Ikurriña, ese tortazo de tela
En Cádiz no quieren dar una calle a Miguel Ángel Blanco, pero en Pamplona ondea ya la ikurriña. El contraste, en una imagen que resume el deterioro: ¿no está claro aún quiénes son los malos?
El secesionismo en Cataluña, la consolidación de Bildu en el País Vasco, la inmersión lingüística en la Comunidad de Valencia... y la ikurriña en el Ayuntamiento de Pamplona, ondeando libre e ilegal entre cánticos y aplausos en honor a San Fermín que escondían, también, alguna ostentosa pancarta en favor de los presos de ETA.
Mientras en Cádiz se rechaza poner una calle a Miguel Ángel Blanco, en Pamplona ondea ya la ikurriña. Era al revés.
Mientras en Cádiz se rechazaba poner una calle en recuerdo de Miguel Ángel Blanco, en la capital de Navarra y en el conjunto de la región se pasea, ufano, un mundo abertzale que gobierna el Ayuntamiento y decide quién gobierna la Comunidad Foral. Es el mundo al revés: la víctima escondida u olvidada; el verdugo o su amigo colonizando el espacio que jamás debió pisar si tanto martirio y sangre hubieran tenido al menos, por insiuficiente compensación, la asunción por parte de todos de quiénes eran los buenos y quiénes los malos.
La España esnob
Pero no nos engañemos: en esta España posmoderna el sentido común y la justicia son mercancía vetusta, antigualla de reaccionarios y carne de chirigota. Lo top es poner una ikurriña en Pamplona y arrancar una bandera de España en Barcelona. Y en ese tránsito de imágenes, en ese contraste de comportamientos, se explica buena parte de lo que nos pasa.
A la familia de Blanco casi le da apuro salir a la calle. Pero los amigos de sus secuestradores y asesinos probablemente estén hoy en un ayuntamiento o en un parlamento, disfruntando de la vida y pensando que, tal vez, al fin y al cabo sí que han ganado: sólo tienen que ver ondear al viento esa ikurriña pamplonica, un tortazo de tela en las conciencias de quienes aún tengan una en razonable estado de revista.