¿Para quién se roba el arte?
El robo de arte mueve seis billones de euros. Tras las armas y las drogas, es el tercer negocio ilegal más boyante. Pero también el más misterioso y, de algún modo, con más glamour.
Madrugada del día de San Patricio de 1990, Boston, Massachuset. Dos supuestos oficiales de policía acuden al Museo Isabella Stewart Gardner asegurando haber recibido una llamada de emergencia por unos disturbios en los alrededores; uno de los guardias de seguridad privada del Museo les franquea la entrada para que puedan confirmar que todo está en orden en el interior del reciento.
Según el FBI, sólo se recupera un 10% de los robado. Los expertos lo reducen al 3%
Una vez dentro reducen a los dos vigilantes, amordazándolos y esposándolos a las tuberías de calefacción. Tras un tour de poco más de horas, los ladrones “escogieron” trece obras de las más de dos mil que estaban expuestas. Tres Rembrants (entre ellos el “Cristo en la tormenta del Mar de Galilea”, única marina pintada por el holandés), un Vermeer, un Flink, varios dibujos de Degas y un Manet. Los ladrones desaparecieron sin dejar rastro en el que está considerado el mayor robo de arte del Siglo XX.
¿Y ahora qué? ¿Dónde acaban esos cuadros?
Un negocio misterioso
Lo que parece claro es que a sus legítimos dueños, pocas veces vuelven. Así, hay que señalar que según el FBI solo se recuperan alrededor de un 10%, aunque muchos expertos dudan de esas cifras, cifrando en 2 o 3% de lo expoliado lo que es restituido.
Y es que según las organizaciones internacionales especializadas el tráfico de arte, es el tercer tráfico ilícito mundial, por detrás del de drogas y armas, con un movimiento de seis billones de dólares anuales, y parece ser que pese a la mítica y leyenda de grandes coleccionistas y artistas del saqueo, los ladrones nunca son los coleccionistas ni los coleccionistas suelen compran, a sabiendas, objetos robados demasiado conocidos.
Los grandes golpes en Museos son la excepción, calculándose que las pinturas que se venden en el mercado negro se suelen cotizar a una décima parte de su valor. Pero es que incluso con ese “descuento” las obras maestras son todavía muy costosas y es muy difícil que alguien vaya a gastar millones por una obra que nunca podrá mostrar a nadie, ni traficar con ella.
Cuadros como cheques
Por eso la mayoría de los robos de arte no tienen como objetivo pinturas icónicas de grandes colecciones o museos, sino colecciones privadas y muchas de ellas desconocidas para el gran público, y que frecuentemente tienen un origen oscuro y cuyo robo difícilmente se va a denunciar.
“Un aspecto que se suele obviar en los robos de arte es el uso que se hace de estos para financiarse, usándose los objetos robados para comerciar en el mercado negro, fundamentalmente con drogas o armas”.
Dos Van Gogh fueron recuperados en 2002. Los entregó un jefe de la Camorra italiana
Esta afirmación es de Julian Radcliffe, ejecutivo de “The Art Loss Register”, compañía dedicada a la recuperación de piezas robadas. Según Radcliffe las grandes obras se usarían como cheques bancarios en el sentido de que a cambio del cuadro me das un contravalor en drogas o armas.
Así, por ejemplo, hace pocos días se han vuelto a exponer dos obras de Van Gogh robadas en 2.002 del museo del pintor holandés en Amsterdam; estaban en posesión de la Camorra Italiana, y fueron entregados por el jefe de la familia a la fiscalía de Nápoles a cambio de una reducción de pena, en un trato habitual en los grupos del crimen organizado; traficar con obras de arte para pagar deudas, incluidas con la justicia.
El mito de Eik el Belga
Pero culpar a las “mafias” parece un recurso bastante sencillo cuando no se tienen más pistas. Por ejemplo en el robo en el Museo de Arte Moderno de París en 2.010 donde fueron sustraídas obras de entre otros Picasso, Leger o Matisse, enseguida se señaló a la mafia corsa, que desde los 60´s ha sido responsabilizada de la mayoría de los delitos con obras de arte en todo el mundo (por cierto hay que destacar la fijación de estos grupos criminales con los cuadros de Picasso).
Pues hace pocas semanas, Vjéran Tomic, el conocido delincuente “Spiderman”, fue condenado a ocho años de cárcel por este robo, mientras que dos de sus cómplices fueron sentenciados a siete y seis años de prisión, respectivamente. Tomic, que ya había sido condenado en el pasado por robos similares, confesó que el anticuario Jean-Michel Corvez, le había encargado hacerse con la obra de Leger “Nature morte aux chandeliers”, sin que los corsos hubieran tenido nada que ver, y que una vez allí decidió agrandar el botín con otras cuatro obras valoradas en casi cien millones de euros.
Erik el Belga(segundo por la derecha), en una exposición propia en Marbella en 2016
En paradero desconocido
Por cierto, las obras no han podido ser recuperadas, y según uno de los cómplices fueron destruidas, una versión que no creen ni los otros implicados ni tampoco los investigadores…
Y es que la recuperación de las obras, es uno de los grandes problemas de las investigaciones. Así, en el robo del Museo Gardner, el responsable del FBI Richard DesLauriers declaró en 2013, coincidiendo con el 23º aniversario del robo, que sus investigaciones habían revelado la identidad de los ladrones (aunque no ofreció muchos detalles sobre ellos, sólo que pertenecerían a una organización criminal de Nueva Inglaterra) y que el botín fue trasladado a Connecticut y Philadelphia, donde los ladrones intentaron vender las pinturas sin aparente éxito. Sin embargo, admitió que no tenían ni idea del paradero actual de las obras…
Estando en la cárcel negoció una salida para encontrar uno de los Gritos de Munch. Eric cumplió su palabra y lo devolvió
Pero al margen de Mafias y drogas, hay ladrones imbuidos de mística cinematográfica, y que han saltado del oscuro mundo del tráfico de obras robadas a la popularidad, como es René Vanden Berghe (más conocido como “Erik el belga”), del que se calcula que tráfico con más de 6.000 obras, la mayoría obtenidas en iglesias y catedrales españolas y siempre mediante robos de guante blanco.
A Erik se le responsabiliza, entre otros cientos de expolios, de la desaparición de las famosísimas tablas de Pedro Berruguete en la iglesia de Santa Eulalia de Paredes de Nava, así como de la Silla de San Ramón de estilo Románico de Roda de Isábena. Cuenta la leyenda (que el mismo se ha encargado de agrandar) que estudió arte (se autotitula como “magnífico pintor”) comenzando a trabajar como anticuario y que empezó a robar para tener las piezas de calidad que no encontraba en el mercado, por mero placer estético.
El comprador es la clave
Y que empezó a recibir encargos… “¿Quién puede querer una talla románica para tenerla en casa? El que ya tiene cuatro o cinco y busca una superior. Quienes me pedían que robara un Cristo ya tenían otros, pero no eran tan especiales. Y los querían para su casa, para su propio deleite”.
Las famosas Tablas de Berruguete, sustraídas en su momento por Eik
Eric, tras ser encarcelado en Bélgica consigue fugarse de la prisión, recalando en España. Y aquí siguió con su trabajo. Sorprendido por las escasas medidas de seguridad de las Iglesias españolas, comienza a traficar con obras robadas, casi siempre por encargos de compradores extranjeros, ya fueran coleccionistas y marchantes europeos, así como parroquias de Norteamérica que carecían de la historia y del patrimonio que en España no era valorado.
Estando en la cárcel negoció con el Estado alemán una salida preventiva para encontrar y devolver uno de los Gritos, obra de Munch. Eric cumplió su palabra y lo devolvió. Once años después, el Gobierno alemán descubrió que era una copia que el propio Erik el Belga había pintado mientras estaba en la cárcel (el original nunca ha aparecido).
Un retablo mítico
Actualmente todos sus asuntos con las justicias europeas están resueltos, ya sea por estar prescritos o por haber pagado por ellos. Así Vanden Berghe ha colaborado con la justicia para esclarecer alguno de sus propios robos. Por ejemplo, el Retablo de San Miguel de Aralar, una obra de incalculable de dos metros de largo y que data del siglo XII, fue devuelta casi en su totalidad con la ayuda del belga.
Y es que lo que parece claro es que los robos de arte se basan más en el comprador que en el ladrón en sí… por que como siempre repite el famoso ladrón belga, “La primera regla en este negocio es que si no tienes un cliente claro vas a la cárcel; no puedes pasearte con un container de arte románico en ningún lugar del mundo. Es absurdo robar algo que te va a dar problemas y que nadie te va a pagar.”
Ah, por cierto, los marcos de las obras robadas siguen vacíos en las galerías del Museo Gardner, ya que el testamento de Isabella Stewart dejó bien claro que nada debía cambiarse en el museo después de su muerte, acaecida el 17 de julio de 1924. Aunque algo sí que ha cambiado, desgraciadamente.