Quo Vadis, Escocia?
Escocia aprovecha el órdago del Reino Unido a la UE para resucitar una aspiración ya enterrada en referéndum. Con el secesionismo catalán mirando de reojo.
“Si la mayoría de los escoceses votan que no a la independencia de Escocia, no habrá un segundo referéndum al menos hasta la siguiente generación política”
De esta forma tan contundente respondía el entonces Ministro Principal de Escocia, Alex Salmond a las preguntas de un periodista de la BBC días antes de la celebración del referéndum por la independencia de Escocia en el 2014. Y es que David Cameron, Primer Ministro británico, había decidido poner sobre la mesa la consulta en Escocia con la esperanza de obtener un resultado contundente a favor de su permanencia en el Reino Unido, lo que obligaría a los independentistas a abandonar sus pretensiones durante un largo periodo de tiempo. Cameron, echando un órdago y confiando en su buena estrella política, prefirió un referéndum “duro”, a todo o nada, que una consulta más abierta que permitiera una tercera vía a los nacionalistas moderados en forma de mejora sustancial del status de Escocia en el Reino Unido.
Y ciertamente Escocia votó no, presentando Alex Salmond dos meses más tarde su dimisión del cargo de Primer Ministro escocés y de presidente del SNP. Pero no hay que olvidar que algo más de un 44% de los votantes eligieron el camino de la Independencia (con una participación inusualmente alta), mostrando un país claramente dividido. Se podría decir que el partido no había terminado. Así, la nueva Ministra Principal de Escocia, Nicola Sturgeon, se apresuró a afirmar en la posterior campaña electoral que si las circunstancias cambiaran de manera sustancial habría que considerar la posibilidad de una nueva consulta sobre la Independencia.
Pero la victoria del Brexit ha cambiado las reglas del juego. Escocia ya se ve fuera de la UE
Y mirando objetivamente, en 2017 las circunstancias sin duda han variado, y mucho. Existe un nuevo factor encima de la mesa; el Brexit. Hay que recordar que uno de los argumentos más recurrentes de la plataforma “Better Together” (“Mejor Juntos”) a favor de mantener Escocia dentro del Reino Unido fue la posibilidad de que si ganaba el sí, Escocia se viera obligada a abandonar la Unión Europea en aplicación de la conocida como “Doctrina Barroso” (un nuevo estado independiente se convierte en un "tercer" país con respecto de la Unión Europea) y que por tanto tendría que solicitar de nuevo su entrada en la U.E., con todos los impedimentos y demoras que ello traería consigo; estaba claro, permanecer en el Reino Unido conjugaría para Escocia “lo mejor de los dos mundos”, el del Reino Unido y el de Unión Europea.
Pero la victoria del Brexit ha cambiado las reglas del juego. Escocia ya se ve fuera de la UE por lo que esa amenaza ha pasado a un segundo plano. Y es que hay un dato no que no se puede obviar en el referéndum del Brexit, y es que mientras en Inglaterra sus habitantes se inclinaban de una manera claramente mayoritaria por abandonar la UE, en Escocia los electores se inclinaron por permanecer en la Unión Europea. Y eso no ha pasado desapercibido a los líderes del SNP, que se ven moral y políticamente legitimados para forzar una nueva consulta, lo que ha llevado a Angus Robertson, número dos del SNP a declarar que no cabe ninguna duda de que Escocia celebrará un segundo referéndum de independencia, anunciando Nicola Sturgeon que la consulta se celebrará entre el otoño del 2018 y la primavera del 2019. Está claro que los nacionalistas escoceses han aprovechado el camino del Brexit “duro” que se ha tomado desde Londres para lanzar su referéndum trasladando a la opinión pública una idea clara; "Nos dijeron que una Escocia independiente tendría que ponerse a la cola para entrar en la Unión Europea, pero ahora que nos hemos quedado en el Reino Unido, nos van a obligar a abandonar la U.E.”. La puesta en escena de Sturgeon parece impecable; Londres, con su postura inflexible, nos ha empujado a buscar una solución de manera independiente a la de Gran Bretaña, y, como declaro en el debate del parlamento escoces, "La alternativa es quedarnos a la deriva los dos próximos años, esperando lo mejor pero temiendo lo peor".
El partido independista escocés es consciente de lo que se juega, ya que una nueva derrota enterraría de manera casi definitiva la cuestión de la independencia escocesa, por lo menos durante un largo periodo de tiempo. Aparentemente los nacionalistas escoceses están poniendo a punto su maquinaria para la celebración de la nueva consulta. Según los datos que ellos manejan (y pese a que los escoceses parece ser que no desean una nueva consulta antes de que Reino Unido abandone la Unión Europea porque quiere saber a favor de qué y contra qué está votando), actualmente el apoyo a la independencia se sitúa en torno al 45%, lo que consideran un buen punto de arranque, ya que en el anterior referéndum comenzaron su campaña con un escaso 30% de respaldo, por lo que están convencidos de que podrían lograr una mayoría de votos a favor de la independencia. Y a eso se suma una circunstancia que hay que tener muy en cuenta; la situación financiera de Escocia es bastante peor que la que había en 2014, ya que el desplome del precio del crudo ha incrementado el déficit del gasto público a más del 20% del gasto anual, situación que paradójicamente según las encuestas podría beneficiar a los partidarios de abandonar el Reino Unido (pese a que la viabilidad económica de escocia es significativamente más complicada).
Y es que las circunstancias actuales son muy diferentes a las que existían cuando Cameron aceptó el referendum en 2014
Pero con todo, el primer paso es lograr la celebración de la consulta, cosa que no se antoja demasiado fácil. En la cámara de Holyrood, tal y como se esperaba y tras 7 horas de un debate que había sido pospuesto por el atentado en Londres, no ha tenido dificultad la aprobación de la moción denominada “La elección de Escocia”, apoyándose en los votos de los 63 diputados del SNP y en los 6 votos de los ecologistas, con la oposición de los 59 diputados correspondientes a los laboristas, liberales y conservadores, autorizándose al gobierno de Escocia a promover conversaciones con el Gobierno británico para asegurar que el Parlamento escocés puede legislar para la convocatoria de un referéndum. Pero más problemas se auguran en la votación que se tendrá que celebrar en Londres, ya que la decisión final se tiene que tomar en el Parlamento de Westminster bajo una orden de la sección 30 de la Ley de Escocia para hacerlo, donde el Partido Conservador en virtud de su mayoría, podría bloquear la posibilidad de efectuar el referéndum.
Y es que las circunstancias actuales son muy diferentes a las que existían cuando David Cameron aceptó la celebración del referendum en el 2014. Así, por ejemplo Ruth Davidson, líder del Partido Conservador en Escocia, ha acusado a Sturgeon de usar "el 'bulldozer' nacionalista" para impulsar el nuevo referendum, en contraste con el acuerdo entre las diversas partes que existía para la celebración de la consulta en el 2014. Y es que ahora lógicamente no existe tal consenso, fundamentalmente debido a que si con todo a favor los partidarios del no a la independencia solo pudieron vencer por un exiguo margen en el 2014, en las actuales circunstancias resulta muy temerario aceptar el envite por parte de Londres, lo que hace ir con pies de plomo a los conservadores británicos.
Los famosos kelpies de Escocia, un homenaje al linaje de los caballos nacionales, recreado en greenpeardiaries.blogspot.com.es
En cualquier caso, los responsables escoceses y británicos iniciarían conversaciones para pactar una fórmula para la consulta, aunque la fecha sugerida por Sturgeon coincidiría con la recta final de las negociaciones del Brexit, lo que ha llevado al portavoz del partido conservador a declarar que un segundo referéndum en Escocia causaría "una gran incertidumbre económica en el peor momento posible", incluso más contundente se ha mostrado Theresa May asegurando que no permitirá la "desintegración" del Reino Unido mientras se consuma su salida de la U.E., aunque por otro lado no dio un "no" rotundo al referendum, lo que fue interpretado desde Edimburgo como si Londres estuviera marcando los hitos para la consulta, un “ahora no, pero luego ya veremos”.
Echan el resto pidiendo un referendum, aunque saben que va a tardar en llegar a buen puerto, pero mientras vamos a mejorar los recursos de Escocia con respecto a Gran Bretaña… Familiar ¿verdad?
Y es que desde Escocia se piensa que May no puede negarse a la celebración de una nueva consulta sin sufrir un desgaste político brutal, pero parece claro que no quiere cometer los mismos errores que su antedecesor en el cargo, entregando la iniciativa al Gobierno escocés en la elección y plazos del referéndum, sobre todo en un momento tan delicado como en plena negociación de la salida de Gran Bretaña de la U.E.
España nunca aceptaría
Por su lado Sturgeon está jugando sus bazas con gran inteligencia (aunque algunos analistas, como el reputado Tom Devine, opinan que quizás se está precipitando). La mandataria escocesa está intentado enfrentar la imagen de una Escocia abierta y progresista en el tema de inmigración frente a la oscura y autárquica Gran Bretaña de May. “Escocia no está llena. Si está tan sorprendido como nosotros con el camino que está tomando este gobierno en Westminster, venga y únase a nosotros". Pero la opción “Europa” no es tan sencilla para Escocia. Imaginemos que Escocia abandona el Reino Unido con el objetivo de incorporarse a la Unión Europea. Para empezar esa entrada no estaría ni mucho menos garantizada dado el más que probable veto de países como España. Pero suponiendo que se pudiera solventar esa dificultad, ¿cómo se articularia la frontera con Inglaterra?; ¿admitirán como moneda el denostado euro?
Y ello sin entrar en cuestiones tales como si sería suficiente la financiación europea para compensar la pérdida de los subsidios que Escocia tiene asignados desde Londres bajo la llamada Fórmula Barnett o la compleja gestión de la parte que correspondería a Escocia de la deuda británica. Da la impresión que pudiera ser que desde Edimburgo se estuviera jugando con cartas marcadas. Echan el resto pidiendo un referendum, aunque saben que va a tardar en llegar a buen puerto, pero mientras vamos a mejorar las trasferencias de competencias y recursos de Escocia con respecto a Gran Bretaña… Familiar ¿verdad?
Muchos, quizás demasiados, interrogantes a los que se tendrá que dar respuesta tanto desde Downing Street como desde Edimburgo en un breve espacio de tiempo. El futuro de Escocia, y por ende de Gran Bretaña, está en juego.