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Buendía

Villar, gol en propia meta

El hombre que daba más patadas al respetable que al balón se ha metido un gol en propia meta. La Audiencia Nacional le ha sacado tarjeta roja: a ver cuántos partidos le suspenden.

Villar, el pasado mes de mayo

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Ángel ha perdido el ídem, esa baraka que le protegía, desde los tiempos en que Iríbar paraba balones y melones, de las más siniestras sospechas. Nunca hizo esfuerzo por resultar simpático, como si en el cargo de presidir eternamente la Federación de 'Fúbol' fuera incluido dar más patadas al respetable que al esférico.

Villar se ha dedicado a mirar al resto, durante demasiado tiempo, como a unos vulgares pigmeos

Si el deporte rey es territorio de ídolos caídos, el batacazo en la Audiencia Nacional de Ángel María Villar tiene algo de crónica de una muerte anunciada, de epílogo inevitable para quien olvidó aquello que le decían a los emperadores romanos: "Memento mori". Recuerda que eres mortal, por mucho nombre celestial que tengas y mucha flor que lleves en innombrable sea la parte.

El juez Santiago Pedraz le ha detenido, y con él a su hijo y a media federación, por apañarse contratos y emolumentos de falsas asesorías con, se supone, clientes de la Federación beneficiarias de partidos internacionales: una especie de do ut des con involuntarios Iniestas e inocentes Pedritos en el que de algún modo se pagaba con dinero de todos a cambio de recibir una parte con uno de esos vericuetos administrativos que acaban siendo siempre un apoteósica chapuza.

Ya lo aclararán los tribunales y quien sea menester, pero mientras queda la extraña sensación de que Villar llevaba danzando en el alambre siglos y que, en lugar de acercarle al suelo de la justicia, casi todo el mundo le elevaba a los altares de los cielos.

Sí, desde allá arriba la caída siempre acaba siendo más ruidosa, pero mientras se ha dedicado a mirar al resto, durante demasiado tiempo, como a unos vulgares pigmeos.