Vuelve Ciudadanos
Por eso se le votó. No por evitar fulanismos varios, por importantes y corruptos que fuesen -que lo son- los fulanos de marras. Hoy los que dudaban ya no lo hacen.
@sanjosenado: “@CiudadanosCs prioriza la negociación con el PP al veto a Mariano Rajoy”
Hoy España es una mezcla de cansancio y hastío, y, asomando ya por el fondo, llega también una creciente irritación, no exenta de impaciencia. Por eso, algunos llegaron a temer que el 26-J -si no antes- Ciudadanos hubiese perdido, junto a los ocho escaños, la imagen fresca del partido cuya única estrategia era la absoluta falta de estrategia. Aquella época fundacional en la que se decía que a Ciudadanos le “bastaba” con contar con un proyecto serio de España, nacido de unos principios claros, alimentado por una ilusión inquebrantable y orientado por un análisis meditado... y para combatir las estrategias electoralistas de los demás, normalmente embusteras y siempre mezquinas, sólo tres armas: sinceridad, claridad y pedagogía.
Estos días, esos nostálgicos de la inocencia pérdida han clamado por recuperarla (en realidad, nunca se trató de inocencia; era un no sé qué de verdad, que hizo renacer en muchos la fe en la política como martillo para forjar cosas extraordinarias).
Probablemente algunos pensaron que ya era hora de dejarse de pellizcos de monja, de pasar la pelota al otro, de vetos (versión en negativo de la misma película de los sillones) y de mensajes ininteligibles, capaces de albergar una cosa y su contrario. Que se debía abandonar el papel de aprendices de brujo de las mañas de la vieja política, que no era eso para lo que el partido había nacido.
Las urnas habían hablado y el vencedor era claro. Tan claro como el deber de Ciudadanos: sentarse a negociar su apoyo. Al menos, una “patriótica abstención” porque en esta hora crucial (nacional y europea) de mudanza, desasosiego e inquietud, la falta de gobierno no era -no es- una opción.
¿El precio? Reformas, no cabezas.
Restablecimiento de los controles en la administración, plan de educación, lucha contra la desigualdad, blindaje de la soberanía nacional y, quizá lo más importante (la tarea inmediata a realizar, porque sin ella las demás o no serán posibles o, aun siéndolo, no bastarán para alejar al monstruo): liberar al poder judicial de su servidumbre política, como único medio de extirpar la corrupción y alejar la amenaza del populismo totalitario, que cabalga a su grupa. Todo esto es lo que nutría el programa de Ciudadanos y por eso se le votó. No por evitar fulanismos varios, por importantes y corruptos que fuesen -que lo son- los fulanos de marras.
Hoy los que dudaban ya no lo hacen. El mensaje vuelve a ser claro. Ciudadanos utilizará los votos recibidos para hacer lo que debe: sentarse a hablar del precio del apoyo.
Pase lo que pase en la mesa (incluso si Ciudadanos se levanta de ella, porque el PP le exige un cheque en blanco), el fantasma de la decepción está conjurado, pues lo único que sus votantes no le hubiesen perdonado nunca es que Ciudadanos no se hubiese llegado a sentar por el capricho insatisfecho de una cabeza cortada.
Era la hora de elegir. O madurar y convertirse en una alternativa sería de gobierno, o seguir jugando y desaparecer como el juguete roto del sueño de una España democrática, desacomplejada y sólida.
Por lo que parece, Ciudadanos ha elegido. Y, afortunadamente para España, ha elegido bien.