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¿Dónde está Pedro?

Sánchez ganó las Primarias con dos ideas simples: que él iba a echar a Rajoy y que los barones querían evitarlo. Eso le hizo ganar pero, desde entonces, ese lema ha quedado enterrado.

¿Dónde está Pedro?

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Tal y como transcurrieron los meses previos a las Primarias, casi todo el mundo hubiera esperado que la primera intervención de Pedro Sánchez, tras ganarlas, se dedicara a explicar cómo iba a desarrollar el plan con el que había logrado convencer a la mayoría de los militantes del PSOE: echar a Rajoy y al PP de La Moncloa.

Sánchez ha olvidado nada más ganar lo que le hizo ganar: lo de echar a Rajoy y presentar a Susana como un obstáculo para ello

Ése fue el principal leiv motiv desde que, en octubre, dimitiera como secretario general al ver cercenados unos planes que nunca reveló en público pero se daban por supuestos: intentar llegar a la presidencia, pese a haber firmado por segunda vez en poco tiempo el peor resultado histórico del PSOE, mediante un acuerdo con Podemos que necesitaba, además, el voto a favor en la investidura de ERC, la vieja Convergencia y o el PNV o Bildu y Coalición Canaria.

La 'oposición' interna

El otro gran lema, complementario al anterior, ha estado a punto de destruir al PSOE y lo ha dejado muy malherido: para completar su deseo de desalojo, había que presentar a sus propios compañeros como un obstáculo, una idea que caló en la militancia. Que, de repente, empezó a ver a Susana Díaz, José Bono, Guillermo Fernández Vara o hasta Zapatero y González como una suerte de aliados de "la derecha más corrupta de Europa".

Pero Sánchez no dijo nada. Ni ese momento de gloria ni, tampoco, en las casi dos semanas que han transcurrido desde entonces. Y eso que tenía, en teoría, un trampolín estupendo para cumplir con su 'promesa': Podemos se había ofrecido ya a retirar su moción de censura y hacer piña con el PSOE. Una propuesta envenenada y con doble intención, pero que a la vez destapa el juego de Sánchez: nunca ha estado en condiciones de llegar a la presidencia del Gobierno, pero vendió la especie de que la única barrera era el establishment de su partido... hasta que persuadió de ello a los afiliados y recuperó la secretaría general.

El sanchismo ha olvidado todo lo prometido a los militantes nada más recuperar el poder

El silencio como táctica

Desde entonces, Sánchez se ha vuelto mudo, y todo lo que defendía ha quedado enterrado en un manto de silencio por el que nadie le pide explicaciones: ni los barones, entregados artificialmente y a la espera de una nueva oportunidad, ni los militantes. Nadie le ha preguntado que por qué está haciendo exactamente lo mismo que hacía la Gestora, con su frontal oposición. Y tampoco nadie le ha pedido aclaraciones sobre por qué si no es posible ahora un pacto con Podemos y otros partidos, hasta la votación interna se sugería que el Gobierno sí estaba al alcance de la mano.

El sanchismo ha demostrado que su único principio es el interés personal, la obtención del poder como objetivo y no como medio, a partir de un mensaje falseado que venía una posibilidad de Gobierno que nunca existió, achacándole a sus propios compañeros lo que en realidad era fruto, en exclusiva, de sus adversos resultados electorales.

La manipulación

La manipulación emocional del afiliado, cada vez más exiguo en número y menos intelectualmente exigente, haría -e hizo- el resto. Por eso en quince días el impulso de Sánchez ha quedado reducido a una desaparición de escena tan táctico como elocuente: se trata de pinchar el globo inflado por el propio Sánchez, dejar pasar el tiempo y que nadie se dé cuenta de que el nuevo secretario general va a hacer exactamente lo mismo que le reprochó con infinta dureza a Javier Fernández y el resto de dirigentes del PSOE.

Porque la otra opción era y es inviable, un pacto conjunto con Podemos y los independentistas en pleno desafío soberanista y porque, de ser factible, la mitad del grupo socialista en el Congreso y en el Senado se plantaría. Sánchez lo hace ya todo en clave interna, buscando pactos inestables en las federaciones regionales que suenan a simple tregua por ambas partes: cuando llegue el momento, y quizá para ello haya que esperar a otras elecciones, la batalla se recrudecerá y no será incruenta.

Mientras, Sánchez intenta saciar el "empoderamiento" de los afiliados, un concepto de Podemos que de repente se utiliza en Ferraz, con un despliegue de fuegos de artificio sin profundidad alguna: cerrará el 39 Congreso Federal del PSOE, el próximo 18 de junio, con "un gran acto con la militancia". Y eso será todo. Pero cuela, al menos cuando votan sólo los ciudadanos con carné socialista. Otra cosa ha sido cuando las urnas son para todos.

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