La viuda de Palomo Linares monta en cólera contra los hijos del torero
Y mientras, Marina Danko decide hacer frente a los gastos derivados del entierro. Un gesto que deja a todos sorprendidos pero que evidencia su total generosidad con el que fue su marido.
Marina Danko y Palomo Linares protagonizaron una de las separaciones más inesperadas -y también más polémicas- del panorama social. En apariencia, formaban una familia idílica, un reflejo de comunión perfecta entre la elegancia y la fortaleza. Lo suyo no terminó bien. Más bien todo lo contrario.
Sin embargo, el tiempo ha permitido que las heridas de Marina hayan cicatrizado. Es una mujer nueva. Sin rencor, ni resentimiento. Con una nobleza que, hasta sus enemigos, dibujan como su mayor arma de persuasión. Quizás por eso ha querido tender una mano en tiempos difíciles. Me explican que ha sido ella la que ha corrido con todos los gastos derivados del fallecimiento de su ex marido. Desde la distancia ha querido, así, poder demostrar que sus sentimientos hacia Palomo distan mucho de lo imaginado. Es cierto que no acudió al Tanatorio, pero fue una decisión sopesada. Sus más íntimos desvelan a este periódico que Marina barajó la posibilidad de acercarse hasta Tres Cantos para despedirse del torero, pero finalmente optó por la discreción. Sabía que su presencia sería comentada, analizada e incluso criticada. Eso sí, su preocupación, tristeza y desasosiego son indiscutibles, escribiendo y telefoneando a sus hijos durante todo el amargo trance.
Marina no deja de llorar. Quizás lamentando no haber podido limar las pequeñas asperezas que todavía quedaban. Siempre generosa, la diseñadora fue capaz de condonar incluso ciertas deudas que todavía quedaban pendientes. En contra de lo radiado, ella seguía teniendo por él un enorme sentimiento de protección. Tal vez pena, tal vez conmisericordia. Hizo bien en no acudir para no presenciar el desencuentro de sus tres hijos con Concha, la "viuda" de su ex marido con la que planeaba casarse en mayo.
Fuentes de total solvencia me explican que la juez recriminó a los hijos que hubieran acudido al tanatorio: "fue muy desagradable", me cuentan. Y lo fue. Sobre todo porque Concha parecía dispuesta a que lo que allí estaba sucediendo tuviera trascendencia a la prensa. La sangre no llegó al río gracias a la templanza y la serenidad de los tres hijos que, compungidos y muy afectados por la muerte de su padre, observaban el espectáculo desde la barrera. No quisieron responder, solo llorar a su padre, a quien, me cuentan, ya han perdonado sus constantes desatinos. Porque es cierto que apenas tenían contacto, pero ni siquiera Concha es conocedora del sufrimiento de los hijos y los desencuentros con su padre. Algunos, motivo de batalla legal que nunca decidieron promover. La historia siempre será diferente desde cada prisma.