar con fuerzas que les llevaron a desdibujar su identidad. Por más que muchos socialistas sean conscientes ya de que esa doctrina errática debe abandonarse si se quiere recuperar al PSOE. De momento, por tanto, ni hablar de cualquier cosa que suene a Gran Coalición. Además, ni a socialistas ni a populares les conviene regalar el papel de alternativa a Podemos. No se trata de eso, sino de pactar, por responsabilidad con España, el arranque de la XII Legislatura. Un veterano dirigente popular lo explica de forma gráfica: “Estamos dispuestos a asumir que se nos exija más”.
Mientras, ese tono conciliador está teniendo una acogida desigual por parte de C´s, aun cuando --también me consta-- Cristina Cifuentes ha transmitido algún recado a Albert Rivera y Pablo Casado ha hecho lo propio con Juan Carlos Girauta. El batacazo en las urnas, pero, sobre todo, el absurdo veto a Rajoy están dificultando mucho la digestión postelectoral a la formación naranja. Más pesada todavía cuando sus dirigentes no están dispuestos a callarse ni debajo del agua, cayendo, por su incontinencia declarativa, en contradicciones que vuelven locos a quienes les han apoyado. Con todo, aunque el trato de Rivera con Rajoy pueda ser frío y distante, que lo es, el líder de C’s tiene que asumir, incluso por propio interés personal, los riesgos que corre ante un Partido Popular versátil y amplio, capaz de totalizar el espacio que separa a la derecha de la socialdemocracia.