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Carta abierta a Belén Esteban al cumplirse ocho meses desde su enfrentamiento

Se cumplen ocho meses desde que empezó la batalla entre Toño Sanchís y Belén Esteban. Y la colaboradora sigue enumerando batallas con periodistas.

Belén Esteban durante su estancia en Gran Hermano

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Han pasado ocho meses desde que decidiste desterrarme al bando de los enemigos. Me arrojaste aquí, sin salvavidas, esperando que, hastiado y asustado por la oscuridad, me doblegara ante ti. Pero no lo he hecho como tú pretendías. A veces aplaudo gestos tuyos -aunque esos no los cuentan- y, otras, te pongo en tela de juicio.

Pasaste de escribirme por privado que entendías mi trabajo a aborrecerme. Ahora ya no me nombras aunque, cada dos por tres, te diriges a mí con la mirada ensangrentada. No sé que te pasa ni por qué almacenas tanto odio hacia mí. Deslizas comentarios con los que, al parecer, respondes a opiniones que no he vertido. A informaciones que nunca he dado. Te empecinas en mostrarte bélica frente a mí, en sostener que tenemos una guerra mediática que, créeme, en cualquier caso es tristemente unidireccional. Porque recibo tus disparos mientras en mi trinchera cuezo exclusivas que nada tienen que ver contigo. Porque te dedico el mismo tiempo que a otros personajes de este huerto catódico en el que nos encontramos. Porque sí, Belén, he transmitido la versión de Toño y he desmontado algunas de tus irrealidades más sonadas, pero no deja de formar parte de mi trabajo. Nada más.

Me da la sensación de que esa vulnerabilidad que bien conozco permite que no entiendas que tan solo desarrollo mi función profesional cuando me refiero a ti. Eres frágil. Incluso noble en las distancias cortas. No caigas en el craso error de apuntarme con el dedo para que me corten la cabeza. Deshazte del personaje para mostrar esa Belén que yo también conocí y que, durante mucho tiempo, me conquistó cuando te descubrí en la atalaya televisiva en la que te encuentras y que, sin duda, está dispuesta a unos cuantos metros por encima de mi cabeza.

Hablar sobre ti con libertad. Enumerar contradicciones, preguntarme dudas y resolver algunas incógnitas me ha generado grandes y sorprendentes enemistades. Compañeros que han decidido crucificarme y que han pasado de viajar conmigo a convertirse en férreos críticos que, eso sí, cuando me ven me sonríen y me avasallan.

Pero asumo que este incendiario mundo en el que tú y yo nos encontramos -yo solo profesionalmente- es así de inexplicable. Por eso te escribo, de nuevo, para explicarte que no hay vendetta personal. Que Toño no es mi amigo. Ni tú mi enemiga. Que no he dicho que estás acabada y que, en efecto, como tú no hay dos. Televisivamente tienes un imán con el que, incluso yo, disfruto. Fíjate si te odio. De hecho, recordarás que al principio de vuestro enfrentamiento te mostré mi apoyo. Yo no acuso, porque si Toño te ha robado (como dices), en su castigo judicial llevará su penitencia. Pero debes entender que, como en todos los conflictos de la vida, siempre hay dos versiones. Y mis maestros me inculcaron que, en esto del periodismo, es necesario dar voz a los protagonistas.

Quítame la etiqueta de enemigo y déjame hacer mi trabajo.

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