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Buendía

Pablo e Irene, vuelve el amor

El amor inunda el Congreso, lleno de 'caris' y carantoñas que humanizan la política y la llevan del frío Washington a la ternura de Teruel, capital del afecto sincero para un mundo nuevo.

Pablo e Irene, al terminar ella la intervención

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"No es que muera de amor, muero de ti.Muero de ti, amor, de amor de ti" Jaime Sabines, poeta mejicano

Pablo e Irene son ya los Bonny&Clyde de la política española, los tipos malos e incomprendidos para sus detractores pero legendarios para quienes entienden que robar a un banco es robar a un ladrón y que, de algún modo, eso les acerca más a Robin Hood que a un vulgar mangui del barrio obrero que ya es postal añeja para ellos.

Ellos traen justicia a un mundo sin afectos , falto de caris y 'tequieros' y de besos en esa única verdad que es el amor


No debe ser fácil ver a tu chica pasándolas canutas para cumplir el objetivo señalado por ti mismo, atizar a Rajoy como Cassius Clay a Foreman en el Congo; ni tampoco debe serlo ver a tu chico, tan ensimismado en una chaqueta prestada por una funeraria, ejercer de intento de Kennedy cuando diez minutos antes lo tenías en casa desayunando cola cao con galletas.

Viva el amor

Hay algo de Baader y de Meinhof en la pareja del momento, ese impulso atávico y peleón por un ideal, esa tendencia a situarse en el lado oscuro pensando mientras que insuflas un nuevo tipo de justicia para un mundo sin afectos, falto de 'caris', de besos, de esa única verdad que José Martí decía que era el amor.

Cuando Irene sacude a los peperos, algo se mueve en el alma de Pablo; pero cuando Pablo se pone presidencial, algo se muere en la de Irene. Porque ambos saben, entre mimos, que han llegado más lejos de lo que nunca soñaron, y que ser revolucionario desde un escaño dotado con los últimos adelantos en privilegios, es un chollo inigualable.

Con Íñigo

El "muy bien cari" ha llegado al Congreso para quedarse, aunque tenga de antisistema lo mismo que Errejón haciéndose la víctima incomprendida sin atreverse a abandonar su acta y sin permitirse no aplaudir como el que más: allá fuera, entre la gente, en esa "calle" mitificada donde los perros mean en las alcantarillas y los mozos aún ceden su asiento a las ancianas, hace mucho frío.

Aunque el tiempo, al menos en Teruel, señale una histórica ola de calor.