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La extraña y sorprendente actitud de Feliciano López que no despeja dudas

A pesar de que la polémica está sobre la mesa, todavía no se han contado todos los capítulos de la relación de la modelo y el tenista. ¿Por qué actuaba así Feliciano?

Feliciano López y Alba Carrillo fueron muy felices

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Feliciano López prefiere no hablar. A su llegada a Madrid ha hecho lo que mejor sabe: echar pelotas fuera. El tenista ha preferido no responder a las preguntas de los reporteros asfálticos que, con suma educación, preguntan sobre la polémica que él aviva desde la sombra. Porque que sea Víctor, su hermano, el que calme la sed informativa con titulares pirómanos no sólo está aprobado, sino secundado por el propio Feliciano. Llueve sobre mojado. Actuó de igual manera con la pobre María José Suárez que, tras esa amarga ruptura, sorteó un trastorno psicológico gracias al apoyo de sus seres más queridos. Ahora los que criticaban sus extraños comportamientos cumplen penitencia y piden perdón. Ni estaba tan loca ni sufría de paranoia trasnochada.

Porque el sufrimiento de Alba es el de todas las mujeres -y hombres- que afrontan una separación inesperada. Sus lágrimas son las de todos aquellos que, en algún momento, han penado una ruptura sentimental. Quienes la critican parecen tener el corazón ortopédico. Ni sienten ni padecen. Se dejan llevar por el poder de la élite, pues parece extraño que un deportista de su categoría esté puesto en entredicho por sus líos de faldas.

Pero Alba calla mucho más de lo que cuenta. Igual que su madre, Lucía, que ha concedido unas declaraciones sin ningún tipo de contraprestación económica. Siguen omitiendo pasajes que, de ser explicados, cambiarían el rumbo mediático de los acontecimientos. Como la noche en la que, tras un desencuentro, Alba abandonó el domicilio familiar. No aceptaba que, tras una intervención quirúrgica de su madre, Feliciano optara por beberse la noche a grandes sorbos. Cuando Alba decidió volver a la que consideraba su casa se topó con un Feliciano contrariado, que le impidió acceder a la vivienda: "aquí ya no entras. Anoche te fuiste. O te vas o llamo a la policía". Una actitud que demuestra, una vez más, la frialdad dañina, la ausencia total de empatía. Por eso hay quien no duda en dar la enhorabuena a Alba. Menudo peso, dicen, se ha quitado de encima.