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España debe decir basta

España lleva 40 años consintiéndoselo todo al nacionalismo para intentar su integración. Y sólo ha servido para estimular un Golpe de Estado. Toca cambiar la respuesta, sin ambages.

España debe decir basta

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La aprobación de la ley secesionista en Cataluña es la confirmación, si acaso hacía falta, de la articulación de un Golpe de Estado desde las instituciones que, paradójicamente, existen gracias a él y tienen por prioritaria obligación defender y respetar lo que avala su propia existencia.

Todo el esfuerzo lo ha hecho siempre España, hasta el punto de diluirse para no molestar. Eso debe acabar

Para llegar hasta aquí sin duda España ha cometido algunos errores, pero ninguno de los que sistemáticamente airea, con indignante victimismo, el independentismo. Nunca ha faltado esfuerzo integrador ni reconocimiento y defensa de los valores, las costumbres, el autogobierno o la identidad catalana, prueba de la riqueza de la nación española y no indicio de la coexistencia a la fuerza de dos naciones distintas.

España generosa

Aún más, España se ha diluido en Cataluña de manera voluntaria desde 1978, en un ingenuo intento de reforzar la idiosincrasia catalana que sólo ha servido para exacerbar el desapego del soberanismo, incentivar el frentismo y mostrar una deslealtad reiterada.

Si en algo se ha equivocado España es en haber aceptado ser menos España en Cataluña, alimentando la intoxicación educativa, política y mediática que ahora culmina con un desafío golpista impresentable.

Imposible de tolerar

Pero llegados a este punto, tan importante es saber lo que ha pasado en Cataluña, con la complicidad irresponsable de quienes han considerado más progresista entender los delirios secesionistas que las leyes democráticas españolas; como hacer lo oportuno sin alharacas pero también sin ambages.

La manipulación incluso de los atentados en Barcelona para contestar a la unánime condena y el afecto nacional con un desprecio inhumano a España y sus instituciones evidencia la imposibilidad de entenderse con semejante compendio de golpistas despreciables y, por el contrario, invita a utilizar todos los mecanismos al alcance del Estado de Derecho para hacer prevalecer la ley, el orden y, especialmente, la democracia.

Porque si hay un ‘derecho a decidir’ en juego aquí, es el del conjunto de los españoles. Y si hay una opinión que escuchar y atender, es la que recoge la Constitución, el recurso que nos dimos todos para garantizar una convivencia pacífica e integrar en un gran proyecto europeo las distintas sensibilidades que conforman a España, todas ellas explicativas de uno de los países más antiguos del mundo.

Aplicar el artículo 155, procesar a los impulsores del Golpe y garantizar la preeminencia de la ley no es ninguna agresión

Aplicar el artículo 155, procesar a los impulsores del Golpe y garantizar la preeminencia de la ley no es ninguna agresión, sino la lógica respuesta a un pulso que no se debe echar, pero sobre todo no se puede ganar.

Sin ambages

Sean cuales sean los efectos, no serán peores que los ya vividos hasta ahora ni que los derivados de casi cuatro décadas mirando para otro lado.

Porque las consecuencias de haber dejado crecer la idea de que la única forma de ser buen catalán era dejar de ser español ya los conocemos y se resumen en un hecho inédito en Occidente: en Cataluña no se puede estudiar en español en la escuela pública.

Remediar ese despropósito, como símbolo de tantos otros bienintencionados, tal vez sea la única manera de restituir el sentido común. Pero que empiecen, al menos, por garantizar el imperio de la ley.