Mercenarios del deporte
El arraigo de los deportistas con los que se supone que son sus clubs ha quedado en un segundo plano. El baile veraniego de traspasos cambia por completo las plantillas de los equipos.
Los jugadores no nos pertenecen. No pertenecen a los clubs, ni a los aficionados, ni a los patrocinadores, ni a los directivos. Son trabajadores que tienen la suerte de poder ganarse la vida jugando a un deporte. Sus carreras en la élite duran unos quince años, con suerte; veinte, si son un prodigio de la naturaleza. De estos años en el Olimpo, lo normal es que el máximo nivel lo den en menos del 50% de sus temporadas. La decisión, por tanto, de cómo aprovechar esos años, no es nada fácil.
Los hay que prefieren quedarse siempre en su casa, son su gente, con su público, institucionalizarse que diría ‘Red’ en Cadena Perpetua. Es respetable y admirable, sobre todo por aquellos que rechazan ofertas mejores, entendiendo por mejor, más dinero. Pero no siempre el dinero es lo más importante a la hora de tomar estas decisiones, y hay jugadores que, con un colchón económico estable que no les impide que se les nuble la vista con ceros, tienen en cuenta otras variables.
Los jugadores no nos pertenecen, no son nuestros. Es esta manía nuestra occidental de querer poseerlo todo: nuestro coche, nuestra casa, nuestra pareja, nuestro equipo, nuestro partido político.
Sergio Rodríguez se va a los Sixers. Abandona el Real Madrid, por tanto. Y me alegro. Me alegro por él porque seguro que toma la decisión pensando en que va a ser más feliz allí o que sencillamente va a conseguir cosas que aquí ya le son imposibles. No tenemos derecho a enfadarnos con él, ni a presionarle, ni a quemar su camiseta como he visto hacer a algún tarado con LeBron o Durant, por ejemplo. Los jugadores no nos pertenecen, no son nuestros. Es esta manía nuestra occidental de querer poseerlo todo: nuestro coche, nuestra casa, nuestra pareja, nuestro equipo, nuestro partido político. Necesitamos poseer cosas y, luego, defenderlas a muerte como si nos fuera la vida en ello. No es justo. No nos gustan los jugadores que se endiosan y terminan por adueñarse de los clubes, y por ello es un tanto hipócrita comportarnos con ellos de la misma manera. ¿Que quieres ser mi novia? Te quiero, eres la mejor. ¿Que no quieres ser mi novia? Eres una guarra. Pues no.
La vida, el deporte, la amistad o el amor están compuestas de etapas. Las etapas pasan y cada persona va construyendo su propio destino. Cada uno ha de buscar su camino e ir cerrando estas etapas cuando considere oportuno. No por dejar un trabajo e irse a otro donde te pagan más eres un puto mercenario. Eres una persona que tiene una vida laboral útil efímera y que puede y quiere aprovechar sus oportunidades de una determinada manera. Tampoco eres mejor por quedarte siempre en el mismo sitio y renunciar a tomar riesgos. Te gusta un sitio, eres feliz, vives cómodamente y entiendes que no necesitas más. No es mejor persona ni mejor deportista uno que el otro, como tampoco hay uno más inteligente que el otro, cada uno necesita y busca cosas diferentes. Sin más.
Me parecería injusto poseer al Chacho. Es alguien a quien tiene que disfrutar más gente. Es como si una persona diera con un libro maravilloso y se negara a compartirlo con nadie.
Yo al Chacho le voy a echar de menos de una manera terrible, porque gracias a él todos nos enamoramos un poquito más de este baloncesto moderno que tanto está enganchando (aunque esto no se transfiera en audiencias televisivas). Y me parecería injusto poseer al Chacho. Es alguien a quien tiene que disfrutar más gente. Es como si una persona diera con un libro maravilloso y se negara a compartirlo con nadie.
Sé que esto al final me ha quedado muy moñas. Diré algo para compensarlo: polla.