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A pedradas con doña Inés

El salvaje deseo de una soberanista contra Inés Arrimadas resume el ecosistema que el independentismo ha logrado crear para hacer de la cosmopolita Cataluña una tierra aldeana.

Arrimadas, en un acto de Ciudadanos

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A Inés Arrimadas le suelen detestar por guapa, inteligente y española, un pecado en una parte de la Cataluña que ve las virtudes, o las meras características de sus ruvales, como una agresión en sí misma. Pero nunca le habían dirigido a nadie el mensaje que una atroz representante del secesionismo más burro vomitó en una red social tras verla en acción en Tele 5: "Ojalá al salir te violen en grupo".

El problema no es que un mindundi le diga algo así a la dirigente catalana. Ni siquiera lo es constatar, una vez más, que las redes sociales están más cerca de la letrina para gañanes que del puente para entenderse. El quid es que ese deseo sólo puede llegar a pronunciarse en un contexto y con un paisaje determinados que sí se dan en Cataluña: la ruptura de la convivencia, el asalto a la ley, la estigmatización del distinto y el uso de la fuerza desde las propias instituciones.

Cuando el bombero es el pirómano, el policía el ladrón y el juez el reo; una sociedad se deteriora y sus más bajos instintos florecen en un mensaje en Facebook que, aun representando sobre todo a su autora, define un degradado ecosistema catalán con falta de oxígeno democrático y de aire fresco ciudadano.

Puigdemont no logrará jamás la independencia, pero sí su némesis: hoy la gran Cataluña que dice querer construir por el curioso método de salirse del mundo civilizado es más pequeña, más aldeana, más sectaria y más incómoda que nunca. Hasta el punto de que allí a doña Inés no le falta Tenorios dispuestos a tratarla a pedradas.

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