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La “bicha” del duopolio televisivo aireada con la intención de guiar al ministro

El nuevo titular de Energía, Turismo y Agenda Digital, Álvaro Nadal, va a tener mucho que decir sobre el reparto de licencias televisivas y la gestión del espacio radioeléctrico.

El nuevo ministro, Álvaro Nadal, el día de su toma de posesión.

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Era inevitable. Con la designación del nuevo Gobierno de Mariano Rajoy han salido o saldrán a relucir cuestiones relacionadas con la gestión de la anterior legislatura. Apenas han pasado setenta y dos horas del nombramiento del gabinete y ya algunos sectores hayan hecho aflorar la casi perenne cuestión del duopolio televisivo.

Al fin y al cabo, el nuevo ministro de Energía, Turismo y Agenda Digital, Álvaro Nadal, va a tener mucho que decir sobre el reparto de licencias televisivas y la gestión del espacio radioeléctrico, un área que en la legislatura anterior dependió de Industria, de la mano del poliédrico ministro José Manuel Soria, y ahora lo hará del nuevo Ministerio. Y algunos desearían marcarle el paso desde el primer momento.

Mucho se ha escrito sobre el duopolio desde que en 2012 el Gobierno de Rajoy autorizase la fusión de Antena 3 y La Sexta. La decisión tuvo, lógicamente, un calado político enorme y generó (y sigue generando) una enorme controversia. Claro. Son mucho los intereses que se mezclan y a veces, para hacer un buen titular, aunque no encaje con la verdadera información, conviene olvidarse de algunas cuestiones.

La existencia del duopolio tiene como pistoletazo de salida una compleja operación político-mediática para crear un grupo de comunicación favorable a Pérez Rubalcaba gracias a la fusión de Telecinco y Cuatro

Por ejemplo, que la misma existencia del duopolio tiene como pistoletazo de salida una compleja operación político-mediática destinada a crear un grupo de comunicación favorable al socialista Alfredo Pérez Rubalcaba gracias a la fusión de Telecinco (Gestevisión-Mediaset) y Cuatro (Sogecable-Prisa). Ese portaaviones mediático obligó a dos actores a tomar cartas en el asunto. Por un lado, a Antena 3, condenada a quedar como segundona en el panorama televisivo, y por otro, al recién llegado Gobierno del PP, al que se le encendieron todas las luces rojas ante la más que probable posibilidad de que en España, ante un gigante así, se estuviera poniendo punto final a la pluralidad informativa.

¿Hemos olvidado además que el proceso de fusión entre Antena 3 y La Sexta fue mucho más duro que el de Cuatro y Telecinco? ¿O que si se llegó a ese proceso de fusiones, tras la fragmentación del sector por el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, fue porque las nuevas televisiones no conseguían ser competitivas, dadas las características del mercado en España?

Lo normal en Europa

El duopolio, sepan aquellos que parecen apuntarse siempre a las teorías más catastrofistas (eso sí, casi siempre de forma interesada), es algo normal en el panorama televisivo europeo. Al final, supone la máxima rivalidad en el terreno publicitario y catódico. Y más si, como sucede en España, en lugar de ser un acuerdo entre dos que hacen piña para concertar precios y estrategias, se compite de forma transparente a brazo partido. Basta en este sentido comprobar que los precios unitarios de la publicidad televisiva en nuestro país son, con diferencia, los más bajos de la Unión Europea: de un 20 a un 80% menor que los de otros países.

Tampoco puede decirse hasta ahora que este Gobierno (y nada me hace pensar que en manos de Nadal las cosas vayan a ser distintas) haya beneficiado a los dos operadores. El duopolio tiene unos límites muy estrictos y enormemente controlados, por no hablar de las obligaciones de inversión, que le han hecho incluso pagar la transición desde la Televisión Digital Terrestre (TDT) mientras perdía canales por el camino.

Tampoco, por cierto, la existencia de dos grandes operadores impide que haya otros. Así, el mercado español de la televisión tiene una de las mayores ofertas de Europa: Mediaset, Atresmedia, 13TV, Veo, Net, Ten TV, Real Madrid TV y Dkiss, sin contar las públicas agrupadas en torno a RTVE y las autonómicas de la FORTA. Es decir, a nadie se le ha privado de la posibilidad de explotar sus licencias, e incluso algunas de éstas han recaído en empresas de menor tamaño, como las concedidas a Secuoya o Blas Herrero. Otra cosa es que haya quienes prefieran alquilarlas a terceros en lugar de explotarlas.

En definitiva: aunque haya quien se queje, en España todos los grandes grupos editoriales han tenido la oportunidad de gestionar una cadena de televisión.

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