El "lado oscuro": Esta es la táctica de Sánchez con Colau para después del 1-O
El líder del PSOE ha saltado los altos muros que le separaban de Rajoy por la gravedad del pulso al que se enfrentan. Pero, aquí nadie peca por ingenuo. Sus pasos tienen mayor recorrido.
Pedro Sánchez trabaja sobre el complejo escenario del “día después” en Cataluña. El secretario general del PSOE ejerce una oposición de Estado, esa que marca asegurar su apoyo al Gobierno de Mariano Rajoy para garantizar la vigencia de la legalidad frente a quienes intentan quebrarla. Ahora bien, ello no es obstáculo para insistir en la necesidad de resolver por las vías políticas la crisis de fondo. Vías políticas que seguirá defendiendo, señalan en Ferraz, más allá del 1-O.
Estuvo, desde luego, rápido de reflejos el líder del PSOE en su rechazo al intento de Pablo Iglesias de marcarle el paso precipitando una comparecencia urgente de Rajoy en el Congreso, y la aplazó hasta el día después del referéndum. El intento de Unidos Podemos de reflotar su deteriorada organización fue censurado entre bambalinas desde el Grupo Socialista y tachado como una “jugarreta” para obligarles a “sacar la cabeza”, en un momento en el que ellos no desean cargar contra el PdeCAT en el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo. Lo consideran contraproducente para mantener luego abierto el diálogo que busque la solución al conflicto. “Si queremos sentarlos alrededor de una misma mesa, controlemos el parte de daños”, repite el entorno de Sánchez.
La gestión de los tiempos ya provocó discrepancias en el seno de una Ejecutiva Federal socialista adepta al líder, dirigentes leales con la salvedad de Patxi López, como secretario de Política Federal, una de las carteras de mayor peso, aunque ya poco dispuesto a dar batallas como la del concepto de nación. Sánchez arrastró las dudas de los suyos respecto a la oportunidad de impulsar la difuminada comisión monográfica sobre el modelo autonómico. Todos ellos eran perfectamente conscientes de que la iniciativa política en estos momentos estaba en manos de La Moncloa. Las diferencias internas nunca fueron con el fondo de la propuesta registrada. En general, los miembros de la cúpula que realmente pesan en la voluntad del secretario general, coincidían en la necesidad de articular un instrumento de esa naturaleza. La brecha entre distintas voces se llegó a producir a propósito de la ocasión de superponer en el tiempo esa mesa con el órdago independentista.
Fuera de los muros de Ferraz, expectación. El jefe de filas ha evitado hasta ahora convocar una cumbre de barones, pero ha realizado una ronda telefónica para dar traslado a las federaciones de los acuerdos de su Ejecutiva. Manos libres es lo que ha obtenido. En ese contexto, sólo ha asomado la cabeza la andaluza, Susana Díaz, que ha insistido en el aviso de que espera no tener que elegir entre la lealtad al PSOE y a Andalucía ante posibles concesiones a Cataluña.
A la espera de la letra pequeña de las iniciativas, y tras rebajar las expectativas de su difuminada comisión monográfica sobre el modelo autonómico una vez aparcada la reforma constitucional, Sánchez ha recibido el aval incluso de Rajoy. De hecho, ambos líderes han sabido saltar el muro de recelo y, paso a paso, han recuperado una relación, si no de confianza, sí de interlocución sincera, que les une en el imprescindible “frente de acción conjunta”. La gravedad del pulso que las sediciosas instituciones catalanas mantienen con el Estado hace obligatoria la exhibición de esa clara sintonía de Gobierno y Oposición que contribuye a generar una respuesta política firme pero serena al órdago independentista. Un mensaje de que los “eternos” adversarios políticos son capaces de aparcar sus divergencias cuando de lo que se trata es de defender la democracia y la ley.
Pero, aquí nadie peca por ingenuo. Los pasos de Pedro Sánchez tienen mayor recorrido. Mira hacia el desafío independentista y, también, a unas hipotéticas elecciones en Cataluña. Las cuartas en siete años. Esa cree el líder socialista que va a ser la salida de Carles Puigdemont. Tal convencimiento pudo seguramente extraerlo de su almuerzo discreto celebrado el pasado 25 de agosto con el presidente de la Generalitat. El secretario general socialista ha interiorizado que nos hallamos en un contexto preelectoral. De ahí que, en conversaciones privadas, traslade el convencimiento de que el PSC liderado por Miquel Iceta se abrirá hueco para catapultarse en un nuevo Parlament como segunda fuerza, arrebatando esa posición a C´s, que retrocedería en beneficio del PPC. Las expectativas que maneja Sánchez pasan por contemplar a su partido “hermano” catalán en una dinámica al alza, nada fácil ante la tendencia a la polarización, que permitirá a Iceta encabezar la alternativa en un complejo escenario con una ERC ganadora, pero con el PdeCAT y las CUP prácticamente en la irrelevancia.
En esa línea de futuro hay que enmarcar también su reciente decisión de mantener la alianza en el Ayuntamiento de Barcelona con los Comunes, presintiendo que Ada Colau buscaría alguna fórmula para “vender” a los suyos su colaboración con el referéndum. En efecto, le bastó a la alcaldesa recibir el dictamen desaconsejándole la cesión de locales municipales porque vulneraría los preceptos del Tribunal Constitucional para colgar en un tuit que podrá votarse sin poner en riesgo al consistorio y a sus funcionarios. Los puestos de votación, de materializarse, serán de titularidad de la Generalitat. La cuadratura del círculo. Un sí, pero yo no. Al menos la alcaldesa hace algún esfuerzo para evitar la tentación de echarse en brazos de ERC. No será Sánchez quien la empuje a los brazos de Junqueras. “Arrojar a Colau al ‘lado oscuro’ está lejos de ser la solución. Al contrario. Además, nunca se jugará una inhabilitación porque tiene la ambición de hacer carrera en política”, advierten voces socialistas.
En definitiva: el PSOE no tiene otra intención que cerrar filas con el Gobierno para cortocircuitar a los secesionistas. Mirando, eso sí, de reojo los movimientos de Podemos y C´s por intentar ganar protagonismo en el escenario político. Así será, al menos, hasta el 1 de octubre.