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Coca Cola cambia de bando: muerte al azúcar

¿Nos engañan con el miedo al azúcar? ¿Y si es peligroso desde hace 45 años por qué se toleraba? El Vicedirector de El Semanal Digital analiza una polémica económica, social y política.

Coca Cola cambia de bando: muerte al azúcar

Coca Cola cambia de bando: muerte al azúcar

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¿Podemos fiarnos de los estudios que pronostican cada año la llegada de las peores enfermedades por la ingesta de alguno de los ingredientes calificados como malditos? ¿Hay un componente de lobby que maneja nuestras dietas y miedos dependiendo de intereses comerciales?

El último de esos alimentos condenados parece ser el azúcar. No sé si acertadamente o no. Pero es evidente que lo es y así lo confirman los movimientos económicos de las empresas. El más reciente, el de Coca-Cola España: ha cerrado hace unos meses el European Hydration Institute (EHI), organismo destinado a la financiación de estudios científicos sobre hidratación, y ha disparado su aportación a sociedades científicas hasta alcanzar los 1,5 millones de euros. ¿Pero se ha tratado de un movimiento libre o condicionado por las corrientes de opinión?

Coca-Cola ha pasado de patrocinar las investigaciones en favor del azúcar a todo lo opuesto

Hace año y medio, The Times recogió en sus páginas el apoyo de Coca Cola al European Hydration Institute. El periódico subrayó la inyección de 4,86 millones de libras procedentes de Coca-Cola e hizo hincapié en la defensa que realizaba del consumo de bebidas azucaradas entre deportistas. El diario fue más allá: apuntó que el EHI estaba dirigido por Ron Maughan, profesor emérito de ciencias del deporte en la Universidad de Loughborough, que habría recibido casi 1 millón de libras de Coca-Cola mientras aconsejaba en materia nutricional a distintos organismos deportivos. Pero, pese a toda esa nomenclatura británica, lo cierto es que el EHI era un organismo creado en 2011 por Coca-Cola España.

La polémica no tardó en llegar. Y, con ella, el cambio de estrategia de Coca Cola en materia de financiación de investigaciones: el EHI que divulgaba las bondades de la bebidas azucaradas pasó a mejor vida, una fundación de lucha contra el Sida recibió cien mil euros; la Fundación para la Diabetes recibió otros 60.500 euros; la Fundación Española de la Nutrición, 225.000 euros entre estudios, congresos y otras actividades.

Y así un largo etcétera de apoyos diferentes hasta sumar esos 1,5 millones. Posiblemente, porque más vale eso que dejarse llevar por una presión social y mediática que ha provocado que el negocio multinacional de Coca Cola en 2016 facturase 41.863 millones de dólares, frente a los 44.294 millones de 2015. Una tendencia de caída de los ingresos que se confirma a lo largo del lustro (en 2012 facturó 48.017 millones) y que tiene mucho que ver con la opinión pública generada en torno al azúcar.

Desconozco que informes tienen más razón: si los que afirmaban que el azúcar era maravilloso para los deportistas, o los que ahora dicen que el azúcar es un peligro público. Pero lo que sé es que ambos fueron presentados como rigurosamente científicos. Y creídos por todos nosotros como dignos de toda confianza.



Vayamos más atrás en el tiempo. 2009: Robert Lustig, endocrinólogo pediátrico de la Universidad de California da una conferencia de 90 minutos bajo el título 'Azúcar: la amarga verdad'. El éxito de su charla es rotundo y se cuentan por millones sus visualizaciones en YouTube. Su argumento se basaba en que la fructosa, forma de azúcar muy presente en las dietas modernas, es un veneno culpable de la epidemia de obesidad infantil en EEUU. Conclusiones dramáticas no muy distintas de las que el profesor en nutrición John Yudkin publicó en 1972 en su libro 'Puro, Blanco y Mortal'.

Y yo pregunto: si se conocían los efectos del azúcar hace 45 años, si se confirmaron hace ocho, y si son reales esas afirmaciones, ¿por qué hemos tenido que esperar hasta ahora para ver el cambio de actitud de las compañías? Es más, si sus datos eran absolutamente científicos, ¿por qué Yudkin fue sepultado en su momento por una nube de nutricionistas, supuestamente igual de científicos que Yudkin y que los que ahora dicen que el azúcar es letal?

Si se sabe que el azúcar es tan malo desde hace 45 años, ¿por qué no se ha hecho nada hasta ahora?

Pero, ahondemos más en la grotesca historia reciente de la nutrición y sus informes supuestamente científicos. Porque la misma campaña que hoy vemos contra el azúcar -repito: bueno o malo, no puedo saberlo debido a las continuas y contradictorias consignas-, fue lanzada en su momento contra las grasas provocando, precisamente y por paradójico que parezca, un auge disparatado en la obesidad infantil.

¿Cómo? Pues porque los mensajes contra las grasas saturadas y el colesterol dieron paso a una profunda alteración de la dieta: los filetes y salchichas se cambiaron por pasta y arroz; la mantequilla por margarina; y los huevos del desayuno anglosajón por los cereales y leche desnatada. Y, en lugar de reducirse la obesidad, se disparó. Porque las grasas cedieron su testigo a un consumo masivo de carbohidratos: si en EEUU, en 1950, el 12% de la población era obesa, en 1980 ese porcentaje subió al 15%, y en 2000 escaló hasta el 35%.

Y si en Reino Unido, en 1980, el 6% de los habitantes eran obesos, en 2000 la cifra rozaba el 20%. Es más, la diabetes tipo II, relacionada con la obesidad, ha aumentado en ese periodo en paralelo en ambos países.

Repito la pregunta: ¿qué podemos creernos en medio de tanta campaña teledirigida?

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