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Garrido vuelve a su Ser

Viene Toni y se va Gemma, un cambio de cromos con moraleja filosófica: nada es, todo pasa, que decía el filósofo más fluvial para quitarnos un poco de importancia. Nunca tuvo éxito.

Toni Garrido (foto Cadena Ser)

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Aunque Borges decía que su único vicio era leer El Quijote y la Divina Comedia, despreciando otros como la bebida, el tabaco o "la radio"; lo cierto es que el transistor sigue siendo un fabuloso chute diario para millones de personas; un homenaje involuntario a Marconi para informarse, enfadarse, entretenerse o manipularse con gozo, que de todo hay en las ondas del señor.

La libertad de expresión no depende tanto de quién la ejerce cuanto de cómo la ejerce: el resto es marujeo

Aunque la progresía patria tiene tendencia a creer que todo lo que piensa es lo mejor y que todo lo que le ocurre a ella es injusto, la salida de Gemma Nierga y el retorno de Toni Garrido al micrófono que orfandó con la salida de Gabilondo entra dentro del terreno de la lógica: todo el que llega ocupa el lugar de alguien; y todo el que se va se lo deja a alguien también.

Sin dramatismos

El dramatismo que algunos comunicadores y tertulianos montan cuando convierten su tocata y fuga, voluntaria o no, en un asunto crucial para medir la salud de la libertad de expresión en España; encuentra en los relevos de las vedettes un contrapunto de lo más educativo para entender que nadie es imprescindible pero, sobre todo, para comprender cómo funciona la vida.

La Ser lleva años pegando bandazos, pero eso la confirma como un adhesivo indispensable en un país con apego a las curvas donde todo Dios se siente prima donna y casi nadie dona una higa a la conformación de una conciencia colectiva menos sectaria, menos previsible, más pedagógica.

Un mundo sin Putin

La moraleja es que si la radio resistió la marcha de Gabilondo o de Del Olmo o de José María García; también lo hará cuando toque de la de Otero, Pepa Bueno, Herrera o la mismísima Encarna resucitada. No nos pongamos estupendos, que es una buena señal: también nos recuperaremos, pues, de tanto Putin y tanta May, por mucho que ahora nos parezca que la humanidad esté llegando a su fin.

Que lo cuente Toni o lo haga Pepi es, bien mirado, no tan importante.

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