El espíritu de Rita

Rita Barberá, fue la alcaldesa más veces electa en la historia de España. El repentino fallecimiento de la exalcaldesa de Valencia, ha provocado cientos de mensajes de reconocimiento, de defensa a la que fue la mejor alcaldesa de Valencia, de pésames, homenajes y coronas de flores. Ahora, los mismos que la tiraron a los pies de los caballos, levantan la voz y claman por lo que cualquier Estado de derecho debe respetar: la presunción de inocencia. Pero llegan tarde, muy tarde.

Rita Barberá ha fallecido sin una sola condena por parte de la Justicia

Rita ha fallecido sin una sola condena por parte de la Justicia. Muchos respiraran aliviados por saber que se lleva a la tumba muchos secretos que, sin duda, acabarían por dinamitar el marianismo. Pero la caterva mediática sin excepción, se encargó de condenarla antes de tiempo. El linchamiento público al que se le sometió no tiene parangón. En un país donde los casos de corrupción alcanzan cifras, que la mayoría no sabría ni escribir, al que la UE ha dejado de enviar ayudas bajo el pretexto de que los fondos se los quedaba la administración pública y donde alcaldes, han pasado de ir en un Seat a ir en un Mercedes, el único presunto delito que se le imputó a Rita Barberá, y del cual jamás sabremos si fue culpable o inocente, fue blanquear 1.000€.

Los que hacen sonar su cencerro sin descanso se revuelven viendo como la víctima se les ha escapado

Pero en este país, repleto de amantes del Circo Romano, no son los jueces que han estudiado durante años, los que conocen la Ley, los que tardan cientos de días en recopilar toda la información y esperan a tener pruebas fehacientes para dictaminar una sentencia, los que condenan. Aquí las condenas las ponen los tontos de turno, útiles sí, que incitados por la basura mediática que desinforma, escogiendo un titular sensacionalista, dictaminan quién es culpable y quién no. Necesitaban un chivo expiatorio y escogieron a Rita. La doble vara de medir que se ha utilizado con la corrupción en Valencia, que sin duda la ha habido, no justifica el grotesco agravio comparativo, las reiteradas pintadas en su casa como la de Rita corrupta al paredón, el linchamiento público, el acoso y derribo en las puertas de su casa día tras día, impulsado por los medios que la utilizaron para rellenar horas de su burda programación.

Obviamente los que hacen sonar su cencerro sin descanso, se revuelven viendo como la víctima se les ha escapado. Disfrutaban, como seres enfermos, del dolor y sufrimiento ajeno, conocedores que poco importaba lo que la justicia dictaminara, ya que como en muchos casos, la condena de la basura de los medios de comunicación era suficiente y la vida de Rita Barberá ya había sido destrozada. Necesitaban apedrearla sin cesar, para satisfacer el odio contra alguien del PP que arrasaba a sus contrincantes una y otra vez.

Hoy ha nacido el espíritu de Rita. Ese espíritu que ha permitido presenciar como su gran adversario político, Compromís, demuestra tener más educación que sus socios chavistas

Hoy ha nacido el espíritu de Rita. Ese espíritu que ha permitido presenciar como su gran adversario político, Compromís, demuestra tener muchísima más educación que sus socios chavistas. Ha permitido retratar a aquellos que sienten un profundo desprecio por la vida humana. Ha permitido ver como las televisiones y diarios digitales que la vejaron sin piedad, ahora se lavan las manos. Pero lo más importante, es que ha permitido recordar a esta sociedad, enferma y necia, que la presunción de inocencia es un derecho fundamental en un país democrático.

El espíritu de Rita atormentará a todos aquellos que temían que contara la verdad

El espíritu de Rita, atormentará las mentes de aquellos que se aprovecharon de su popularidad para recoger votos. De aquellos que sabedores de su inocencia, claudicaron ante los medios, por su complejo estúpido de no ser llamados corruptos, por la escoria chavista que cobró millones de dólares, manchados de sangre por regímenes totalitarios, antes de formar su infame partido. De aquellos que se sentían muy cómodos viendo como los focos apuntaban en una sola dirección. De aquellos que pasaron de los abrazos a los desprecios. De aquellos que temían que contara toda la verdad.