El miedo a los tanques, otro invento de la propaganda soberanista
El Ejército tiene unas obligaciones constitucionales que su ministra refrescó. Pero no hay plan al respecto. Es el soberanismo quien busca una nueva foto victimista de "invasión militar".
El punto 1 del artículo 8 del Título Preliminar de la Constitución dice, al respecto del papel de las Fuerzas Armadas, lo siguiente:
"Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional".
Y eso es , exactamente, lo que recordó la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, en un acto para conmemorar el 40 aniversario del Ministerio y dentro de un contexto muy determinado: el mismo día en que los tres partidos que gobiernan la Generalitat presentaron en el Parlament una delirante ley para celebrar un referéndum de independencia ilegal y tras subrayar que las responsabilidades y obligaciones de las FFAA en una democracia, saldadas con decenas de misiones humanitarias por medio mundo, "se encuentran donde haya que proteger los valores de la democracia y la Constitución, pero también la integridad y la soberanía de nuestro país".
Cospeda se limitó a leer la Constitución. Es el soberanismo quien busca una foto del Ejército en Las Ramblas
La ministra, en fin, generó un enorme revuelo por limitarse a leer de manera literal la Carta Magna, escandalizando precisamente a quienes consideran legítimo saltársela. O a quienes están en partidos que, si bien no apoyan directamente la secesión, sí se siente más cercanos a quienes la encabeza. Un ejemplo que lo resume todo fue el mensaje público de Albano Dante-Fachín, secretario general de Podemos en Cataluña y diputado en el Parlament: "El PP es un peligro para la democracia".
Los excesos... soberanistas
¿Dijo algo tan escandaloso Cospedal? ¿Reserva España para su Ejército unas funciones sin parangón en las democracias occidentales más avanzadas? ¿Tiene intención el Gobierno de desplazar soldados a Cataluña para sofocar lo que ya abiertamente se califica de Golpe de Estado desde distintos dirigentes políticos contrarios al mismo?
Empezando por lo último, la respuesta es negativa. Nadie quiere enviar tanques a Las Ramblas, como vienen anunciando desde hace meses apéndices mediáticos y políticos de la Generalitat, resumidos en un único comentario de la periodista de TV3. Astrid Bierge, quien hace sólo dos semanas lanzó un elocuente mensaje en público que permite conocer hasta qué punto es el soberanismo quien quiere ver desplegarse al Ejército en Cataluña: "La única manera de que no haya referéndum es que el Estado comience a matar gente".
No es una idea nueva. La misma periodista dejó plasmado por escrito, en un periódico catalán haya cuatro años, el incesante uso de las Fuerzas Armadas como un pilar de su victimización y parte de su estrategia propagandística:
El soberanismo quiere que la consulta se suspenda a la fuerza para, luego, convocar un 'plebiscito' que tampoco serviría de nada
"España siempre piensa con los genitales, y que en lugar de dejar que nos despeñemos solos, no podrá soportar un desafío como este y enviará a la Guardia Civil para cerrar los colegios electorales. Esto es lo que hemos de conseguir, este ha de ser el objetivo de la consulta, que nos la prohíban. Que nos la prohíban físicamente, no en los despachos, la prohibición se ha de poder ver en fotos. Al día siguiente saldremos en las portadas de todos los diarios del mundo. Una foto de gente haciendo colar para votar y camiones de la Guardia Civil impidiéndolo. The Spanish police forbidds Catalans to vote in referendum. Ya lo tenemos. Ahora a sacarle punta. Nos indignamos, hacemos una manifestación masiva, Mas dice que lo hemos de intentar todo y convocamos elecciones plebiscitarias. ¿Se atreverán también a prohibir o a boicotear unas elecciones? Lo dudo".
Alentar el miedo a la 'invasión'
Este párrafo sintetiza toda la estrategia soberanista: conducir el coche del referéndum hasta el acantilado constitucional, intentar que lo frene el Estado usando la fuerza y, finalmente, recular para celebrar nuevas elecciones, presentadas como un plebiscito -de nuevo- pese a que simplemente se volverían a elegir diputados por cada circunscripción catalana.
Cospedal, el Rey Felipe y el Rey Juan Carlos, el 2 de junio en el 300 aniversario de la Escuela Naval Militar de Marín
Las palabras de Cospedal, estricto reflejo del papel reservado en democracia al Ejército, se manipulan pues dentro de una campaña ya antigua que intenta aprovechar cualquier noticia o declaración relativa a las Fuerzas Armadas para insuflar en la opinión pública catalana una especie de temor a una invasión militar. A finales de marzo se vivió otro episodio casi idéntico.
Ese mes se conoció el envío de 100 tanques blindados a Cataluña para el Regimiento de Cazadores de Montaña Arapiles 62 con bases en el Bruc y en Sant Climent Sescebes, que se integrarían en la Brigada Orgánica Polivalente Aragón I, con Cuartel General en Zaragoza.
Un plan rutinario
Eso fue suficiente para que Jordi Graupera, exdirector del llamado Catalan Institute of America con sede en Nueva York y presupuesto a cargo del erario público, sospechara públicamente sobre la intención real de ese ‘despliegue’ de un Ejército que cuenta con 1.500 soldados de Tierra en Cataluña.
“¿Tenemos explicación oficial para el traslado de vehículos blindados a Cataluña?”. Cuando un experto le explicó que, simplemente, era una decisión rutinaria dentro de un plan mayor no exclusivo de una única autonomía, el delegado de la Generalitat en la Gran Manzana no reculó: “¿Con qué objetivo, el programa es de 2012?”.
La realidad es que el envío de nuevos recursos estaba incluida en una reorganización idéntica para toda España que está convirtiendo las viejas brigadas militares en Brigadas Orgánicas Polivalentes, con medios humanos y técnicos similares y unas funciones prácticamente iguales en todo el territorio.
El último jefe militar en Barcelona incluso defendió la 'neutralidad' del Ejército para desmontar al nacionalismo
Aún más, si por algo se han caracterizado los responsables militares en Cataluña es por enfriar el papel constitucional de la institución y ponerse de perfil, como demuestran las palabras de despedida en marzo de este mismo año del Teniente General Álvarez Espejo, un militar que antes firmó una hoja de servicios humanitarios en Líbano, Afganistán o Kosovo.
La "neutralidad"
“El Ejército deba mantener la neutralidad y el máximo respeto institucional”, explicó al cambiar de destino, antes de hacer un presagio político: “(Esto) se va a arreglar y habrá un entendimiento entre todos".
Este militar, apreciado en Defensa, llegó a sonar incluso como JEMAD, máximo responsable de todos los Ejércitos tras la propia ministra, y si su candidatura se cayó fue, entre otras razones, porque cumplía ya la edad reglamentaria para pasar a la reserva. Aún más, en 2006 otra autoridad militar del mismo rango, el teniente general Mena, fue apartado e incluso sufrió arresto domiciliario durante ocho días por prevenir públicamente sobre las consecuencias del Estaut de Catalunya que por entonces se trata de imponer.
Sanciones militares
"Lo peor que puede hacer un militar" es faltar a la neutralidad política y a la lealtad al Gobierno "elegido por todos los ciudadanos", dijo entonces a modo de explicación de la sanción José Antonio Alonso, ministro de Defensa con Zapatero hoy fallecido. Otro militar caracterizado por sus duras palabras sobre la cuestión catalana, el General Monzón, ni siquiera tiene espacio ya en televisión o en radio de ningún tipo donde exponer sus reflexiones.
El juego soberanista
En todo caso, pues, no hay voluntad política de aplicar un precepto que, no obstante, es constitucional y de obligatoria implementación si tras los fuegos artificiales del secesionismo se prosigue con la escalada rupturista.
Entonces Cospedal, que se limitó a leer la Constitución, sí podría y debería utilizar al Ejército siquiera para garantizar el Estado de Derecho. Y no es una excepción española: el potente Ejército Francés, tercero del mundo y encabezado por el presidente de la República como aquí por el Rey, tiene unas funciones casi exactas a las definidas por la Carta Magna para las Fuerzas Armadas nacionales. Razonable o no su temor, el poder Ejecutivo no tuvo ningún reparo en recordarle que el Ejército es una institución subordinada.
Y lo mismo sucede en Alemania, Inglaterra o los Estados Unidos; cuya organización sí permite elucubrar con algo más de sensatez sobre cuál podría ser la respuesta del Gobierno al pulso secesionista si no queda más remedio.
Los Mossos sí podrían encargarse de mantener el orden de manera discreta y ése podría ser el plan si es necesario
Allí, en América, cada uno de los estados tiene su propia Guardia Nacional, una especie de policía autonómica bajo el mando del Gobernador correspondiente. Pero el presidente puede recuperar las competencias de cualquiera de esos cuerpos si la situación lo requiere: por ataques terroristas o, por desafíos a la integridad nacional, impensables allí incluso en los estados más ‘independentistas’ como California o Tejas.
Los Mossos d’Escuadra serían algo así como el equivalente a esa Guardia Nacional, aunque ésta tenga rango militar y esté dotada con los mismos medios que sus Fuerzas Armadas. Y el célebre artículo 155 para grantizar la aplicación de la Constitución en Cataluña -y no para suspender la autonomía- sería el equivalente a la ley americana que permite al presidente recuperar el control sobre esas unidades.
Buscando la foto
Algo que en España no está previsto, pero sí pensado según fuentes gubernamentales. Lejos de querer enviar a tropas de Tierra o a la Guardia Civil, la opción que más se baraja es que sea la propia policía autonómica catalana la que se encargara, con el menor ruido posible, de evitar la apertura de pseudocolegios electorales o cualquier otra vicisitud.
Cospedal, en fin, no ha dicho nada que no sea un recordatorio de la ley, imbricado en el papel del Ejército en todo el mundo y, en el caso de España, artificialmente hinchado por un secesionismo deseoso de tener una foto que le permita actuar, de nuevo, como una víctima de la inexistente opresión.