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Tuve un sueño

Solo queda agradecer a una generación maravillosa que nos han hecho disfrutar durante más de una década.

Si no fuera por Estados Unidos España sería la mejor selección de la historia.

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Empecé a escribir esto después de la derrota contra Brasil. Contacté con la gente que me lo edita para que estuvieran atentos porque igual teníamos que publicar antes de tiempo una columna homenaje a la mejor generación de la historia de nuestro baloncesto y, por qué no decirlo, también de la historia del baloncesto en general. Creía que esta vez no. Que esta vez no iban a llegar a ponerse serios a tiempo o que iban a tener algún fallo de cálculo. O sencillamente que quizá este año era verdad que no estaban bien, que pesaban los veranos, la presión y las medallas en sus piernas. Pero otra vez me la han colado estos hijos de puta.

Ese patrón repetido hasta la saciedad. Preparación de broma con el circo/ruta Ñ, utilizar la fase de grupos como la verdadera preparación para el torneo, y llegar a tope a los cruces para cargarse al que sea. Y campeonar una y otra vez. Nunca se vio nada igual

Crecí viviendo como nos aplastaba todo el mundo en todas las competiciones. Empecé a mamar baloncesto en ese tránsito entre la ya lejana plata del 84 y una nueva generación a la que todavía le quedaba mucho para triunfar. Aunque con el mundial junior de 1999 y la plata de los senior en el Eurobasket de ese mismo año empezamos a ver la luz, aun nos quedaba recibir unos cuantos palos. En Atenas 2004 nos creíamos ya los mejores aún sin serlo todavía. Ahí bajamos los pies a la tierra y aprendimos a ganar siendo mejores y también a ganar siendo más astutos. Aprendimos a ser serbios y a ser griegos. Y al final fuimos mejores que todos ellos.

Decía Parker que si no fuera por España él tendría diez medallas. Pues bien, Tony, si no fuera por EEUU nosotros seríamos la mejor selección

La realidad al final es la que es, en los Juegos Olímpicos de Atenas, Pekín, Londres y Río el único equipo que se ha interpuesto entre nosotros y el oro ha sido Estados Unidos. Cuatro olimpiadas consecutivas, doce años en los que solo nos han parado ellos. Decía Tony Parker que si no fuera por España él tendría diez medallas. Pues bien, Tony, si no fuera por Estados Unidos nosotros seríamos la mejor selección de la historia.

Las selecciones grandes se van, sus legados se quedan. La Estados Unidos que siempre está. La URSS. La Yugoslavia y sus múltiples denominaciones y escisiones. La eterna y luchadora Argentina que parece que también se despide. Y nosotros. Porque esto no ha sido como el fútbol, dignísimos campeones de todo entre 2008 y 2012. Estamos hablando de una selección que desde 2003 ha jugado ocho finales internacionales, ¡ocho finales! De las cuales ha ganado cuatro (tres Eurobasket y un Mundial) y de las cuatro restantes dos de ellas las perdimos contra Estados Unidos.

Ahora este sueño hecho realidad se acaba. Parece que se acaba, porque ya nunca se sabe

Ahora este sueño hecho realidad se acaba. Parece que se acaba, porque ya nunca se sabe. Al menos sí que se acaba para algunos de los nuestros que, salvo que sean extraterrestres, no estarán en Tokio 2020. Nos quedará el recuerdo de haber convivido metafóricamente con ellos todos estos veranos. La lesión de Pau en 2006, la conjura y el posterior oro. El ba-lon-ces-to. Las finales contra Estados Unidos en las que nos ganamos su respeto eterno; probablemente los mejores partidos de la historia del basket FIBA. El recuerdo de Carlos Jiménez. El recuerdo de Felipe Reyes, que en una selección plagada de jugadores NBA no ha dejado de rendir jamás. El recuerdo también, por qué no, de Andrés Montes, nuestra voz hasta 2009, su legado hasta la eternidad. El recuerdo de Juan Carlos Navarro, que todos sabemos que no ha llegado a este final en su mejor momento, pero es Navarro, el puto Juan Carlos Navarro, si puede andar hay que llevarlo siempre. Siempre.

Y el recuerdo de Pau Gasol. El mejor jugador de nuestra historia. Era el baloncesto. Era la técnica. Era la táctica. Era mi hermano. Era mi compañero. Era usted. Era yo. Era todos nosotros.

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