Podemos vuelve a las calles
Iglesias y Errejón protagonizan un insólito duelo que es en realidad un ejercicio de cinismo, demagogia, falta de principios y aprovechamiento de las miserias circundantes.
A Pablo la 'V' le parece de nenazas, de neoliberales reprimidos que en cualquier momento saldrán del armario para irse al mercado. Errejón se corta el pelo, y esa leve pista ya le hace sospechoso a ojos de su mentor, que pasea la coleta como Sansón la melena o Nacho Vidal la minga.
A Íñigo, por contra, el puño le parece brusco, futbolero y más antiguo que vintage, aunque a ambos les excite bastante una camiseta del Che que siempre tejen manos pequeñas para multinacionales grandes.
Casi todos los grandes diarios de España han dedicado notables esfuerzos a descifrar la discusión simbólica entre ambos, ya acostumbrados a que sus tuits se analicen como si encerraran la respuesta al dilema del barco de Teseo, aquel formulado por Hobbes que interroga sobre cuál sería la nave auténtica del héroe si, al ser reparada, se montara otra más con las piezas viejas.
No es difícil imaginar los sesudos debates en las redacciones para colocar a cuatro columnas o a cinco, en la parte superior o inferior de la portada, el debate entre las dos lumbreras. Pero tampoco intuir a cada una de ellos repantigado en su sofá, tan burgués y tan dominical, condensando la parida en 140 caracteres y la sensación pletórica de que mean colonia.
Acostarse siendo un usuario del speaker corner de la facultad y levantarte sabiendo que hasta una ventosidad tuya va a ser trending topic y marcar el debate en La Sexta Noche o en El Cascabel es una prueba de resistencia para el ego que ni uno ni otro han superado.
España sufre un inquietante fenómeno
Y un indicio del inquietante fenómeno que se vive en España, con un desajuste pasmoso entre la envergadura de los desafíos en un cambio de era en Europa, la calidad de los lutieres de la cosa pública y tal vez la preparación de los notarios informativos de todo ello.
El caso es que, pese a tan deprimente e infantil contexto, quien tiene razón de los dos Iglesias, aunque para tenerla necesite desplegar su enésimo ejercicio de cinismo, demagogia, falta de principios y aprovechamiento de las miserias circundantes.
Y la tiene porque su discurso callejero e izquierdoso, plagado de eslóganes que avergonzarían al ganador de un certamen de relatos cursis si lo hubiere, es el mejor para consolidarse como oposición y presentar al PSOE como triste muleta del PP en compañía de Ciudadanos; dejando a un Podemos montaraz como dueño de la calle y señor del Parlamento.
Que dos años después de la creación del partido, con un currículo de vaivenes y disfraces ideológicos hilarantes, de descomunales meteduras de pata allá donde gobiernan y de endémicas disputas internas solemnizadas pese a su parecido con La vida de Brian; Iglesias anuncie la vuelta a las barricadas y a los círculos sin recibir por respuesta un abucheo o unas carcajadas lo dice todo de España.
Ahora que el Comandante vuelve a apatrullar las calles como un Torrente justiciero de la gente, puño en alto e imitando a una pantera negra, conviene recordar los 120.000 pavos de su última declaración de la renta y los 24 meses de indiferencia a ese pueblo que, reunido en asambleas de ingenuos, ha pintado lo mismo para el oráculo que unas tiras de churrasco en una boda de veganos.
Va siendo hora de que alguien diga ya “niños, a la cama”. Pero no tiene pinta.