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Antonio Martín Beaumont

Lo que busca Pedro Sánchez abrazado a la nación de naciones

Sánchez tiene una hoja de ruta: acercarse a la vez al populismo y al nacionalismo para entenderse en el objetivo común de desalojar al PP. Un camino repleto de minas que intenta recorrer.

Pedro Sánchez, este fin de semana en Barcelona

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Pedro Sánchez ha apretado el acelerador y ha movido ficha. Sólo una semana después de reunirse con Mariano Rajoy, con quien acordó mantener abierta una vía de “contacto permanente”, el secretario general del PSOE buscó por su cuenta marcar un perfil propio ante el órdago secesionista en Cataluña, envolviéndolo en un adelanto electoral que él y Miquel Iceta, como candidato del PSC a la Generalitat, dan por seguro.

Sánchez se ha prodigado en contentar al nacionalismo a costa de querer asumir en la modificación de la Ley de Leyes

Quienes contaban con que Sánchez esperase a Rajoy –como se había comprometido– se han visto sorprendidos por un cambio de estrategia que encierra riesgos en una cuestión de alto voltaje. Cataluña ya tiene una salida política pactada y acordada entre todos los españoles: la Constitución de 1978.

Pero la celeridad del líder socialista, demasiado pendiente de los movimientos de Podemos, conlleva la vía de la reforma de la Carta Magna para avanzar hacia un Estado Federal, con Baviera o Bélgica como modelos de su concepción plurinacional.

Sube la apuesta

Sin solución de continuidad, se ha prodigado en contentar al nacionalismo –insaciable por naturaleza– a costa de querer asumir en la modificación de la Ley de Leyes “el reconocimiento de las aspiraciones nacionales de Cataluña”. Sánchez es reconocido por su gusto por las apuestas, y en la de ahora pone en juego el frente constitucionalista. Sin duda. Para arreglar un problema, crea, una vez más, otro mayor.

Y en ese camino, además, su iniciativa está condenada al fracaso ante el rechazo del PP o de C´s, sin contar con que este salto supondrá sobre todo una inyección de oxígeno a los independentistas. Ahora que estos empezaban a fracturarse, con sus purgas internas de por medio, el socialismo va a dar alas a Carles Puigdemont y a los suyos.

Por ello, a muchos les preocupa que sus siglas puedan embarrancar sin tan siquiera haber avanzado. De hecho, el secretario general de los socialistas se ha encargado de anular a Patxi López, presuntamente al frente de la Secretaría de Política Federal, un área a priori clave para negociar ese encaje de Cataluña en España.

Pirueta sanchista

A día de hoy, Sánchez cuenta con la discreción de López (de perfil, como tantos otros, frente a su hoja de ruta), pero el ex lehendakari sería sin duda de los partidarios a aplicar más tiento que premura. No en vano negoció la Declaración de Granada –principal norma del PSOE sobre el modelo de Estado– por encargo de Alfredo Pérez Rubalcaba.

La pirueta sanchista llega tan alto que enseguida ha producido vértigo en una parte del socialismo. La pregunta formulada por el propio López a Sánchez en el debate de las pasadas primarias fue difícil para el renacido secretario general, quien no supo contestar y nebulosamente se refirió a una “nación de naciones” que todavía retumba en los oídos de “la vieja guardia” del PSOE.

Iglesias mantiene el objetivo de ser sacar al PP de La Moncloa con una nueva moción de censura. Sánchez quiere marcar el ritmo

Aunque, a estas alturas, a pesar de la preocupación y malestar internos, resulta poco probable que algún dirigente eleve la voz en público para, al menos, advertir de que la prioridad debe estar centrada en frenar el ilegal 1-O y no en inaugurar el melón constitucional con cesiones y mercedes al secesionismo con el fin de que no se enfade demasiado. En definitiva, juzgan que era mejor esperar, ver los pasos del separatismo y cerrar filas con el Gobierno en su respuesta.

Pero Sánchez, sin duda, mira de reojo en cada uno de sus pasos a Pablo Iglesias. En privado, incluso se ufana de encabezar “la Liga de la izquierda”, dejando claro el deseo de apuntalar su relación bilateral con Podemos. Al final, se trataría más que nada de quién es el hegemónico en esa relación. De momento, para construir una agenda común frente a Mariano Rajoy.

"Nación de naciones"

Con Castilla-La Mancha como banco de pruebas, Iglesias mantiene que el objetivo debe ser sacar al PP de La Moncloa con una nueva moción de censura. Sánchez, si bien comparte el objetivo, quiere marcar el ritmo: “Paso a paso y sin prisas”. Su prioridad, hoy, es volver a aparecer nítidamente como la alternativa al PP. En todo.

También, a la postre, en el reto independentista. Además, sabe que abrazar el concepto de “nación de naciones” allana el camino para obtener en el futuro el apoyo de todo el nacionalismo en el Congreso de los Diputados si aprieta el botón para sustituir a Rajoy. De hecho, algunos socialistas afirman que “esa es la verdadera intención” que enmascara su líder con la “Declaración de Barcelona”.

El secretario general ha aterrizado en Ferraz con una Ejecutiva de leales, y los críticos carecen de ganas y, sobre todo, de fuerza para nuevas batallas. Bastante tienen los presidentes autonómicos con mantenerse ante las embestidas sanchistas. Nunca debe ponerse la venda antes de la herida, claro, pero sería muy ingenuo no percatarse de las incertidumbres que comporta el aventurerismo de Sánchez. Porque, además de arriesgar la misma convivencia de los catalanes, abre una ruptura política en España de enormes implicaciones.

Con Iglesias

Este lunes Sánchez se verá las caras de nuevo con Iglesias y los suyos. Una cita en la que al secretario general del PSOE le acompañará buena parte de su guardia pretoriana: Margarita Robles, Adriana Lastra, Meritxell Batet, Susana Sumelzo, Pedro Saura, Manu Escudero y Toni Ferrer.

En esta primera toma de contacto, a la que seguirán otras, los socialistas pondrán encima de la mesa temas para “abrir camino” con la formación morada, como la Declaración de Barcelona, la corrupción del PP, la implantación de una renta mínima, la subida salarial o el rescate a los jóvenes. “Todo va según lo previsto”, me apunta enigmáticamente un destacado sanchista.