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Sindicatos: del esplendor al ocaso

Fueron respetados por todos y hoy su imagen se desploma entre corrupción, falta de transparencia y politización. Éstos son su principales problemas, ¿pero tienen soluciones?

Sindicatos: del esplendor al ocaso

Sindicatos: del esplendor al ocaso

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Los sindicatos no pasan por un momento de crisis: viven en ella, alojados en lo más profundo de las listas que periódicamente hace el CIS sobre las instituciones y entidades con menos crédito en la sociedad. De rozar el aprobado a hundirse a poco más de un 2 de nota en los estudios oficiales, las centrales forman parte relevante del conjunto de organizaciones políticas y económicas menos valoradas por los ciudadanos, pese al intento de cambiar de caras y de alejarse de su pasado más ominoso. ¿Pero cuáles son las razones? ¿Es justa esa imagen? ¿Pueden darle la vuelta a ese sentir bastante extendido? Coincidiendo con el 1 de mayo, analizamos las claves que explican el estado de las grandes centrales.

Corrupción

El papel de la UGT en Andalucía, inmerso en un problema sistémico que empapa a las instituciones de la comunidad emblemática para el PSOE, se ha llevado por delante la imagen del movimiento sindical clásico. El saqueo de fondos públicos destinados a parados, en un magma de causas que enjuician la participación en el montaje de cargos públicos, dirigentes políticos y líderes sindicales; ha sido un misil en la línea de flotación sindical que incluso afecta a CC.OO, ajena a los hechos en este caso.

Andalucía, Asturias y Madrid resumen la mancha por corrupción en el seno del sindicalismo

Los fraudes en Asturias, con detenciones y sonoras intervenciones policiales en la sede sindical que afectan al histórico líder José Ángel Fernández Villa; y la condena al antiguo secretario general del sindicato en Madrid, José Ricardo Martínez, por el uso de las célebres 'black card', cierran el círculo de descrédito.

Sectarismo

Su cercanía a la izquierda no es ni una sorpresa ni una novedad y va en la génesis de los sindicatos. Pero a menudo se les ha visto y presentado como una especie de infantería de la estrategia de derribo al PP desde partidos a los que, luego, se les perdonaba todo. Cierto es que los sindicatos han convocado huegas generales con gobierno del PSOE y del PP indistintamente, pero sólo con los populares lo han hecho de manera sistemática e intensa en ámbitos más concretos como la sanidad o la educación.

Ineficacia

Los sindicatos tiene reconocida legalmente la capacidad de negociación colectiva, como las patronales empresariales y, en consecuencia, las tablas salariales por sectores de todo el mundo dependen -o dependían- de ellos. Es un trabajo colectivo que las centrales siempre han considerado merecedora de respeto y agradecimiento, pues el resultado de su labor afecta no sólo a sus afiliados, sino al conjunto de los empleados. La reforma laboral les distancia de la negociación colectiva y los datos de creación de empleo parecen dar la razón al Gobierno: con un mercado laboral más libre y abierto, se crece en puestos de trabajo. Los sindicatos no han sabido evolucionar y, al perder ese papel, se quedan en tierra de nadie: en otros países de Europa son grandes proveedores de servicios (seguros médicos, pensiones, defensa jurídica, etc) que no se comportan como un partido político más y logran con ello más afiliados; en España esa evolución no está ni a medio hacer siquiera.

La foto que más daño hizo: dirigentes de UGT en Andalucía en una de sus célebres mariscadas

Hipocresía

Aunque UGT y CC.OO han criticado mucho la reforma laboral y el abaratamiento de los despidos, ellos la han usado también para adelgazar sus plantillas y adaptarlas a su nueva realidad económica. Al menos 1.000 trabajadores de las dos centrales han visto su finiquito en estos años de crisis, aplicando las indemnizaciones a la baja previstas en la misma ley que criticaban de manera tan ferviente. Mientras convocaban la huelga general de 2012 por ese cambio legislativo, se servían de él para reducir el coste de la liquidación parcial de sus propias plantillas. Una imagen que les ha hecho mucho daño.

Dependencia pública

Subvenciones, formación y liberados. Son tres losas que pesan mucho en la estima popular hacia los sindicatos. Claves en el ámbito industrial y en sectores privados muy relevantes; su integración en la Administración Pública les ha pasado una factura en imagen inmensa y difícil de resolver: sin todo eso, perderían buena parte de su masa social, de sus ingresos y de su relevancia pública. Pero lo cierto es que entre los sindicatos que mediaban o median en grandes conflictos como astilleros o minería y en empresas tan conocidas como Roca o Pegaso y los que liberan a afiliados en ayuntamientos y organismos públicos de toda laya para firmar suculentos convenios colectivos, hay una inmensa brecha: la misma que se ha generado entre ellos y la ciudadanía.

Corporativismo

Los sindicatos también tienen 'castas'. Los líderes clásicos, nacionales y territoriales, se resisten a dejar paso a nuevos dirigentes con una cultura sindical muy arraiga pero, también, con undiscurso nuevo que pretende anteponer los servicios que oueden dar al alineamiento con fuerzas políticas concretas y a al dependencia, directa o indirecta, del erario público. El caso de CCOO en Madrid es paradigmático: cuando surgió una cara nueva, Mercedes González, el aparato se movilizó para impedir que prosperara, aun a costa de dividir más al sindicato e impedir una renovación de fondo y formas que seguramnte le hubiera beneficiado.

Falta de transparencia

La pelea de los sindicatos por librarse de la aplicación total de la Ley de Transparencia, que les obliga entre otras cosas a difundir sus cuentas u contratos en respuesta al principio de publicidad activa, es definitoria de una actitud más cercana a la opacidad que a la pureza que dicen defender. Y dio la sensación de que buena parte de su actividad y de la procedencia de sus fondos no les permite presumir de ella o no. Sea o no cierto, sea justo o injusto, el mensaje emitido no pudo ser más desafortunado.

La inquina a los sindicatos incluye brochazos también. Pero con Redondo y Camacho, su imagen era bien distinta

Pérdida de la calle

Los sindicatos han perdido la calle y, de hecho, apenas se atraven a salir a ella conscientes de su mal momento. La conicdencia de esa crisis con otros fenómenos de protesta social lesha debilitado: desde las mareas blancas y verdes (fundamentalmente en Madrid) hasta las revueltas contra el Congreso o por la "dignidad"; el 15M en sus distintas versiones les ha sustituido con dinamizador de la protesta social.

La inquina hacia los sindicatos, intensa en sectores mediáticos y políticos conservadores, también ha contribuido a la formidable caída en la imagen de las centrales. No todo lo que se dice es justo ni cierto, pero en un régimen de opinión pública se generan imágenes poco sutiles que luego cuesta mucho levantar. Especialmente si a la crítica del adversario se le añaden comportamientos penosos y una falta de reacción pavorosa. En tiempos de Nicolás Redondo y Marcelino Camacho, hasta los más furibundos detractores del movimiento sindical le concedían un respeto ya perdido.


Cómo encontrarlo de nuevo en un mundo cambiante donde es sencillo salirse del cuadro pero muy difícil volver a incorporarse, ocupa buena parte de los desvelos en los despachos más reflexivos del sindicalismo español. Y aunque aún no han encontrado la respuesta al dilema, que al menos se lo hayan planteado es un primer paso lleno de valor. Y tal vez la única oportunidad para ganarse un futuro.

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