Iglesias histérico por los casi 20.000 inscritos de última hora en Vistalegre 2
Por más que quieran disfrazarlo, la cita va a ser un duelo al puro estilo western, del que solo saldrá vivo el vaquero que desenfunde más rápido. Y eso es Podemos tres años después.
Podemos es hoy una olla a presión… y sólo falta ver a cuántos va a dejar escaldados. ¿Cómo en un partido con tres años de vida han podido crecer tanto las aversiones personales hasta el punto de que parece improbable un futuro unido de sus mandatarios? Es llamativo, sí. Pero la realidad es tozuda. La formación morada ofrece ahora mismo la cruenta imagen de una guerra fratricida que la parte en dos. El poder está en juego y, como ha terminado por confesar Irene Montero, número dos de la lista de Iglesias, “toca elegir liderazgo”. Ya no hay medias tintas: o Pablo Iglesias o Íñigo Errejón. En realidad, dejando fuera las fanfarrias con las que se visten siempre las groseras disputas, de esto trata Vistalegre 2. Un duelo al puro estilo western, del que solo saldrá vivo el vaquero que desenfunde más rápido.
La tensión es tal que el cónclave puede derivar en enfrentamientos entre los simpatizantes de las diferentes corrientes
La batalla entre pablistas y errejonistas, que desembocará en la plaza de toros que fuera antaño santuario del zapaterismo, ha alcanzado tal nivel que un asesor de Iglesias me asegura estar “preocupado” por si no son capaces de garantizar la seguridad en las gradas. El cónclave, ya están sobre aviso los organizadores, puede derivar en enfrentamientos entre los simpatizantes de las diferentes corrientes una vez cerradas las votaciones el 11 de febrero.
“O Íñigo o yo” es el mensaje que lanza el secretario general a los 455.932 inscritos que pueden votar hasta el viernes. La clave de su victoria o derrota puede estar en los 19.480 inscritos de más respecto a los que hubo en la votación de diciembre, en la que Iglesias ganó por la mínima, por 2,45 puntos. ¿Serán los nuevos en su mayor parte de Errejón? Lo cierto es que en los últimos días antes del cierre del plazo para inscribirse -acabó el 4 de enero- hubo una actividad extrañamente intensa.
Su intención, claro está, es asestar un golpe que doblegue a su “amigo del alma” y a sus seguidores para que acepten sus planteamientos sin equívocos. Hasta ese punto han derivado lo que inicialmente se justificó como “legítimas diferencias estratégicas” y que ha terminado por convertirse en un plebiscito sobre Iglesias.
De un lado se oye de todo: “Caraduras”, “esquizofrénicos”, “no tienen vergüenza”. Del otro, tampoco son remilgados a la hora de desplegar los adjetivos. Los rifirrafes campan a sus anchas en las redes sociales, donde cuentas de usuarios inexistentes ocultan a los sectores morados. Errejón aventaja a Iglesias en el dominio de la actividad digital y en conseguir que sus mensajes sean eficaces. A ello atribuyó incluso el secretario general su amargo triunfo sobre el secretario político (2,4 puntos de diferencia, apenas 2.400 votos) para la elección del sistema de voto en el congreso. Aquello reveló el equilibrio de fuerzas entre el pablismo y el errejonismo: ambos sectores tenían prácticamente el mismo peso entre las bases. Así las cosas, la desconfianza ha llegado a tal extremo que las dos corrientes discuten hasta por las pantallas de la Asamblea.
Y en esa guerra de guerrillas pretendió ingenuamente Carolina Bescansa alzar la bandera blanca. Pobre. Pasó lo que pasa en estos casos: se movió y se quedó fuera de la foto. Ciertamente, la salida de una de las fundadoras de Podemos es también consecuencia de su progresiva pérdida de peso en la dirección. El hemiciclo y los pasillos de la Cámara Baja ya estaban semivacíos cuando Iglesias puso otro granito de arena más en las disputas internas al ser preguntado por el futuro de Bescansa. “Gracias”, respondió. Ni dos palabras para la que había sido una de sus más importantes compañeras.
Poco tardó, lógicamente, la hasta entonces secretaria de análisis político en dar el portazo. Sabía que su suerte estaba echada. El alambre en el que hacía equilibrismo se había roto. Ya nadie duda de que la gallega cometió dos errores de cálculo impropios de la política. El primero, denunciar una partida de ping-pong en la que ella no tenía arte ni parte. Y el segundo, quemarse enemistándose tanto con Iglesias (que se consideró traicionado por ella) como con Errejón. El entorno del secretario general sostiene que le ofreció un lugar en la lista, sin especificar la posición. Bescansa, que siempre ocupó primeros puestos, rechazó el ofrecimiento. Eso sí, confía en seguir al frente de la Secretaría General del Grupo Parlamentario.
Suma y sigue. Días atrás otro miembro del reducido núcleo fundador de Podemos, Luis Alegre, tachó de “conspiradores” al entorno más cercano de Pablo Iglesias, al que acusa de “conducir a la destrucción del proyecto” político. En definitiva: a escasas horas de abrirse Vistalegre II, pese a que todos los clanes y familias morados intuyen que se ha llegado al máximo de lo soportable, nadie quiere dejar de moverse para adelantar al adversario. Y vale todo... pese a saber que en política, si se desea seguir juntos, no todo vale. De lo que no cabe duda es de que nada, absolutamente nada, será ya igual en Podemos.