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Cuando Idoia Mendia sacó de quicio a Javier Fernández: "¿Qué digo a la prensa?"

Nadie dijo que la recomposición del socialismo fuera fácil, empezando por la necesidad de rehacer la grieta abierta entre cuadros, militancia y electores. Lo del PSE es otra muestra.

Ortuzar, Urkullu y Mendia durante la firma del pacto vasco.

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Idoia (Mendia), la prensa está preguntado por tu pacto con el PNV, ¿me puedes concretar qué les digo?” La pregunta fue pronunciada por Javier Fernández, forzado el pasado viernes a tirar de teléfono y contactar con la secretaria general del PSE ante una total ausencia de comunicación durante semanas de negociaciones. De sorpresa en sorpresa en su dramatis personae, la gestora del PSOE se dio de bruces con una alianza con los nacionalistas cocinada por los socialistas vascos a sus espaldas, de la cual sólo conoció los trazos gruesos el domingo, y con cuyos 70 folios no logró hacerse hasta la tarde de este lunes, es decir, cuando ya estaba en las redacciones de los periódicos.

El PSE se ha mostrado así soberano en el PSOE y el PSOE, en cambio, no lo debe ser ya en el PSE. Fernández ha podido ver, horrorizado, el trágala al que les ha sometido Mendia, por más que haya tratado de evitar añadir más presión a la olla del socialismo. Ferraz se ha visto obligada a apoyar un pacto plagado de flagrantes peligros para la Constitución, con el reconocimiento de los conceptos “nación vasca” o “derecho a decidir” por medio, defraudando de paso las expectativas creadas sobre la reconducción de la deriva de Pedro Sánchez e impulsando la carrera nacionalista hacia el monte. Todo esto, en el País Vasco, sí, pero sin descuidar el “efecto mariposa” que tendrá para el socialismo en Cataluña o en Baleares. Lejos de apartar de líos al PSOE, el “modelo vasco” multiplica la espiral de reivindicaciones nacionalistas, ya que sí se acepta que el País Vasco es una “nación”, ¿por qué se va a negar que lo son otros territorios históricos?

Idoia Mendia, que ha permanecido fiel a Pedro Sánchez hasta el final, ha abierto otra vez la puerta a la carrera hacia el nacionalismo de la que ya veremos cómo sale Ferraz. Los socialistas siguen, pues, en su bucle, obligados por razones del guión a ir dándole la vuelta a las palabras según su conveniencia política. Mario Jiménez, quien debe actuar como guardián de las esencias de la Gestora, parece dar muestras de ser un buen encajador y de confiar en el papel equilibrador del PSE. Quizá piense que así la sociedad española será capaz de digerir mejor ese aceite de ricino que hay en el acuerdo del Gobierno para el País Vasco. Pero la aspiración del nacionalismo vasco y la del catalán, aunque se diferencien en las formas, es la misma. Ambos tiene un idéntico fin: conformar su particular nación soberana. Y la Constitución en su artículo 2 habla de la “indisoluble unidad de la Nación española”. Ferraz se lo ha tragado y, además, le saltan aquí y allá barones prestos a orillar nominalismos para justificar esta suerte de acuerdos.

A perro flaco todo son pulgas. Y el PSOE está aún lejos de levantar cabeza. Muy lejos. A un lado, los sanchistas. Al otro, los susanistas. Entre bastidores, los primeros desean el totum revolutum con Podemos o independentistas o con la síntesis de ambos. Es el zapaterismo: “Progresismo” en estado puro. Los segundos apuestan por trabajar en la dirección contraria, en defensa de la España constitucional. Nadie dijo que la recomposición del genuino socialismo fuera fácil, empezando por la necesidad de rehacer la grieta abierta entre cuadros, militancia y electores, muy particularmente por la forma en la que se resolvió la salida de Sánchez. El golpe de Mendia contra Fernández, y por extensión contra el tutelaje de Susana Díaz, pone a prueba de nuevo la resistencia de los cimientos del partido. El daño está hecho. Y esta batalla se la han ganado los sanchistas a los susanistas. Habrá otras.

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