Aquellos maravillosos años
Antes, Robin Hood robaba a los ricos, para dárselo a los pobres. Pero hoy, si doña Ada de Locksley está a sueldo de los ricos, ¿qué papel desempeñan entonces los pobres?
@elmundoes: “Trias financió un sueldo al líder de la PAH a través de la ONG de Colau”.
En su edición del lunes, El Mundo ha publicado que mientras estaba al frente del Ayuntamiento de Barcelona, Xavier Trias pagó con dinero de sus conciudadanos el sueldo de Ada Colau como activista durante casi un año.
Naturalmente, un exquisito como este patricio catalán no fue tan burdo en su acción, sino que se preocupó por aderezarla con esa pretendida sofisticación, tan marca de la casa. O sea, que el pago no fue directo, sino que se travistió a través de una subvención concedida al Observatori de Drets Econòmics, Socials i Culturals, aunque, eso sí, con el destino prefijado de tener que ser empleada en financiar las labores de coordinación de un proyecto contra los desahucios.
Se desconoce si el pliego de condiciones del concurso para cubrir este puesto llevaba incorporado la foto de doña Ada Colau o el molde de su dentadura (por aquello de utilizarlo a modo de espada del Rey Arturo: si merecía ser rey quien sacase una espada de la roca, ¿por qué no iba a merecer ser coordinador de lo descoordinado quien lograse meter todos sus piños en el molde?). Es más, se desconoce incluso si hubo tal concurso, pero en todo caso, ¿quién mejor para el puesto que la que en ese momento era portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca?
Podríamos decir aquello de “Xavier Trias y su sabio pragmatismo político”. El problema es que la gracia del pragmatismo (al menos, aquélla que explica la admiración que despierta en algunos) está en salvar a los que lo practican, no en adelantar su defenestración, como siempre ha sido el caso del bueno del Sr. Trias (vivo ejemplo de lo inversamente proporcional que puede llegar a ser el alto concepto que uno tiene de sí mismo, respecto a la dura realidad de dicha mismidad).
En todo caso, si a alguna reflexión lleva este episodio es a lo perecedero de las certezas y las claridades infantiles. Aquellos maravillosos años de clasificación binaria del mundo: o blanco o negro, nunca gris. El Hombre del Saco era malo, y bueno era Papa Noel (ha de reconocerse que los Reyes Magos -una pandilla de presuntuosos condescendientes, muy medidos con los regalos- suponían una cierta excepción, pero en cualquier caso siempre más cercana a lo anodino que a lo intermedio).
Ahora, todo eso se ha perdido. Desgraciadamente. Antes, Robin Hood robaba a los ricos, para dárselo a los pobres. Pero hoy, si doña Ada de Locksley está a sueldo de los ricos, ¿qué papel desempeñan entonces los pobres?
Según resulta de la información de El Mundo, parece que el de siempre: servir de claque en los fastos de la boda de su adalid, cuando llegan los suyos de las Cruzadas y le entregan las llaves del castillo. Y es que mucho me temo que serán tantos los hipotecados librados de los desahucios en el condado barcelonés de doña Ada, como emancipados hubo en el condado de Nottingham gracias a la labor de Sir Robin. Y, en ambos casos, casi por la misma razón: su existencia (o sea, porque la de éste sólo fue ficticia, y la de aquélla, abrumadoramente real).