El año surrealista de Carmena
Se cumple un año de la alcaldesa de Madrid, más recordado por sus contribuciones involuntarias a inspirar una película de Pedro Almodovar que por sus propuestas.
La imagen era del informativo territorial de TVE. Se veía a Celia Mayer, la vanguardista intelectual que perpetra la cultura madrileña con la misma sutileza que un castrador de cerdos vietnamitas, explicando por qué habían girado un escrito a los 21 Distritos de la capital invitándoles a participar en el Día sin Bañador en la red de piscinas públicas.
Frente a ella, con cara de “Ay mi niña”, una embelesada Rita Maestre aprobaba la genial idea, tal vez pensando que ella ya lo había celebrado mucho antes y con mucha más entrega, con aquel célebre topless eclesiástico ya suficientemente condenado. Algo ha mejorado la cosa: no hace tanto lo que defendían era el derecho a enseñar las mamas en una capilla; ahora ya se conforman con invitar, si ustedes quieren, a orear el níspero en un espacio polideportivo.
Con esta propuesta se cumple un año de Carmena en la alcaldía, más recordado por sus contribuciones involuntarias a inspirar una película de Pedro Almodóvar que por sus propuestas para solventar los problemas por los que cobra unos emolumentos no menores: olvídense de aquello de que Pabli y sus amigos iban a cobrar sólo el triple del SMI, promesa tan boba como bobo es el que vota creyendo que iba en serio o, peor aún, exigiendo que sea en serio.
Cabalgatas, empresarios chinos y una capital entre basura
En doce meses se ha convertido la cabalgata de Reyes en un ensayo del Orgullo Gay; el Orgullo Gay en un botellón comercial ajeno a la pelea de tantos Zerolos y contraproducente a efectos del necesario avance social de la causa; se ha ahogado a un pez llamado Wanda como emblema de un urbanismo alternativo parecido al de un niño jugando al Lego y se ha logrado invertir la tendencia natural del desempleo en Madrid, por primera vez superior al del resto de la región.
Algo han hecho bien: nos hemos reído mucho, y nada indica que se hayan acabado las tardes de gloria. Esto acaba de empezar, y resulta de lo más divertido constatar que el único avance del que realmente pueden presumir es una herencia de su odiada Botella: sí, Madrid ha reducido la deuda, en perfecto cumplimiento del presupuesto de 2015 aprobado por la predecesora de doña Carmen.
Madrid está sucia, hay quien dice incluso haber visto a ratas y cucarachas vomitando desbordadas por el exceso de mierda, y culturalmente la anunciada primavera aperturista no ha pasado de dar la nota con unos titiriteros y de cambiarle el nombre a lo que ya se hacía desde la noche de los tiempos en involuntario homenaje al Gatopardo.
El emblema de los "alcaldes del cambio"
El intento de crear una especie de Policía de barrio, tan Orwell como todo Podemos, disipa las risas y lanza una inquietante pregunta al aire: ya contábamos con la incompetencia de un Gobierno que cumple estrictamente el aforismo de Machado sobre España –“De cada diez cabezas, una piensa y nueve embisten”- y ya descontábamos tanto episodio hilarante a cuento de una visión infantil de la vida tan válida para un instituto como sonrojante en un Ayuntamiento.
Pero viendo a Carmena, por mucha tropa que llevara detrás con honrosas excepciones como Inés Sabanés, cabía al menos la esperanza de que los alucines ideológicos y las tentaciones liberticidas inherentes al paleocomunismo encontraran en la entrañable superabuela un freno, algo así como el de aquel Yoda de una entrega de Star Wars que nos sorprendía a todos cambiando los achaques de la edad por un soltura juvenil con la espada láser cuando llegaba el momento de partir el bacalao con los malos.
Pero no. Aunque al Gobierno le moleste, la propuesta de crear delegados de barrio es un inquietante primer paso para lograr el ansiado paraíso ensayado por algunos de los peores dirigentes del planeta: acabar con el sistema anunciando que en adelante se va a encargar de todo “el pueblo”. Y el pueblo, al final, siempre es uno de ellos. Uno.
El único consuelo para Carmena es que no está sola. En Cádiz, Barcelona, Alcalá de Henares, Zaragoza o Santiago; hay otros gobiernos con distintas mezclas pero similares ingredientes –Podemos y un PSOE a la deriva- capaces de discutirle a Madrid la candidatura a ciudad más desnortada de España.
Y nada indica que ninguno de los aspirantes esté dispuesto a ceder en tan peculiar carrera hacia el ridículo.