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Puigdemont, pillado mintiendo sobre el boicot del Parlamento europeo a su acto

Imbuido en una espiral de fabulaciones sobre su “revolución tranquila” frente “al trato hiriente del Estado”, el presidente de la Generalitat evidenció su monumental patinazo.

Puigdemont, escoltado por Junqueras y Romeva.

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Los periodistas, fotógrafos y cámaras españoles estuvieron en alerta con las primeras luces del martes sobre Bruselas. Carles Puigdemont echaba el día en la capital belga, pero evitó con ahínco dar a los medios de comunicación la codiciada imagen de su soledad hasta que llegó el momento de celebrar junto a Oriol Junqueras y Raúl Romeva, en una de tantas salas que integran el edificio del Parlamento Europeo, su conferencia sobre el cansino referéndum de independencia, programada a las siete de la tarde.

¿Cuántas ambulancias pediátricas podrían comprarse con el dinero enterrado por Puigdemont?

La “guardia de corps” del presidente de la Generalitat de Cataluña desplegó alrededor suyo un cerco de hielo con la excusa de la necesidad de preparar una cita para cuya promoción en diarios internacionales como The Financial Times o Le Monde y en los periódicos belgas se han gastado la friolera de 127.000 euros. Y todo para tratar de llenar, sin éxito, un aforo de 350 personas. Mientras, el mismo día, una niña de 8 años moría en Blanes (Gerona) mientras esperaba una ambulancia pediátrica que no llegó a tiempo de trasladarla. Resulta que en Cataluña solo hay dos ambulancias preparadas para atender a niños. ¿Cuántas ambulancias de este tipo podrían comprarse con el dinero enterrado por Puigdemont?

Ni siquiera el intensivo mailing de la última semana, promovido por los eurodiputados Jordi Solé y Josep María Terricabras de ERC y Ramón Tremosa del PDCat con el encabezado High profile conference -conferencia de alto nivel–, conmovió a posibles partidarios de la causa independentista en otras latitudes, dada la coincidencia con una amplia actividad parlamentaria. Y ello supuso un duro varapalo para Puigdemont y compañía, porque sus aspiraciones siguen mermando.

No hubo boicot. Desde diciembre había prevista una recepción a todo el cuerpo diplomático

El gentío, el bullicio, la multitud estuvo en otros lugares. A destacar, la convocatoria del presidente de la Eurocámara, Antonio Tajani, a una recepción con todos los cuerpos diplomáticos de la UE. El encuentro, por cierto, estaba previsto desde el pasado diciembre, pero ello no ha impedido a los nacionalistas catalanes desplegar su manido victimismo. Las instituciones europeas, indiferentes, llevan tiempo poniéndolos en su sitio.

Ante tales circunstancias, desde el gobierno autonómico se insistió antes de iniciar la visita en que el Molt Honorable descartaba reunirse con representantes de la Comisión Europea. Lo cierto es que se obvió contacto alguno a nivel de gabinetes ante el temor de recibir portazos tan claros y rotundos como los recibidos en anteriores ocasiones. Cataluña es España, por lo que el único interlocutor válido con la Comisión es el Gobierno de Mariano Rajoy. A Puigdemont y su corte siempre les quedaría una foto agarrados efusivamente al codo de cualquier funcionario comunitario. El presidente de la Generalitat, en su viaje a ninguna parte, tropezó con Bruselas. Carles Puigdemont jamás soñó llegar tan alto, ni Cataluña en su mano caer tan bajo.

Y es que, a pesar de las declaraciones altisonantes sobre la unidad indestructible del secesionismo, Puigdemont, imbuido en una espiral de fabulaciones sobre su “revolución tranquila” frente “al trato hiriente del Estado”, evidenció su monumental patinazo como representante máximo de la Generalitat que pretende ser tomado en serio no sólo en España, sino también fuera de nuestras fronteras. Así de irracional resulta todo lo que rodea el “proceso”: una fantasía alejada de los intereses y preocupaciones de los catalanes y llamada a estrellarse una y otra vez contra la cruda realidad.

Por cierto, mensaje para todos aquellos que se han horrorizado porque Donald Trump ha quitado la versión en español de la Casa Blanca. Puigdemont durante su conferencia habló en catalán, inglés y francés. El español, claro, lo había olvidado.