Truman, aquellas bombas
En plena tensión atómica por Corea del Norte, el autor recuerda la ignominia de Truman y sus dos horribles bombas en Japón para expresar un deseo y un antídoto: "Recordad vuestra humanidad".
"El caballero se culpa a sí mismo, mientras que el hombre ordinario culpa a los demás".
Confucio
La culpa tiene un rasgo distintivo del resto de emociones: suele ser, en un alto porcentaje de casos, retrospectiva. Nunca suele aparecer en tiempo real. Cuando Caín mató a Abel disfrutó haciéndolo, según cuentan las sagradas escrituras, pero unos segundos después miró en rededor y se dijo: "¡Por dios bendito, pero, QUÉ HE HECHO!". Y, con el correr del tiempo, apareció en él esa obsesión por ocultar pruebas, porque nadie se enterase.
Cuando algún paciente acude a mi consulta con problemas de culpa siempre les propongo la misma cuestión. "Ya que me pagas 100 euros la consulta -aunque adapto mis tarifas a las situaciones económicas personales de cada uno hasta llegar a 30, menos no, porque entonces palmo yo pasta-, creo que deberías ser consciente de algo importante. ¿Cuándo estabas con tus amigotes esnifando coca y bebiendo champagne en copas que parecían jarrones de flores, en el puticlub, te sentías culpable?". No- responden siempre- la sentí cuando mi mujer se enteró. "Entonces no es culpa, es miedo".
"¿Cuando estabas con ese tío guaperas que te hacía el amor como nunca antes te sentías culpable por tu pareja o apareció esa detestable emoción después?". Apareció después -me dicen siempre-. Cuando me di cuenta de lo que hice. "Entonces no es culpa, es miedo".
Ese indigente ético Truman, presidente por aquel entonces, ordenó tres días después la detonación de otra bomba atómica
No les voy a juzgar. A nadie. Nunca. No soy sacerdote. Soy psicólogo. Pero creo que es bueno que tengan en cuenta este detalle para leer lo que viene a continuación.
Aquel agosto del 45
El 6 de agosto de 1945, hace 72 años, el doctor Michihiko Hachiya, director del Hospital de Comunicaciones de Hiroshima, estaba sentado en el jardín de su casa, contemplando la bóveda oscura. -No sé si pensó que hace millones de años el cielo era una infinita playa de oscuridad y que, poco a poco, la luz apareció allá arriba, como un incesante goteo-.
Después de pasar toda la noche examinando el firmamento que se extendía sobre su cabeza, realizando sus tareas de vigilante antiaéreo, se tumbó en la cama junto a su mujer para descansar.
De súbito, una especie de relámpago lo llenó todo de vigas, escombros y polvo. Cuando recobró la conciencia, su cuerpo estaba parcialmente calcinado y de su cuello salía sangre. Estaba desnudo. Gritó el nombre de su mujer, Yaeko-san.
La ignominia
Unos días después sus compañeros le informaron de que había sobrevivido a la primera bomba atómica impelida por el ser humano. Más de cien mil personas murieron en tan solo un segundo -y aproximadamente la misma cantidad en las horas posteriores-, en el instante más ignominioso de la Historia de la Humanidad.
No contento con esa atrocidad sin precedentes, lo que denota una absoluta ausencia de culpa, ese indigente ético de Harry S. Truman, presidente de los Estados Unidos por aquel entonces, ordenó tres días después la detonación de otra bomba atómica sobre niños, ancianos, jóvenes y familias enteras de la ciudad de Nagasaki. Más de cien mil personas murieron en otro fatídico momento y, de nuevo, aproximadamente la misma cantidad resultó herida con graves secuelas para la salud, la mayoría de ellas irreversibles.
De momento, estos han sido los únicos ataques nucleares perpetrados por "el imperio de la libertad" en lo que llevamos los seres humanos de historia. Ni los gobiernos de Corea del Norte, ni los de Rusia. Ninguno de ellos ha demostrado la sádica ausencia de la más mínima decencia humana que demostró ese genocida de Truman.
Little Boy y Fat Man fueron los nombres de ambas bombas, como si de un juego de niños o de una película de animación se tratase. Una nación tan potente, desde un punto de vista económico, como retrasada mentalmente en su edad. Con aquel psicópata de Truman que reveló una carencia de empatía tan asombrosa como macabra.
Ni Obama
El 27 de mayo de 2016, Obama visitó Hiroshima. Fue un gesto importante que Obama viajara a Hiroshima. Pero no se arrodilló ante los dirigente nipones y, entre lágrimas, pidió disculpas. No. No lo hizo. Y es de esperar que el actual presidente y la mofeta que lleva en la cabeza, de proporción y color áureos, tampoco lo haga.
Little Boy y Fat Man fueron los nombres de ambas bombas, como si de un juego de niños o de una película se tratase
Pero algún presidente lo deberá hacer, tarde o temprano, para zanjar el asunto. Los japoneses son unos grandes amantes de los gestos. Los orfebres de la literatura Ryūnosuke Akutagawa y Yukio Mishima -con Cógol como padre secreto de las letras asiáticas- son fieles testigos de lo que les hablo.
Diez años después de aquella fría, calculada masacre civil sobre Japón, Bertrand Russell redactó junto a Albert Einstein aquel manifiesto al que se fueron sumando científicos e intelectuales, que constituyó un movimiento antinuclear socialmente bastante influyente. El Manifiesto Russell-Einstein.
El manifiesto
"La perspectiva de la raza humana se ha oscurecido más allá de cualquier precedente". El manifiesto llamaba a los participantes a dar conferencias neutrales desde un punto de vista ideológico -solo se exigía sentido común, nada más- por todo el planeta. Cuando Rotblat recibió el Premio Nobel de la Paz en 1995 se mostró escueto en su discurso: "Recordad vuestra humanidad y olvidad el resto".
En contadas ocasiones he pedido que compartan artículos en sus redes sociales. Ésta es una de ellas. Ya es momento de que la humanidad recupere la más mínima honestidad que haya podido perder por el camino.
Recordad vuestra humanidad y olvidad el resto.