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Funcionarios del parasitismo

Dos de los personajes más afamados de la historia de nuestro deporte se resisten a abandonar sus puestos de trabajo sin hacer el mayor de los ridículos.

La foto que sella la paz entre Vicente Del Bosque e Iker Casillas.

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Lo siento. Tengo que volver a hablar de fútbol. Sé que estamos en pleno Tour (ya hablaré sobre la legalización del dopaje), que ha sido una semana de locura en la NBA (ya hablaré de la deshumanización del deporte) y que Sasha Djordjevic estaba muy cerca de entrenar al Barsalasa (ya hablaré de Ramón Trecet). Pero es que veo la foto de las supuestas paces entre Del Bosque y Casillas, el tipo más rencoroso y la rata más tóxica de la historia del madridismo, y no puedo hacer otra cosa que escribir sobre ello, aparte de tomarme un Almax para el ardor, claro.

Mira, Vicente, de ti ya hablé la semana pasada y no tenía pensado volver a mentarte. Te dije que habías quedado con tu mensaje póstumo a Casillas como un niñato pataleando cuando ya se le ha acabado la hora de jugar y le toca ponerse el chupete para ir a la cuna, pero ni corto ni perezoso vuelves al redil y te haces la fotito con el jugador al que habías mandado a galeras días antes. ¿Qué Del Bosque nos creemos? O, mejor aún, ¿qué Del Bosque es más falso?

Iker Casillas no supo salir a tiempo del Madrid ni de la selección, igual que nunca supo salir por alto.

Los dos, Iker y Vicente, adolecéis del mismo mal, no sabéis retiraros a tiempo y habéis acabado ensuciando vuestras gloriosas carreras por aferraros como garrapatas a vuestros efímeros trabajos. Sois unos funcionarios, unos funcionarios parásitos más concretamente, aunque no faltará quien considere esto como una redundancia en sí misma. Estáis detrás de la ventanilla y os creéis los amos del mundo, pero sois uno más, nada se derrumbará cuando os vayáis, nadie os echará de menos pasados unos años, y los niños (y la prensa, que para el caso es lo mismo) adorarán a otros y no seréis más que el recuerdo borroso de una generación. Vivís de glorias pasadas, pero es más, vivís de haberos vendido muy bien, porque esa gloria también la vivieron vuestros compañeros, los cuales no son tratados de dioses. Entendisteis a la perfección que para caer bien en este país había que pasar por el aro de los periodistas más afamados y entre los dos habéis superado a todos los delfines de la historia del zoo de Madrid. ¿O acaso Del Bosque, con pasado republicano, se avergonzó de aceptar un marquesado? Qué más da, lo que fuera con tal de caer bien.

Iker Casillas es como una endodoncia mal hecha, no le matamos bien el nervio y no veas el porculo que da ahora cada vez que masticamos una derrota.

Iker, no supiste salir a tiempo del Madrid ni de la selección, igual que nunca supiste salir por alto. Eres como una endodoncia mal hecha, no te matamos bien el nervio y no veas el porculo que das ahora cada vez que masticamos una derrota. En el deporte y en la vida se puede elegir tener una relación simbiótica o parasitaria; tú eres una garrapata, te alimentas de los equipos, les sacas la sangre (no olvidemos que demandaste al propio Real Madrid) y cuando tratamos de arrancarte con las pinzas te aferras con fuerza sabiendo que fuera de ese hábitat no eres nadie.

Llevo toda la semana pensando en personajes admirables que hayan acabado su carrera con honor para cerrar este escrito, y por más que pienso solo me sale Carles Puyol. Verdaderamente humilde, nunca presumió de nada, nunca exigió grandes cosas, nunca se puso en las fotos, demostró valores reales dentro y fuera del campo y cuando, en el ocaso de su carrera, ya no pudo más, se fue sin hacer ruido. Un ejemplo. Lléname España de Puyoles y empezaremos a ser un país digno.

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