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Una confesión de Iceta a Susana Díaz despierta cábalas en San Telmo

El escenario lo han zarandeado los avales. Un trance, pero con la enjundia de depositar en las primarias más miedos que ilusiones. El amor al riesgo de la lideresa no llegaba a tanto.

Miguel Iceta y Susana Díaz, se saludan antes de una reunión del PSOE.

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La pelota queda en el tejado de la militancia, que es un colectivo lo bastante escaldado como para hacer de las conjeturas un ejercicio absolutamente inútil. Que hay partido, evidente; lo que además parece la ajustadísima diferencia de avales entre Susana Díaz y Pedro Sánchez es una invitación a la autodestrucción, el tiro de gracia a las siglas centenarias. Mal presagio.

Un partido unido frente a un Gobierno en precario tiene ya un pie en La Moncloa. Liderar una formación rota es carne segura de humillaciones y hasta de quiebras en lágrimas. En las horas previas al cierre de la ventanilla de Ferraz para la entrega de las firmas una susanista vaticinaba: “Si éste [Sánchez] logra un 30% de los votos, arregladitos estamos”. Pues bien, pudo quedarse muy corta y el experimento derivar en un triunfo interno del ex secretario general. A estas alturas, ya resulta imposible evitar males mayores y retomar el camino de la cordura.

La insólita seguridad reinante en Díaz se ha volatilizado y ha sometido a revisión su estrategia para cerrarle el paso a Sánchez: Arrasar en Andalucía y meter una cuña en Cataluña. La teoría y el papel lo aguanta todo, la realidad ya es otra cosa. Pedro Sánchez es el líder del PSOE para al menos el 40% de las bases con el apparatchik funcionando en su contra a toda máquina. De Despeñaperros para arriba, la ruinosa cosecha niega capacidad de seducción a Susana Díaz. Léanse las cifras en el territorio catalán. 974 avales frente a los 6.058 del sanchismo.

Las primarias son una confrontación entre dos modelos y falta ver cuál tendrá más peso. En el cuerpo a cuerpo aparece lo de siempre: ¡Intoxicación a raudales!

En ese quilombo, Díaz ha levantado el teléfono y ha enviado a sus embajadores José Luis Rodríguez Zapatero y Eduardo Madina sobre el terreno hostil, pero no ha habido manera de meter a su rival la daga hasta la intercostal. Más allá de que el ex presidente del Gobierno debió ahorrarse su crítica a “prejuicios” en Cataluña contra Susana Díaz por ser mujer andaluza, las matemáticas socialistas dictan que debe sobrepasar ahí el 25% de los votos para cortar el vuelo a Sánchez. El resultado de tanto acierto ha llevado a la baronesa a arremangarse y ensayar su cara a pie de calle. Todo un maratón de selfies, saludos a las bases y besos a los niños desde Sant Boi a Hospitalet pasando por Badalona y Barcelona, batiéndose el cobre.

En la cabeza de Susana Díaz - y seguro que en la de más de uno de su sequito – ha estado en estos días la imagen de Miquel Iceta, aquel que supuestamente ha puesto un huevo en cada candidatura, y un hachazo suyo de semanas atrás en un encuentro discreto cerca de la madrileña Carrera de San Jerónimo. El primer secretario del PSC careció de reparos en soltar a la aún favorita para liderar el PSOE: “No tienes posibilidades en Cataluña”. Cuando a su equipo se pregunta si hay voto oculto, es decir, militantes agazapados, capaces de dar la sorpresa, el susanismo sostiene que esa bolsa existe en tierras catalanas.

Estas primarias son una confrontación total entre dos modelos y falta por ver cuál tendrá más peso. Y dentro del cuerpo a cuerpo aparece lo de siempre: ¡Intoxicación a raudales! El tiempo corre para el PSOE y, con ello, para el futuro institucional del país y su estabilidad.