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Enrique Redondo de Lope

Una campeona sin titulo

Aunque Jesse Owens fue el emblema contra la Olimpiada nazi, una mujer simboliza tanto como él el horror de Hitler: la saltadora expulsada de los Juegos por judía. Ésa es su historia.

Gretel Bergmann

Gretel Bergmann

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Si hay una imagen icónica de las Olimpiadas celebradas en Berlín en 1936 es sin duda la del atleta norteamericano de color Jesse Owen, que obteniendo 4 medallas de oro humilló a toda la jerarquía nazi y su previsto espectáculo de la superioridad aria.

Y es que esos juegos olímpicos estaban diseñados y pensados para mostrar al mundo la Nueva Alemania, un país emergente y recuperado de su derrota en la I Gran Guerra y que había hecho de la superioridad de la raza aria un estandarte de la nueva civilización que estaría destinada a regir el destino de Europa en las siguientes décadas.

El mundo entero hubiera visto a Hitler entregando una medalla a una judía: por eso no la echaron pese a ser la mejor

Pero la humillación pudo ser peor; el mundo entero contemplando cómo Hitler entregaba una medalla de oro a una judía que representaba al régimen nazi. Y es que el 30 de Junio de 1936, cuando solo faltaba un mes para el inicio de los Juegos en Berlín, Gretel Bergmann acababa de batir el record nacional alemán en salto de altura, lo que le daba acceso directo al equipo alemán que participaría en los Juegos.

"Vista sus actuaciones recientes, no está dentro del equipo que disputará los Juegos Olímpicos", rezaba la carta que recibió Gretel donde le comunicaban su no selección para el equipo teutón. El Comité Olímpico Alemán había borrado todas sus marcas. Únicamente recibió una invitación para estar a pie de pista durante las pruebas.

"Muy judía"

Y es que era judía, “muy judía”, tanto de físico como de mentalidad, como escribirían en su expediente los burócratas nazis. En lugar de Bergmannuna atleta llamaba Dora Ratjen la que representaría a Alemania en sus olimpiadas, no pudiendo alcanzar medalla. Tiempo después, se demostró que Dora era en verdad un hombre.

Gretel había nacido en 1914 en una pequeña población alemana lindando con la frontera suiza. Con 17 años ya era considerada la mejor saltadora de Alemania, pero la llegada de Hitler truncaría su más que prometedora carrera, al ser expulsada de su club de atletismo debido a su raza judía, por lo que su padre, un próspero empresario, decide mandarla a Inglaterra, donde seguiría dando muestras de sus aptitudes como saltadora, proclamándose campeona nacional del país.

Hubiera ganado

Las circunstancias y forma de cómo fue marginada en la Alemania Nazi la hicieron una celebridad, lo que obligó al Comité Olímpico Alemán a ponerse en contacto con ella para convencerla de volver a Alemania, con la promesa de su posible participación en los juegos. Y es que Estados Unidos había amenazado con boicotearlos si se impedía la participación de atletas judíos en el equipo germano.

Pero nunca se lo permitieron. Cuando el equipo americano estaba ya embarcado, la negaron la posibilidad de participar. "Hubiera ganado el oro, no había otra posibilidad", declararía amargamente años más tarde.


La gran Gretel Bergmann, poco antes de morir a los 103 años

La saltadora escapó de Alemania un año después de las Olimpiadas berlinesas, emigrando a Estados Unidos, donde al igual que en Inglaterra, se proclamaría campeona nacional en 1937 y 1938. Soñaba con la revancha olímpica participando por el equipo americano en las Olimpiadas de Helsinki, pero el estallido de la II Guerra Mundial truncaría su sueño. La mejor saltadora del mundo nunca pudo participar en unas Olimpiadas.

En el exilio de por vida

Alemania, tras la caída del régimen nazi, intentó compensarla varias veces por la injusticia que con ella se cometió, pero ella mantuvo su promesa de no regresar nunca a Alemania, pese a que fue oficialmente invitada a Berlín en 1986 para la celebración del aniversario de los 50 años de los Juegos.

Hasta 1999 no volvería a pisar suelo alemán cuando en su ciudad natal decidieron bautizar con su nombre el estadio local. “Quiero que cuando los niños pregunten quién era Gretel Bergmann, les cuenten lo que me sucedió”

Margaret, el nombre que adoptó en Estados Unidos, ha muerto tranquilamente en su casa de Queens, Nueva York, hace unos días. Tenía 103 años y una historia que no debe ser olvidada.


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