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Manolo, el hombre clave en el enfrentamiento de Diego Matamoros y su exnovia

Cuando parecía que empezaba a esclarecerse la verdad, el testimonio de Manolo, el novio actual de la ex de Diego Matamoros, podría ser clave. Sus enfrentamientos han sido habituales. ¿Celos?

Diego Matamoros negocia su reaparición en televisión

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Llora a mares mientras negocia el caché de su reaparición televisiva para justificar una agresión a la madre de su hija. Porque Diego Matamoros, a quien de forma cautelar se le ha impuesto una orden de alejamiento de quinientos metros, reconoce en privado que si bien golpeó a Tanit Grande no fue a propósito sino por un movimiento espasmódico de su brazo. Un acto reflejo en medio de una brutal pelea con Manolo, el novio actual de la psicóloga, en la que todos acabaron en el suelo entre empujones, amenazas y puñetazos.

Un absoluto totum revolutum que ahora unos y otros excusan en su beneficio. Los vecinos de la calle Escultura de Pozuelo de Alarcón siguen haciéndose cruces ante el descalabro de este trío que hacía tiempo apuntaba maneras. Nada de lo sucedido el sábado sorprende ni escama. Porque si la comunicación de Diego con Tanit es complicada, la de Diego con Manolo es incontrolable. Es a él a quien responsabiliza de las innegables dificultades que ha tenido para ejercer como padre. Refieren desencuentros habituales entre uno y otro en una imitación calé de las batallas medievales para conseguir enamorar a la princesa. Hablan de celos e incluso rabietas comparadoras de físicos e intelectos.

El enganche carnal les hacía intentar sanar una relación muerta desde el principio. Demasiada toxicidad

Me insisten en que Diego no ha superado la ruptura con Tanit. Que su impulsividad para con ella es excesiva y fuera de lugar. Ambos entonan el mea culpa tras una relación repleta de comportamientos tóxicos en la que el más indeseable era ese enganche carnal que les hacía intentar sanar una relación muerta desde el principio. Nadie entendió que una psicóloga de prestigio reconocido aceptara quedarse embarazada sabiendo que su noviazgo era un suicidio sentimental. Porque tras la imagen cándida, casi infantil, que han dibujado de Diego, se esconde una personalidad menos templada y más problemática.

Tampoco es creíble su fingimiento televisivo. Ese canto a la ingenuidad mientras las cámaras de Sálvame consiguen pillarle en los momentos cumbres del día. No existen las casualidades en un personaje de segunda que hace tiempo se convirtió en caja registradora. Todo es susceptible de ser vendido. Parece haberse aprendido pronto el guión de la tragicomedia y, en lugar de esconderse y meditar, él piensa, sí, pero en euros.