Cerrar

Si Iglesias es casi nazi y Errejón casi fascista, ¿qué es Theresa May?

Populista es el nuevo insulto político. Populista sería Pablo Iglesias y populista Putin. Es un nuevo insulto, como ‘fascista’, y a menudo unido o superpuesto a él. ¿Será verdad?

On est toujours le fasciste de quelqu’un d’autre… Depende lo que piense un político y lo que diga, le llamarán nazi o por lo menos reaccionario, ¿o quizá lo sea de verdad?

Creado:

Actualizado:

Se reía Jesús Laínz hace unas semanas de algunas contradicciones de la historia y de la política. En realidad viene haciéndolo hace décadas, y siempre ha acertado aunque nos haga reír con un punto de amargura. Los revolucionarios burgueses de mayo del 68 no eran más que una manera entonces actualizada de vender ideas ya añosas. Y además perdieron en las urnas, aunque ganaron a largo plazo en la cultura. Puede que estemos viendo algo parecido.

Perdieron en las urnas los revolucionarios izquierdistas, y nunca lo aceptaron porque creían en realidad que sus ideas estaban por encima de cualquier mayoría que no les diese la razón. ¿Mayo del 68 o Podemos de hoy? Y luego sus ideas, aceptadas por sus acomplejados rivales, limitados a sus economicismos individualistas o no y miopes siempre, dieron lugar a la “hegemonía ideológica izquierdista que ha llegado hasta nuestros días”.

Laínz ve en Podemos “un envoltorio posmoderno de la misma caspa sesentayochista y el mismo totalitarismo soviético”, que se ha ido haciendo menos y menos ‘populista’ y más y más simplemente marxista, tanto por su alianza con IU como por sus variadas y a menudo fétidas amistades.

Populista lo quiso parecer en su origen, porque el comunismo no vende y la lucha contra lo que muchos perciben como injusto sí es fuente de votos. “Un pueblo no se construye en torno a un programa electoral ni en torno a un programa de gobierno. Un pueblo es básicamente una comunidad que tiene solidaridades compartidas y que se emociona, ríe y llora junta. Y eso se hace fundamentalmente con el arte y con la estética. Mucho más importante que con los programas. Y eso tiene que ver con la generación de mitos, de fechas compartidas, de canciones nuevas, no que se refieran a derrotas viejas, de canciones nuevas que nos emocionen juntos y que funden la voluntad popular hoy y aquí, de símbolos, de banderas, de poemas, de narraciones que nos cuenten nuestra historia y que sean capaces de emocionarnos en común y referenciarnos en común”. Esa declaración, populista y de una tercera vía, que una mayoría de gente sana podría suscribir si fuese sincera y bien explicada, no es de ningún nacionalista populista de Austria, ni de Francia, ni de Mussolini, ni de Goebbels. Esto lo dijo Íñigo Errejón en un curso de la Universidad Complutense en El Escorial.

Podemos ha tenido hasta ahora éxito por parecer, sin serlo, la novedad. No había novedad real porque Podemos plantea en realidad una lucha de clases materialista, por mucho que hable (y lo hace menos que antes) de comunidad, de identidad o de superación de las derechas y de las izquierdas. Y es que el juego de Iglesias & Co es muy difícil, vender un producto soviético caducado rebozándolo de lo que en el resto de Europa se llama, por ejemplo, Le Pen.

Al mismo tiempo, en Gran Bretaña se ha puesto al frente del Partido Conservador de Theresa May, primera ministra tan Tory y unionista como se quiera, pero no precisamente… liberal. Con un punto comunitario que uno esperaría más del corporativismo fascista que del partido que fue de Thatcher: uno de sus objetivos es "dar representación a los consumidores y los trabajadores en los consejos de dirección de las empresas". Eso tiene un nombre, y no es políticamente correcto, ni demasiado capitalista tampoco.

"Bajo mi liderazgo, el Partido Conservador estará completa, absoluta y definitivamente al servicio de la gente trabajadora", palabras de May en The Times. ¿Usa el populismo comunitario engañosamente como Iglesias o como a su modo Sarkozy, para vender otro producto, o lo cree de verdad? El tiempo dirá, pero todo ello lleva a una sola conclusión: en Europa hay una demanda de una respuesta popular y nacional, identitaria y comunitaria, y la gente la vota cuando cree verla. Unos la ofrecen de buena fe y otros de mala.

Seguramente no hay hoy espacio para grupos nostálgicos, conservadores, confesionales, pacatos, moralistas, timoratos, reaccionarios, llorones. Pero sí hay un especio revolucionario para un movimiento de movilización popular. Hubo un líder juvenil de la extrema izquierda, en Italia, en 1915 y en 1919, que lo vio exactamente así. Sólo que Iglesias juega de farol, porque él no cree las cosas que sus gentes dicen. Él sigue a Gramsci para imponer su versión del soviet, aunque para eso tenga que coincidir con el mismo Satanás.

Gemeinschaft vs Gesellschaft, un viejo y aún no resuelto debate que quizá sea el verdadero debate ahora, y no el de porcentajes o papeletas. En décadas de poder económico y político la derecha liberal ha dejado el control de las ideas, la cultura y los principios en manos de la izquierda igualmente materialista. Y sin embargo los técnicos perciben la demanda social de una respuesta comunitaria. ¿Venga de donde venga? No lo sé, pero tienen gracia todos ellos cuando dicen ser lo que no son, no ser lo que son y al mismo tiempo usar un discurso que sólo firmarían los peores enemigos de todo esto.

“Hay en [nuestro país] bastante gente, gente joven que empieza ya a conocerse y a darse cuenta de cuántos son, que no se conforma con ser fidelísimos a [lo que hay]; gente que prueba, que explora, que mira a otros sitios, que a veces roza la herejía y que prefiere equivocarse a someterse a los esquemas actuales. Gente que habla su propio lenguaje, que tiene ideas propias y reconocibles, que piensa en el presente sólo en función del futuro. Gente que tiene piernas fuertes y muchas ganas de moverse”. Podrían ser, según y cómo, Errejón, Iglesias o quizás May. Pero lo dijo Berto Ricci.