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Rivera quiere marcar de cerca a Rajoy para que las reformas sean una realidad

En las actuales circunstancias, el de Ciudadanos se ha visto obligado a asimilar que tiene Rajoy para rato. Entre ambos puede existir un acuerdo de 150 medidas, sí, pero no hay confianza.

Albert Rivera y sus planes para la presente legislatura.

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Si a lo largo de su corta trayectoria nacional C’s ha tenido un punto débil, es que su acción política siempre parece una escenificación. Quizá a ese deseo perenne de estar en mitad del espectáculo, cosa delicada para un partido moderado y centrista, se deban sus prisas para que los contactos con el Gobierno de Mariano Rajoy se traduzcan en hechos. En breve, por ejemplo, saldrá aprobada la propuesta de Albert Rivera para mejorar las condiciones de los autónomos. Pero los platos fuertes de su negociación serán el techo de gasto y, claro está, los Presupuestos Generales del Estado, que ahora el PP desea poner en modo stand by a la espera de otros apoyos imprescindibles.

Ciertamente, las cuentas del Reino para el próximo ejercicio resultarán la medida de lo que pueden dar de sí los 32 escaños de Ciudadanos en estas Cortes. Inversión en educación y en regeneración van a ser las prioridades en la mesa negociadora. También la recuperación del dinero perdonado a los que se acogieron a la última amnistía fiscal, algo que no termina de contemplar el propio Cristóbal Montoro. El líder naranja pretende negociar partida a partida con el PP, sin dejar de actuar en paralelo con el resto de las fuerzas en otras cuestiones para, llegado el caso, legislar contra los populares. “Albert está en eso”, advierte uno de sus cercanos.

C´s está decidido a hacer pasar al Gobierno por exámenes periódicos para analizar el grado de cumplimiento del acuerdo de investidura

En las actuales circunstancias, Rivera se ha visto obligado a asimilar que tiene Rajoy para rato (ese mismo Rajoy al que llegó a definir en conversaciones privadas como “un corcho”). Entre ambos puede existir un acuerdo de 150 medidas, sí, pero en ningún caso hay confianza. Por eso, C´s está decidido a hacer pasar al Gobierno por exámenes periódicos para analizar el grado de cumplimiento del acuerdo de investidura.

De hecho, en la Comunidad de Madrid, donde los populares gobiernan gracias a otro pacto con la formación naranja, esas revisiones son semestrales y a las mismas ha acudido la propia Cristina Cifuentes. El formato a nivel nacional aún está por decidir, pero Rivera se ha planteado pedir que sea el propio Rajoy el que rinda cuentas en reuniones cara a cara entre los dos. De salirse con la suya, algo complicado de cualquier modo, sería una manera para el líder de la formación emergente de vender que el presidente manda, claro, pero en base a sus exigencias.

Una estrategia nada casual, toda vez que la decisión de no entrar en el Gobierno, más allá de la reconocida falta de bagaje en sus propias filas para asumir responsabilidades ministeriales, les deja las manos libres para criticar y censurar aquellas acciones gubernamentales que no gocen de su beneplácito. “Este Gobierno nace con altas posibilidades de chamuscarse a corto-medio plazo, más vale mantenerse a distancia”, ha venido a trasladar Rivera a su entorno.

Menos poder de influencia

El presidente de C’s fue consciente de hasta dónde había llegado el río cuando tuvo que imponer sus tesis a todos aquellos que en su propia Ejecutiva debatieron durante semanas pros y contras y terminaron por considerar un error la renuncia a gobernar con Rajoy. ¿Conducirá a algún sitio concreto el camino iniciado por el partido naranja? Desde luego ha limitado su capacidad de influencia, primero en la elección de ministros y luego en el liderazgo de las reformas. Es un secreto a voces que los de Rivera tienen puesta la cruz a nombres como Montoro mientras sienten debilidad por Fátima Báñez.

De igual manera, ante un tira y afloja con el Grupo Parlamentario Popular, prefieren tratar con José Antonio Bermúdez de Castro que con Rafael Hernando. En definitiva, Rivera y los suyos confían en que los españoles valoren su esfuerzo por desbloquear la situación y por ofrecer una oposición, aseguran, constructiva y responsable. Y ahí está el problema. En cómo van a afrontar realmente esa labor. Porque la cuadratura del círculo no es sencilla. Más en unas Cortes que reclaman generosidad, diálogo y posibilismo. Pero donde algunos se emperran en convertirlas en imposibles.

Ciudadanos, apuntan fuentes internas de la formación, tiene por delante la tarea de ser un puente eficaz para que con pasos claros se pueda afrontar una agenda de reformas que no ponga en peligro el crecimiento económico: una nueva Ley de Educación, una nueva Ley Electoral, una nueva Ley de Financiación Autonómica…. son sólo un puñado de cuestiones de calado que podrían poner de acuerdo a todos aquellos defensores de la Transición como trampolín para el futuro de España, frente a los que colocan su evocación en la Segunda República para tratar de reescribirlo todo.

Es verdad: Rivera acumula bandazos en su recorrido. Y debería ser más prudente ahora que ha tenido la fortuna de entrar en un nuevo tiempo con el relato de que la mejor política para terminar con el frentismo excluyente es el joven reformismo.

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