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José Herraiz Gil

Gibraltar: Táctica de sentimiento y disfraz

El Brexit coloca a España en una situación de privilegio que, hasta ahora, nunca ha sabido aprovechar. Si la disputa fuera una partida de mus, el Gobierno jugaría ahora con cuatro reyes.

Gibraltar: Táctica de sentimiento y disfraz

Gibraltar: Táctica de sentimiento y disfraz

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No son casuales las acostumbradas provocaciones en torno a Gibraltar, tras muchas décadas de cesiones españolas coronadas por los Acuerdos de Córdoba (2006), ni las prisas de Londres por convencer de que Gibraltar es un pueblo-nación-Estado. Ambos actúan coordinados por una estrategia común: el uso de la Plaza de la forma mas lucrativa para los residentes y menos costosa para el R.U.

Desde el XIX los intereses dinásticos o de partido han llevado a España a carecer de iniciativa, con soluciones cortoplacistas, indolentes o víctimas

Y al abandonar la UE, hay que solucionar la papeleta de Gibraltar, sin tocar los beneficios de una salida exitosa para la metrópoli. La cuadratura del círculo.

Gibraltar, deseada por Cromwell como base corsaria (1654), por el Tratado de Utrecht (1713) se convirtió en centro del eje inglés de control comercial Mediterráneo-atlántico: Menorca-Gibraltar-Tenerife. Menorca se recuperó (1782) y en Tenerife (1797), Nelson sólo consiguió perder un brazo. Su menguado interés militar es compensado como centro de espionaje para el club anglosajón (EE.UU., R.U., Australia, N. Zelanda y Canadá), mayoría permanente del Consejo de Seguridad de la ONU.

España tiene tres buenas cartas, que son como 3 reyes en una partida de “mus”: dos jurídicas, el Tratado de Utrecht y las reiteradas resoluciones de descolonización de la ONU; y una geopolítica, la dependencia de Gibraltar por tierra. También tiene la peor: sus gobernantes no saben o quieren jugarlas.

En el s. XVIII, Felipe V aceptó lo negociado por su abuelo Luis XIV en Utrecht, creando en Gibraltar un obstáculo a alianzas anglo-españolas antifrancesas. Los borbónicos Pactos de Familia produjeron sólo costosos e inútiles asedios al Peñón.

Desde el s. XIX, los intereses dinásticos o de partido han llevado a España a carecer de iniciativa, con soluciones cortoplacistas, indolentes o víctimas de su debilidad momentánea. Un ejemplo: Tras la boda de Alfonso XIII con la Reina Victoria Eugenia, los ingleses levantan la actual verja (1908) “sin pretensiones soberanas”, dijeron. En la Guerra Civil (1938) es aprobado el aeropuerto, cuyo lado norte es dicha verja.

La Constitución gibraltareña (2006) es clave para la pretendida cuadratura del círculo: cumplir con Utrecht y la ONU

En el s. XX, encontramos la excepción: el éxito del Ministro Castiella en la ONU (1964). España aprovechó el único error británico desde que estos pusieron el pie en Gibraltar: meter al Peñón en la lista de territorios a descolonizar de la ONU (1945).

La estrategia del R.U. es largoplacista de control financiero global, está provista de medios sólidos y tácticas proactivas amoldadas a cada momento histórico. En el actual, que ya dura 50 años, toca disfrazar a Gibraltar de pueblo con derecho a autodeterminación, según Doctrina de la ONU. Pero el objetivo real es ganar sentimentalmente a los residentes en el Peñón contra España. Pompas constitucionales y fiestas nacionales gibraltareñas ayudan. Mientras, animan a España a hacer concesiones para seducir a sus vecinos (woo the Gibraltarians!). El R.U. divide, y vence su “Pax Britannica”.

La Constitución gibraltareña (2006) es clave para la pretendida cuadratura del círculo: cumplir con Utrecht y la ONU. Como otras anteriores, es fruto del encaje en los tiempos actuales de la Plaza militarizada, cuyo Gobernador militar tiene poderes omnímodos de la Corona.

Así, el Gobernador puede legislar y denegar (previa consulta obligatoria a Londres) la aprobación de iniciativas legales gibraltareñas cuando lo requieran la paz, el orden o las “obligaciones internacionales”… ¡Ay Utrecht!. El poder ejecutivo es delegado por Londres al Gobernador o al Consejo de Ministros (funcionarios ingleses con otro nombre).



El judicial tiene en su última instancia al Tribunal de Apelaciones, constituido por jueces ingleses que viajan a Gibraltar tres veces al año. La Jefatura de Estado: Isabel II, ahora sólo como Reina de Gibraltar. Acuñan Libras y emiten sellos sólo con dicho título ilegítimo, porque la cesión se hizo sin soberanía, y el título (hoy honorífico) de Rey de Gibraltar pertenece a la Corona española, por cuestiones simples de soberanía no cedida. Gibraltar pretende ser un “demo” sin “cracia”.

Para la ONU los residentes gibraltareños no tienen derecho a autodeterminación. La causa es la militarización del enclave: la población autóctona huyó con la honra de sus mujeres pisoteada, y sus derechos civiles (recogidos en el Fuero de Antequera) a S. Roque o se diluyó con el diseño poblacional militar inglés. Un derecho civil básico como el de residencia se acomodaba al alza o la baja, a las necesidades militares.

En Londres, se auditaban los informes poblacionales del Gobernador, que recordaba que no habría en Gibraltar, las libertades políticas de otras colonias. Y esto ocurría todavía, no hace mucho: en el siglo XX. Hasta 1956, podía denegar el derecho de residencia incluso a nacidos en la Plaza. Derecho enervable si el sujeto era incorrecto con su Majestad.

Londres busca autosuficiencia económica tras haber conseguido un entorno estable por tierra, mar y aire. De ahí la secular tolerancia al contrabando, y una simbólica fiscalidad. Margaret Thacher lo tenía claro: Turismo, finanzas y construcción. Pero necesitaba la verja abierta, porque la Colonia se hundía económicamente en los 70. España se minusvalora y no se hace fuerte en la negociación para entrar en la OTAN y la CEE y cede (1982).

Después, se cree lo de woo the Gibraltarians! y ayuda al desarrollo económico del Peñón en vez de centrarse en el Campo de Gibraltar a cambio de vacías promesas de soberanía (en el mejor de los casos), si los ahora ricos gibraltareños quisieran. Su PIB ha crecido mas de un 400% desde 1983.

El Reino UNido no quiere devolver la colonia, y si España le toca los bigotes a EE.UU, se lo ponemos mas fácil

No existen inversiones estratégicas de envergadura desde la Refinería (1967) ejecutada en el marco del Plan de Desarrollo del Campo de Gibraltar, abandonado con una democracia que se vendió demasiado a la aceptación internacional. Sin medios, un marco legal y fiscal competitivos a este lado de la verja, es difícil crear oportunidades en el Campo de Gibraltar.

Soluciones, varias. Destacamos la generosa oferta de Castiella (1966) injustamente silenciada en España, muy parecida a la actual, y dinamitada por el RU por ser seductora al partido gibraltareño de los Palomos, que fue perseguido. Y la de co-soberanía (1997) germinada por liberales ingleses y españoles en “Un régimen de Soberanía Conjunta” (1985). Pero el RU no quiere devolver la colonia, y si España le toca los bigotes a EE.UU., se lo ponemos mas fácil.

El asunto de Gibraltar se podría comparara a una particular partida de “mus” donde juegan dos equipos, formado cada uno por una pareja de jugadores. De un lado, el equipo colonial formado por llanitos e ingleses: es disciplinado, y sus dos integrantes conocen el papel que cada uno tiene que jugar, sabiendo que en ultima instancia la metrópoli inglesa es la que siempre lleva la mano, aunque a esta le interesa que parezca lo contrario: haciendo a los llanitos, señas y vociferando falsas promesas de soberanía, que sabe que no puede dar, porque por el Tratado de Utrecht la metrópoli, no la tiene.

Con el “Brexit”, nunca se han dado circunstancias tan favorables para España, y quizá por ello al flemático Almirantazgo británico se le oye nervioso. Siguiendo con el símil del “mus”, además de las 3 cartas arriba referidas, ahora a España le ha tocado una cuarta, que podría ser otro rey: el posicionamiento de la UE junto al Derecho Internacional, y por lo tanto, junto a España. Veamos si España va a saber jugar con estos 4 reyes frente a los acostumbrados intereses oscuros de algunas élites españolas en Gibraltar, el cortoplacismo de nuestros partidos políticos, la traición de nuestros nacionalismos periféricos, y la presión indirecta de la diplomacia de EE.UU. Las cartas están echadas.


José Herraiz Gil es miembro del Club Liberal 1812 de Málaga

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