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Ahora, la pequeña política no toca

Al Estado le va a corresponder jugar un papel en la persecución de los asesinos, también a la hora de juzgarlos. Y el Govern catalán tendrá que comprender que el apoyo es imprescindible.

Pugdemont, flanqueado por Colau y Junqueras.

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Uno, afortunadamente, no es político. No está uno obligado, por tanto, a ejercer de políticamente correcto, obviando el problema político con Cataluña para no ligarlo con el monstruoso atentado terrorista yihadista en Barcelona este jueves por la tarde. Sí hay, lo siento, relación entre una cosa y otra. Por eso, uno puede decir que este jueves, este fin de semana, toda España es Barcelona. Antes, claro, lo dijo el Rey, con una significación muy obvia, pero sin ir más allá. Creo, no obstante, que hay que ir un paso más adelante.

El dolor de toda España se concentró en esas víctimas mortales, en esas decenas de heridos, en sus familias: a nadie le importaba de qué países, de qué partes de España, eran. Al Estado le va a corresponder jugar un papel en la persecución de los asesinos, también a la hora de juzgarlos. Y el Govern catalán tendrá que comprender que el apoyo de los servicios secretos, de las fuerzas de seguridad del Estado, de los diversos departamentos relacionados con el Gobierno central y con las instituciones que puedan prestar su ayuda para paliar tanto dolor, es imprescindible.

Desde luego, estoy seguro de que, al menos, lo va a entender la opinión pública catalana. Entre las docenas de reacciones que escuché en radios y televisiones, la que más me interesó fue la del presidente de la patronal catalana, Joan Rosell, destacando que, cuando la tragedia humana se produce, nada importa la pequeña política. Y, este jueves de luto, todo lo demás que no fuese atender a los que sufrían se había convertido en pequeña política. Lo asumieron muy bien también los huelguistas en El Prat. Todos. Creo que no tendría sentido ahora echar en falta alguna condena, buscar doble sentido en los discursos de Puigdemont o de Ada Colau, o de cualquier otro: todos estuvieron a la altura. Allí estaba el Estado entero al lado de Barcelona, de Cataluña. Una imagen para la reflexión y, confío, quizá a fuer de ingenuo, para el futuro.

Creo que este atentado, y esto quizá sea lo políticamente incorrecto en estos momentos, debería tener eso: consecuencias políticas. No es tiempo de fraccionamientos, creo. Hay que dejar para mejor ocasión esa pequeña política, porque lo esencial es garantizar la seguridad y el mayor bienestar posible del ciudadano, y eso solamente lo puede hacer un país grande, con medios, con relaciones internacionales. No sé si Puigdemont entenderá el durísimo mensaje, pero confío en que la sociedad civil acabe mostrándole el camino. Como decía Pujol, cuando aún le respetábamos, ahora, otra cosa, no toca.

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