Carta abierta a Paula Echevarría tras arremeter contra la prensa del corazón
Después de las duras palabras que Paula Echevarría ha dedicado a los medios de comunicación, Saúl Ortiz escribe una carta abierta a la actriz en la que deja clara su posición...
La primera vez que te vi te contoneabas al lado de José Coronado. Con la cabeza bien erguida y las curvas marcando el paso. Te vendían como una actriz en ciernes en busca de una oportunidad. La conseguiste pronto y demostraste que eres una buena actriz. Te culminaste también como un personaje del corazón al alternar con David Bustamante. Creciste al mismo tiempo en la escena que en las revistas. Eras inocente y sensible. Apostaste por David cuando nadie lo hacía y formaste una familia aparentemente idílica. Las cosas empezaron a torcerse antes de lo previsto y ahora navegáis hacia un naufragio que se prevé dramático. Y tu estás enfadada con el mundo después de la jugarreta que Hola te ha hecho en su edición de esta semana. Y has mostrado tu cara más desconocida. Haciendo pagar justos por pecadores. Arremetiendo brutalmente contra los periodistas que no defienden tu verdad.
Acusas de manipulación a los medios de comunicación con una facilidad que helaría al más volcánico. Qué casualidad, cuánta ligereza al conjugar el mismo verbo que te acuñó una conocida bloguera cansada de ver reproducidos estilismos de celebs internacionales en tus redes sociales. Fuiste protagonista de programas y revistas que te arrastraban al fango del engaño. Sí, precisamente el mismo al que haces referencia en tu texto para proteger a los consumidores del cuché. Me pregunto si en aquel momento también te mostraste tan condescendiente con los dos millones de seguidores que, sedientos de inspiración, te consideraban la Diosa de la combinación. Dudo de ese arrepentimiento que nunca llegó. Te mostraste altiva y te negaste a atender a los compañeros de Cazamariposas cuando descubrieron tu dudosa creatividad. Pasaste por alto un escándalo que te salpicó de lleno. Pero preferiste abordar los rumores sobre tus crisis con Bustamante en esas convocatorias a las que no pienso volver a asistir.
Porque sí, claro que hablas. Y lo haces cómo y con quien consideras. No es cierto que deambulas en silencio como un alma errante. Nunca lo has hecho. Hace poco fuiste portada de la revista CorazónTVE con unas declaraciones concedidas a mi colega Aurelio Manzano. El argumento de que permaneces refugiada en las trincheras pierde fuerza con cada entrecomillado. No dices la verdad cuando insistes en que nunca has entrado en detalles sobre tu vida personal. Nos hemos visto en muchos photocall. En la mayoría has tenido que afrontar informaciones sobre vuestras crisis matrimoniales. Has llegado a reconocer, incluso, que tus discusiones con David son morrocotudas pero que las reconciliaciones llegan pronto. Acusas a la prensa de haber puesto en el disparadero a tu hija pero olvidas que hemos comprado fotografías en las que posabas alegre junto a ella porque os habían invitado a un viaje a DisneyLand. No he visto un titular tachando de innecesaria tanta sobreexposición.
Tus acusaciones son duras e injustas. No sé que sería de tu carrera publicitaria si esas revistas que denostas no cubrieran tus eventos promocionales. Acaso no has reparado en que no son los informativos ni los programas políticos los que hacen que sigas suscitando el interés mediático que te permite ganar miles de euros por lucir un brillo mayestático en tu frondosa melena. Son los Sálvame del día a día los que te permiten seguir viendo la vida desde la rueda de la fortuna. Me produce hilaridad sentirte tan molesta. Sobre todo porque ahora juegas a ese silencio (ante las cámaras) que tiene a la especulación como única aliada. Clama al cielo que te enerves por un titular de la revista Hola y no porque digan que tu todavía marido tiene una vida desordenada que te hace infeliz. Entiendo la presión. Pero también comprendo el cabreo de tus familiares políticos ante esta facilidad de enfadarte por nimiedades y sonreír cuando las preguntas son hachazos a la dignidad de David. Me despido de ti aludiendo a la misma frase de Shakespeare con la que finiquitas tu escrito: "Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras".