María, Remedios y 80 sirios en Madrid
El autor fabula sobre dos mujeres madrileñas que, en un día cualquiera del largo verano, ponen a prueba los valores de Carmena y sus seguidores, con un resultado sorprendente.
Son las nueve de la mañana y María ya baldea su patio con arte mientras escucha canciones de Bertín Osborne.
Mariano se acaba de levantar y asoma la cabeza para saludar:
—Quita esa música por dios… pon algo de Silvio Rodríguez.
—Yo no escucho cantantes que defienden dictaduras, yo sólo tíos macizos —dice María con sorna sabiendo que su Mariano se va a enfadar… pero poco—, por cierto, hay 80 sirios ahí tirados en el parque con to la calor, los ha visto la Remedios… ¿cómo es que no se los lleva pa su casa la Carmena?, tanto welcon y welcon.
—Pues porque no son de su competencia que no te enteras, que lo he visto en la tertulia…
—Pero ¿qué competencia Mariano?, que son seres humanos coño, hay niños, y están en su ciudad… sino, ¿pa qué les pone el cartel de welcon?
—Pues me parece que les han ofrecido albergues.
—¿Albergues? ¿Pero tú te estás oyendo?... ¿no te acuerdas lo que decías de la Esperanza cuando propuso llevar a los sin techo a albergues?, si sólo te faltó llamarla terrorista, y en esas tertulias que ves estuvieron dos semanas machacándola a la pobre mujer.
—Me voy por el pan.
El patio de María y Mariano es un primero, y debajo de las macetas se ponen a veces un grupo de chavales que entre cigarro y cigarro, y sin dejar de mirar nunca su móvil de última generación arreglan el mundo. María les escucha hablar de los sirios y echarle la culpa al PP, al capitalismo, a la Merkel…
—Oye, ¿pero os vais a llevar a alguno para vuestra casa o no?
—¿Qué dice señora, ya está usted?— protesta el de la camiseta del Che Guevara.
—Sí hombre, que como os dan tanta pena, que si vais a hacer algo aparte de echarle la culpa a todo el mundo que no piensa como vosotros.
—Señora —grita el del pañuelo palestino—, ningún ser humano es ilegal, y todos tienen derecho a una vivienda…
—No, si la teoría ya me la sé hijo, pero yo digo que ¿qué vivienda?, ¿la tuya?, ¿los vas a llevar pa tu casa o no?
—Eso lo tiene que pagar el gobierno…
—El gobierno no tiene dinero, es mi dinero, el que me quita con impuestos… el gobierno no paga na, lo pago to yo como siempre; y si mañana vienen 800 en vez de 80 ¿de dónde sacamos las casas a ver?, ¿y quién las paga?, ¿otra vez yo?
—Yo que sé señora… pues que los metan en albergues…
—¡Ah, los albergues! Si es que tenía razón mi Esperanza… con todo lo solidarios que sois en el feisbú y al final hay que meterlos en albergues… qué raro…
Los chavales hacen un gesto con la mano como de déjenos en paz, y María vuelve a la faena. A las doce Remedios ya está tocándole al timbre a María para ir al mercado.
—¿Qué tal Mariano?
—Bufando se me ha ido porque le he dicho que a su Carmena le importaban un pijo los sirios esos, que lo único que le importa es la pancarta pa engañar a la gente.
—Tú me dirás… ahora creo que se los va a llevar el Gobierno a un hotel, de acá pa ya claro, no sabrán qué hacer con ellos.
—¿Al final sabes quién los va a atender?
—Cáritas.
—Pues eso, la iglesia como siempre, porque las pijas éstas hija, asaltar capillas sí, pero llevarse a un refugiado como que no.
—Tú me dirás María.
—Si estuviera gobernando la Espe estarían todos esos niñatos concejales en el parque sacándose fotos y haciendo declaraciones diciendo que es una vergüenza… pero ahora no irán, no les importan los pobres ni los inmigrantes ni na… sólo están cuando hay foto pa sacar tajada.
—Tú me dirás María, ahora que gobiernan ya saben que la vida no es tan fácil, que regalar pisos y pagas no es ninguna solución.
Después de la compra pasan junto al parque donde están los sirios, María deja cinco paquetes grandes de pan de molde, y Remedios dos paquetes con lonchas de queso y jamón york.
“Pa los niños”, le dicen a la señora que los recoge y agacha la cabeza en señal de agradecimiento.
—¿Nos vemos el domingo en misa?
—Sí, paso a buscarte.
—Ay Reme, cuanto mejor iría el país si nosotras fuéramos las presidentas…
—Tú me dirás María, tú me dirás.
María se topa con los chavales que arreglan el mundo bajo su casa al volver. Hace mucho calor, los ve sudar.
—¿Os bajo unas Coca Colas frías?
—No se moleste— dice el de la camiseta del Che con la boca pequeña.
—No, si no es molestia… ahora bajo hijo.
—Gracias señora.
María sube las escaleras pensando en cómo es posible que siendo tan iguales, haya gente capaz de conseguir que nos odiemos tanto.