Una (humilde) carta a Pablo Iglesias
El Director de El Semanal Digital dirige una carta a Iglesias tras sus anuncios de moción de censura contra Rajoy y contra Cifuentes mientras calla otros escándalos más cercanos.
Querido Pablo,
He podido verte y escucharte, tan solemne, anunciando que comenzarías a empezar una conversaciones para culminar en unos contactos que coronaran, ya exhaustos todos por la caminata, en una moción de censura contra el malvado Rajoy, Cifuentes y sus secuaces, esa banda de saqueadores de la que cualquier día descubrimos su larga trayectoria comiéndose niños con la soltura tuya y mía zampándonos bocatas de panceta o de Íñigo Errejón soltando frases cursis.
Sorprende que tus escrúpulos no sean uniformes y que la piel se te active tanto al escuchar ‘Moix’ o ‘Zaplana’ como se te amortigua cuando se oye ‘Maduro’ o ‘Stalin’, en una especie de impotencia epidérmica digna de estudio por reputado dermatólogo de La Habana. Ya sé que Hitler tenía devoción por los perritos, que al bueno de Koba le encantaban los musicales clásicos de Hollywood (¿te lo imaginas lloriqueando como Íñigo de nuevo por un pasito p’alante de Ginger Rogers y otro patrás de Fred Astaire?) y que Franco se emocionaba con la luz de África (“No puedo explicarme a mí mismo sin ella”); pero tú eres más joven y menos dictador y se te suponía una escala de valores más firme.
Sorprende que tus escrúpulos no sean uniformes y que la piel se te active tanto al escuchar ‘Moix’ o ‘Zaplana’ como se te amortigua cuando se oiga ‘Maduro’ o ‘Stalin’
Hacerte el indignado contra un señor que no está imputado y al que votaron los españoles por dos veces sabiendo ya toda la mierda que rodeaba a su partido y, a la vez, callarte como un Harold Lloyd posmoderno cuando encierran a Leopoldo, inhabilitan a Capriles y machacan a la población venezolana es, como mínimo, impropio del Demócrata Campeador que te sientes, muy respetable para ligar si de eso se trata.
Ni que te hubieran soltado una pasta. O es precisamente porque te la han soltado. Porque sea o no delito y haya valido o no para financiar a Podemos –los jueces archivan esas denuncias, y yo me ciño a lo que digan sus señorías-, lo cierto, incontestable y a mi juicio lamentable es que tú y los ‘Cuatro Fantásticos’ de tu partido os habéis llenado los bolsillos como si no hubiera un mañana de un dictadorzuelo como Chávez y su hilarante lacayo Maduro.
Quizá por eso te parece heroico que ‘la gente’ en esta franquista España asalte un Congreso y atice a 70 policías y no tienes nada que decir cuando a ‘la gente’ de Caracas la disuaden a porrazos cuando piden pan y reclaman democracia a esa Arcadia de los derechos humanos que tanto os gusta.
Cierto es que el PP no lo pone fácil entre púnicos, lezos y gúrteles; y cierto es también que la sensación de gilipollas que se te queda al conocer las andanzas de nachos, jordis y correas es la misma que si te mandan repetirte una colonoscopia; pero no lo es menos que los delitos son individuales, que las responsabilidades políticas las imponemos los ciudadanos con los votos, que los jueces felizmente actúan con la independencia que tu adorado Maduro y tus coleguitas iranís anulan y que, en resumen, el Estado de Derecho tienes sus recursos y la democracia sus procedimientos sin necesidad de que tú, Monedero y Espinar vengáis al rescate como Batman, Robin y Superratón.
Lo más puñetero del asunto es que, para comprar tu mercancía e ignorar tus múltiples lagunas democráticas, no hay que hacer ningún esfuerzo: basta con estar lo suficientemente enfadado y ser lo suficientemente ignorante como para creer que a) España es un país corrupto al completo y b) En situaciones excepcionales los votos cuentan menos que los principios, que por supuesto son los tuyos.
No hay nada más alejado de la solución que hacer irresoluble un problema por el método de extenderlo al conjunto de un sistema
Pero para indignarse en las dosis razonables y, a la vez, entender la realidad de tus tácticas baratas, sin embargo hay que hacer un cierto esfuerzo, entender un poco cómo funciona la cosa y, por último, echarle un poco de valor desde la certeza de que a continuación te pondrán a parir como a Haníbal Lecter en un congreso de vegetarianos.
Y es que no hay nada más alejado de la solución que hacer irresoluble un problema por el método de extenderlo al conjunto de un sistema, como saber cualquier alumno de primero de Políticas, incluso aunque su maestro sea el gran Monedero.
Es el truco más viejo y barato de la historia, y tú que te sabes y te excita tanto la Revolución Bolchevique sabrás que ése, precisamente ése, fue el recurso esgrimido por la tropa soviética para hacer inviable el sincero espíritu de reforma que allá en Rusia tuvo mucha gente de bien para transitar del régimen zarista a otra cosa más decente.
En este caso no llegas a tanto porque en España, pese a todo, no hay colas para comprar pan y las madres no tienen a sus hijos ni a sus maridos en la guerra; pero tu táctica huele a distancia tanto como tus silencios en otros temas que sí amenazan al país con el que el año pasado ganaste más de 100.000 pavos, olé. Ahí tienes a los golpistas de Cataluña, ese magma de tardás y rufianes que paradójicamente te ponen tan cachondo como a Falete entrar en un self service al mediodía.
Lo que pretendes, pues, entre tramabús y tontunas predemocráticas e infantiles, es demorar el debate de presupuestos; poner en un aprieto al PSOE y en otro a Ciudadanos y, por último, echarte unas risas con ERC, Colau, Bildu y lo mejor de cada casa.
Es tan evidente que se me escapa qué tipo de Logse nos picó a todos como para no darnos cuenta de que un comunista que se ha forrado con Venezuela, lapida a sus propios compañeros cuando le alzan la voz, orgasmea con Otegi, alimenta la fractura de España y además se hace rico con todo ello no sólo no es parte de la solución, sino que forma parte decisiva del verdadero problema.
La corrupción es un mal consuetudinario de la democracia que se evidencia pero también se erradica en un régimen de derecho como en ningún otro: aquí pasamos de la sospecha a la prueba, de la prueba a la instrucción, de la instrucción al juicio y del juicio, si es menester, a la condena.
La democracia o es procedimiento o no es democracia, y si la Justicia tiene el suyo, lo que tú quieres lograr también: se obtiene con el voto (ése que a tu juicio vale menos que la gente, porque la gente eres tú), se organiza con la separación de poderes (ésa que ninguno de tu tropa ideológica respeta en Cataluña), se sostiene en una parte en la libertad de prensa (ésa en la que no crees salvo si te da la razón ovinamente) y se defiende desde y a partir de la ley, las instituciones representativas y la tensión razonable de contrapoderes en equilibrio. No hay atajos, salvo para los hatajos de acémilas, sin que nadie se dé por aludido.
La corrupción es un mal de la democracia que se evidencia pero también se erradica en un régimen de derecho como en ningún otro
Unamuno decía que el lenguaje no es la envoltura del pensamiento, sino el pensamiento mismo; y tu tendencia a la agresividad, que resulta más agresiva cuanto más intentas disimularla; refleja el acierto para variar del tipo que, tal vez, mejor ha escrito sobre el eterno combate entre las pasiones y las costumbres, entre lo que somos y lo que nos gustaría ser o esperan que seamos. Seguro que te suena.
Ninguno somos menos reacios que tú a la corrupción ni nos escandaliza en menor medida conocer las andanzas de los más Granados de cada casa, pero es tan irresponsable extender la mancha al conjunto como decir que todos los votantes de Podemos, sin duda respetables, se han forrado también con Chávez; les parece cojonudo intervenir medios y cerrar emisoras; aplauden la entrega de armas a civiles para defender a un satrapilla caribeño; se callan cuando el financiador de tu programa persa cuelga de la persiana a homosexuales; aplauden a ese Guevara, desgraciadamente más conocido por estimular el capitalismo en camisetas para bobos que por ser una increíble máquina de matar o celebram, como Albertito Garzón, el aniversario del 1917 germinal de Stalin, aquel tipo que decía que “un muerto es un drama, pero veinte millones una estadística”.
Yo, que siempre te tuve simpatía personal desde aquella tertulia iniciática en ‘Las Mañanas de Cuatro’ en la que nos zurramos con cierta altura y yo, que nunca desprecio el talento ni escondo los méritos ajenos por muchos defectos, errores, egos y excesos que terminen adornándolo (lo confieso, eres para mí como un Pikachu evolucionado a Jetachu); no puedo por menos que aportar en este punto mi humilde conocimiento y documentación para intentar romper el encanto, tu encanto y el de otros frívolos como el yermo Pedrito Sánchez, que cualquier día nos da un disgusto y nos aparece tendido de unas sobredosis de espejo. Otro fenómeno.
Así que ahí va, para concluir esta epístola de la que no espero respuesta, pues me consta que sois más de pegatina en un bus y de movilizar a una guerrilla de lumbreras en Twitter para no estropearle la mariscada al bueno de Ramón, al que le pasa todo por mezclar centollo y coca cola. Deseo que se mitigue lo de su ácido úrico, de corazón.
Unamuno decía que el lenguaje no es la envoltura del pensamiento, sino el pensamiento mismo: tu agresividad define lo que tú piensas
No hay datos absolutos recientes sobre el impacto de la corrupción, aunque La Sexta lo cifre en 87.000 millones de euros apelando a un tipo dispuesto a decirlo y mezclando las churras del robo o el fraude con las merinas del impago individual o empresarial (es como si llamarais chorizo a un desahuciado por no poder pagar la hipoteca) derivado de la misma puñetera crisis que toda la clase política contribuís a prolongar llamando Estado de Bienestar al Bienestar del Estado y rescatando al iceberg cuando se hunde el Titanic.
Pero lo más parecido a una aproximación real al fenómeno está en la memoria de la Fiscalía General del Estado y en el estudio publicado por el Catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos I, Manuel Villoria y el profesor de la Universidad de Murcia, Fernando Jiménez, “La corrupción en España (2004-2010): datos, percepción y efectos” (Reis 138-abril-junio 2012).
Allí se dice esto, recuperado por Daniel Iborra Fort en la Fundación ‘Hay Derecho’: “De las casi 4.000 diligencias relacionadas con delitos contra la Administración Pública durante el periodo 2004 al 2009, es muy probable que apenas un 10% hayan llegado o lleguen a convertirse en acusaciones. En consecuencia, 400 casos en 6 años que llegarían a juicio oral. De los cuales no todos acabarán con sentencias condenatorias”.
Los datos objetivos sobre la corrupción: de los 800 políticos imputados acabarán acusados 500. De un total de 70.000, nos da un 0’7% de criminalidad
Y se añade esto: “Las denuncias de la corrupción política son también parte de la política, voluntariamente o no. Por ello aquellos que reportan o denuncian instancias de corrupción pueden ser opositores políticos del acusado con la intención de desacreditarlo: esos críticos de las prácticas corruptas con frecuencia tienen otra agenda propia (Sandholtz y Koetzle). La corrupción es una cosa, los índices de la percepción de la corrupción, otra distinta. Diversos estudios demuestran que la percepción general de la corrupción está fuertemente influida por los escándalos y la cobertura mediática del tema”.
Y esto también. “Los datos objetivos sobre la corrupción política, no obstante, tampoco dan la razón a las opiniones mayoritarias. De los 800 políticos imputados acabarán acusados en torno a 500. De un total de 70.000 políticos de las 3 Administraciones, 500 posibles acusados nos da un 0’7% de criminalidad”. Dóbalo para actualizarlo al paso de los tiempos, que seguirá siendo muy grave, pero no definirá el país en el que vivimos, tolerante, algo vulgar y capaz de haber dado el salto más pacífico y exitoso de la dictadura a la democracia que se recuerde en el mundo en todo el siglo XX.
Para terminar así, gloriosamente, atizándonos también a los medios de comunicación. “Incluso, esta falta de rigor informativo, al deslegitimar el sistema democrático forjado en un complejo y exteriormente admirado proceso de transición, ha abierto las puertas a grupos con principios políticos predemocráticos y soluciones económicas obsoletas, propias de los sistemas políticos del tercer mundo referidos en el artículo anterior, que han llevado a los pueblos donde se han aplicado a la miseria, a la falta de libertades y a los puestos más altos de corrupción”.
Ya sé que la verdad es aburrida, tanto como esa mentira gremial no menos extendida que le quita toda importancia a las andanzas del Matas y del Pujol de turno, no sea que canten. Pero es la que es, aunque enfríe tus ansias y te ponga de cara de Joffrey en tu admirada y mi detestada ‘Juego de Tronos’.
Porque para ti todo ha sido fácil, como en una serie de televisión que mezcla ficción e historia, no eres consciente del impacto de un discurso que ahora tildarían de posverdad donde antes utilizarían milonga. Si hasta te has puesto chaqueta para comparecer. Devuélvesela al muerto al que se la has cogido prestada, si me admites la sugerencia. Y que viva Zapata, hijo.