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Buendía

Quedar como un Trapero

El jefe de los Mossos ha quedado por los suelos y alguien tiene que decirlo: su gestión al servicio del soberanismo le muestra como un actor metido a policía en tiempos para pocas bromas.

El jefe de los Mossos, careacontecido

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Aunque la Generalitat le medalleó a las pocas horas de los atentados, para medallearse a sí misma y que nadie hiciera demasiadas preguntas, el jefe de los Mossos está haciendo honor a su apellido desde entonces, quedando como un ídem ante una opinión pública estupefacta por sus explicaciones, sus fallos, sus lagunas y, por qué no decirlo, su chulería, simbolizada en un enfrentamiento con El Periódico de Catalunya que engrosa ya la historia de los despropósitos.

La Generalitat medalleó a Trapero para medallearse a sí misma y que no le preguntaran casi nada

El tal Trapero es mejor actor que policía, aunque como adalid del secesionismo no tiene precio para sus inenarrables jefes, el tal Puigdemont y el cual Forn, otros dos que se han cubierto de gloria con una gestión del horror digan del museo consagrado a ellos. Entre los tres desoyeron avisos previos, tan rotundos como la explosión de una casa y las advertencias de la CIA, de Bélgica y de una jueza; evitaron la colaboración de Cuerpos más expertos como la Guardia Civil; patrimonializaron la tragedia para demostrar qué pedazo de Estado independiente eran y, de postre, alimentaron que una manifestación por las víctimas se convirtiera en un aquelarre soberanista.

Aficionados

Que no se ofendan, pero los Mossos están, o deberían estar, para poner multas de tráfico y detener a los quinquis, pero no para gestionar con aldeanismo una lucha global que requiere de cuerpos especializados y no de aficionados con ínfulas identitarias. Al independentismo parece preocuparle menos que les maten, siempre y cuando sea con lagunas de sus policías; que les ayuden, si ello procede de ese símbolo españolazo que es la Benemérita o de ese emblema imperialista que es la CIA.

Pero Josep Lluís Trapero está contento: si hay algún lugar del mundo donde incumplir, fallar, saltarse la ley o cagarla está bien visto si se hace en nombre de la causa correcta, ése es Cataluña, la Cataluña de las CUP, de Junqueras, de Mas, de Puigdemont y de tanto atribulado secesionista capaz de ver enemigos en los amigos y amigos en los enemigos. Una cosa es envolverse en la bandera para quedar bien con la tribu; y otra bien distinta taparse los ojos con ella. Trapero, esto, lo hace fenómeno. No le faltarán palmaditas.