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Sánchez se resigna y se abre a otra alternativa para evitar la victoria de Díaz

El exlíder socialista no dará un paso adelante hasta conocer las intenciones del exlendakari. Si éste mueve ficha, el exsecretario general piensa replantearse su estrategia.

Pedro Sánchez observa a Patxi López, en su etapa en el Congreso.

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Mientras Susana Díaz y Pedro Sánchez ya están en plena precampaña oficiosa para la Secretaría General del PSOE, otros dirigentes se empeñan en apostar por una “tercera vía” entre ambos, y muchos en el partido señalan con su dedo a Patxi López.

El nombre del fugaz presidente del Congreso y exlendakari suena desde hace tiempo en las filas socialistas para nuevas responsabilidades, incluso antes de que él mismo irrumpiese en estas duras circunstancias con una solemne reflexión sobre las ruinas del proyecto implosionado.

A nadie se le escapa que López sigue manteniendo la condición de referente interno y que su cautela está lejos de ser anecdótica: como mínimo, llegado el momento le permitirá negociar un papel en la nueva etapa post 39º Congreso. Los partidarios de Díaz sospechan que esas son sus intenciones, mientras que los de Sánchez temen realmente un paso al frente del político vasco.

Sánchez asume que si Patxi se presenta, la división del voto catapultaría a Susana Díaz al triunfo

De hecho, una fuente cercana al exsecretario general va más allá y sostiene que “Pedro arrojaría la toalla ante Patxi: no le quedaría otra, consciente de que su entrada en liza por el liderazgo dividiría sus potenciales apoyos y le restaría tanta fuerza como para dejar a Susana el camino libre hasta Ferraz”.

Ésta es la preocupación de Sánchez. De ahí sus dudas sobre postularse o no. Más aún después de comprobar personalmente que su vuelta al ruedo en la localidad valenciana de Xirivella pasó con más pena que gloria. Igual de cuesta arriba puede hacérsele su desembarco en la localidad asturiana de El Entrego, este mismo sábado.

Patxi López, en cambio, está en evitar tropiezos, moviéndose en una ambigüedad calculada, mientras, cómo no, Susana Díaz se vuelca en hacer de nuevo reconocibles las siglas del PSOE.

Con la fuerza territorial de Andalucía y un perfil de izquierda razonable en busca de la perdida centralidad del sistema, la baronesa suplanta ya (con la aquiescencia de la Gestora) el vacío de poder y redobla su agenda nacional. Con sigilo, porque -según me insiste un próximo a la presidenta andaluza- nadie va hacer público nada que tenga que ver con la Secretaría General hasta después de la convocatoria oficial del cónclave federal.

Así, de cara a los futuros acontecimientos ella antepone la premisa de la “oposición útil” tras pactar con el Gobierno de Mariano Rajoy más oxígeno para las autonomías y la contrapartida de una subida del salario mínimo. La mano tendida entre todas las administraciones del Estado en las últimas inundaciones en Andalucía es buen ejemplo de cómo la lealtad institucional de PP y PSOE beneficia sobre todo a la “gente corriente”.

Y el experimento, sin duda, quedará como modelo a seguir. Porque a la intemperie política (que es donde, a diferencia de Sánchez, pretende Díaz arrinconar a Podemos) te mueres. El objetivo, según cálculos del PSOE-A, es dejar a Pablo Iglesias y sus confluencias y mareas en 3 de los 5 millones de votos obtenidos del tejido social de la izquierda en las pasadas elecciones generales.

Como apuntan distintos socialistas, “falta partido por jugar”, pero la impronta de Susana Díaz coge aire incluso en el seno del grupo parlamentario. “¡Claro que se nota lo que ocurrió en el Comité Federal del 1 de octubre! Salir de una batalla como la vivida siempre deja heridas. Sin embargo, vamos poco a poco recomponiéndonos”. Así se expresaba un diputado socialista, admitiendo que su bancada está aún lejos de la cohesión.

El regreso a la socialdemocracia tradicional

No obstante, a pesar de la interinidad y del nuevo reparto de premios y de castigos, las aguas se van calmando. “Cada vez hay más ganas de pasar página”, aseguran desde la dirección del Grupo. Las Cortes tienen por delante mucho trabajo y el socialismo se ha puesto a ello ante un Gobierno en solitario o con constantes pactos sometidos a “geometría variable”.

Y eso significa que, tal y como andan las cosas, hay espacio para una renovada oportunidad de bipartidismo que promueva reformas de calado sin necesidad de tener al país en una montaña rusa permanente. Es decir: el regreso del PSOE al estilo socialdemócrata del felipismo.