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Samuel Vázquez

Rojos y fachas

La vieja dialéctica de bandos irreconciliables vuelve, si acaso se fue alguna vez, con otro nombres pero mismo fin: facilitar la creación de 'clientes' para líderes políticos sin escrúpulos.

Rojos y fachas

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Discuten en los bares como si les fuera la vida en ello, se desean la muerte por twitter sin ni siquiera conocerse, se llaman fachas y rojos con la mirada inyectada en sangre.

No tienen remedio; bueno sí lo tienen: leer y viajar. La ignorancia, en la era de la información, ya no sirve como excusa.

Son iguales, pero ellos no lo saben, los programas de Podemos y el de Le Pen en Francia comparten ideario en un 80%

Una serie de líderes, que en realidad son amos, viven, ¡y cómo viven!, de inocularles ese veneno que les garantiza fidelidad para poder seguir llenándose los bolsillos a su costa.

Si deshumanizas al de enfrente, si eres capaz de generar odio hacia él sólo por pensar diferente, logras adeptos para tu causa, siervos sin espíritu crítico que sólo siguen consignas llegadas desde un comité que piensa por todos. Funciona igual que en las sectas, un pastor y muchas ovejas.

Totalitarismo

A estos líderes siniestros defensores de ideologías totalitarias alguien les dijo alguna vez que leyendo 300 libros se convertirían en personas cultas, pero se olvidaron de advertirles que si todos los libros que lees son de la misma ideología, en lo que de verdad te conviertes es en un fanático, y eso es lo contrario de la cultura.

La cultura implica escuchar a todos con espíritu crítico para formar una opinión honesta. Son exactamente iguales, pero ellos no lo saben, los programas de Podemos en España y el Frente Nacional de Le Pen en Francia comparten ideario en un 80%.

Ambos detestan el capitalismo, cada vez que en Europa se vota el libre comercio como método ya más que demostrado de llevar prosperidad a los pueblos, van de la mano a votar en contra; prefieren la economía dirigida desde un poder central que ha arruinado países enteros y propiciado hambrunas que han causado millones de muertos como en El Gran Salto Adelante en China, o el Holodomor ucraniano; hoy lo viven en Venezuela, no aprendemos.

Del marxismo al fascismo

Hitler solía gritar en sus discursos: “somos enemigos del sistema capitalista de hoy, con su explotación de los más débiles, y su indecente valoración del ser humano según las propiedades que posee”; lo gritaba el Fürher, pero perfectamente lo podría haber dicho Pablo Iglesias en cualquiera de sus mítines.

El propio creador del fascismo, Benito Mussolini, había sido un joven marxista que llegó a dirigir el órgano de propaganda del Partido Socialista Italiano, el Diario Avanti.

Él mismo fue quien explicó que al volver de la Gran Guerra, “muchos jóvenes marxistas internacionalistas se habían vuelto nacionalistas, y fue así como se convirtieron en fascistas, no tuvieron que hacer nada más, todo lo demás era igual”.

La Europa del Este

No hay nada como fijarse en aquellos lugares donde sufrieron en sus propias carnes a estos dos grandes monstruos del S.XX para entender la huella macabra que allí dejaron, e intentar no repetir la historia.

No es casualidad que casi todos los países que vivieron bajo el yugo de las dos tiranías, países como Polonia, Hungría o la República Checa equiparen la hoz y el martillo con la esvástica, y tengan ambos símbolos prohibidos por ley.

No nos dejemos atrapar otra vez en esa espiral de fanatismo que nos destruyó por dentro en el S.XX

Viajar por el este de Europa debería ser casi obligado para los jóvenes europeos, no sólo por la belleza de ciudades como Praga o Budapest, sino por la vacuna intelectual que supone tomarte una cerveza en Mala Strana con alguien que te cuente la historia de la resaca: cuando los tanques rusos liberaron Praga de la dominación nazi, los praguenses salieron a celebrar la libertad y a emborracharse por las calles de la ciudad—pero no les dejaron pasar ni la reseca—, cuentan allí; al día siguiente descubrieron que todo seguía igual, sólo habían cambiado una tiranía por otra.

El odio como negocio

No soy yo quien para dar consejos, pero cuando te encuentres con alguien que no piensa como tú, invítale a una cerveza, a la media hora descubrirás que compartís el 80% de vuestro proyecto vital, y que el 20% que os separa no da para odiarse, si acaso para hacer un esfuerzo por entenderse. Hay mucha gente que vive a costa de ese odio.

No nos dejemos atrapar otra vez en esa espiral de fanatismo que nos destruyó por dentro en el S.XX, no seamos tan estúpidos.

Gila daba en el clavo cuando contaba aquella historia de trinchera vivida en primera persona donde dos tíos que no se conocían de nada se enfrentaban a muerte, y al caer la noche y arribar el aburrimiento, ambos acabaron saliendo de su agujero de tierra para echar un cigarro, hablar del Atleti y preguntarse qué coño hacían allí, apuntándose a la cabeza.

Yo añadiría un ruego a la historia del maestro del humor: que los nietos ideológicos de los hijos de puta que llevaron a Gila y a su amigo a apuntarse a la cabeza, no nos hagan repetir la historia.

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