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El "caso Soria" reabre la guerra el "núcleo duro" de Rajoy: Soraya vs Pastor

Los equilibrios saltaron por los aires hechos añicos. Lo del ex ministro para el Banco Mundial ha dejado a la grey popular desguarnecida, dando cancha a grandes descargas de fuego amigo.

Los cimientos del PP se resienten "gracias" a los daños colaterales del fallido nombramiento de Soria para el BM.

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Cada uno se enreda con sus propios pasos como le viene en gana, pero el Gobierno de Mariano Rajoy fue incapaz de calibrar la gravedad de enredarse con un relato cogido con alfileres que le iba a dejar ante sus adversarios como un mentiroso. Porque ahora se ve obligado a recomponer la historia desde el comienzo, toda vez que el puesto reservado a José Manuel Soria era un simple dedazo, como exclusiva facultad del jefe, y no un concurso técnico, como Luis de Guindos, y el propio Rajoy, buscaron hacer tragar la píldora de la libre designación a la opinión pública.

Al Gabinete no puede achacársele ningún delito, y precisamente por eso, resulta grotesco el harakiri con el que se salió a la palestra. Los sucesos tomaron vida propia y desbordaron al Ejecutivo desde que “alguien” en La Moncloa sugiriese difundir la elección de Soria como alto cargo en el Banco Mundial justo cuando Mariano Rajoy salía de las Cortes retratado con su investidura fallida. Así llegó un nuevo escenario, marcado por una certeza endemoniada: la tendencia a desdeñar la anchura y la percusión de los acontecimientos.

Y ahí entró de lleno la Oposición, liderada por el PSOE, arremangada y en traje de faena, arrojando leña a las calderas de dos trenes, en cuyas máquinas viajan Ana Pastor y el Grupo Popular, que circulan por vía única, pero forzosamente en direcciones opuestas. Marchando a gran velocidad y sin frenos, porque la presión hizo mella en la presidenta del Congreso, contra las cuerdas ante la demanda de un pleno monográfico sobre el caso José Manuel Soria respaldada por todos los grupos parlamentarios salvo el PP, y pasó la pelota al tejado de La Moncloa con la publicitada decisión, a última hora de la tarde del jueves, de convocar la sesión plenaria dependiendo de dos factores: la “disponibilidad del ministro” y, claro está, “la voluntad del Gobierno”. Ahí quedaba eso, a ver qué volvía.

El anuncio corrió a cargo de Alicia Sánchez Camacho, secretaria primera de la Mesa de la Cámara, en una comparecencia improvisada y anunciada para las 20:00 horas con apenas diez minutos de antelación. Esto es, con la tercera autoridad del Estado agazapada tras los sacos terreros del antiguo Palacio de la Carrera de San Jerónimo, mientras llevaba el desconcierto al Ministerio de la Presidencia pillado a contrapié. Saltaron chispas, hasta el punto de que el entorno de Soraya Sáenz de Santamaría, en su ataque de contrariedad, levantó el teléfono para transmitir a Ana Pastor su malestar, reclamando coordinación. Por el fondo de la cuestión, esperaban que la presidenta hubiese mantenido la pactada voluntad de iniciar los plenos el 27 de septiembre, tras las gallegas y vascas. Y, por las formas, qué menos que haberles comunicado sus intenciones de antemano. Pues, no. Ni de lejos.

La pedrada llegó rodando por boca de terceros a la vicepresidenta, a esas horas en la gala de presentación de la programación del Grupo COPE. Allí Sáenz de Santamaría fue informada en caliente de la escaramuza que acababa de producirse en el Congreso. Alto y claro. Apenas unas horas después, en su comparecencia posterior al Consejo de Ministros, la “número dos” evitó poner la otra mejilla e incidió en sus argumentos: Un Gobierno en funciones no debe someterse al control político del Parlamento, dado que no cuenta con la confianza del mismo.

Se mostró segura de sí misma y de los mensajes que lanzaba, probablemente porque eludió las cuestiones más espinosas del escándalo, emplazando a las explicaciones en la Comisión de Economía de De Guindos, ensombrecido por el velo de la duda. También hay quien creyó escuchar algo así como “¡Si el ministro, ese outsider , quiere liderazgo, que se lo gane!”

Los “sorayos” por un lado, el G-5 por otro, los demás por un tercero o en medio. El ruido de muebles entre bandos atisba por doquier signos de descomposición.