Frenazo al golpismo en Cataluña
El autor, catalán, anima al Gobierno a no ceder en su respuesta y considera que la contención del secesionismo es un acto de libertad para todos los catalanes agotados de soberanismo.
Llegó el día, por fin, después de décadas campando a sus anchas, a la manada de lobos estelados le han puesto coto. Si echamos la vista atrás, vemos que su hoja de ruta para alcanzar su paranoia identitaria siempre ha sido la misma, durante estos veintisiete años amparados en el supuesto “seny” (sensatez) han ido quemando inteligentes las etapas al ritmo que le marcaban la inacción o subestima del Gobierno central de turno.
Al principio eran pequeños arañazos lastimeros, a los que siguieron zarpazos difícilmente calmados con a veces inocentes, y otras veces interesadas cesiones clave para desarrollar y financiar el fin que perseguían, que claramente es separar Cataluña del resto de España, que es por lógica su razón de ser.
Libertad al fin
Los últimos años, ya crecidos ante tanta desobediencia inocua a todo tipo de sentencias judiciales, el victimismo patológico dio paso a un recital de brutales dentelladas. Sintiéndose inmune ante el estado de derecho, el leviatán nacionalista se había quitado la piel de cordero que le cubría el pelaje totalitario, y dejando de impostar el balido sobre los desafiantes aullidos, pilló al Gobierno con el paso cambiado.
Hoy, para una inmensa mayoría de catalanes hartos de emitir un grito sordo de denuncia, se nos abre un nuevo escenario, sentados frente a los televisores vemos como se obliga con la fuerza de la ley, a cumplir con la legalidad vigente hasta hoy pisoteada, como se han pisoteado sistemáticamente nuestros derechos y libertades.
Una bocanada de aire puro llena de democracia los pulmones que ahora empiezan a exhalar libertad. Por una vez, y que no sirva de precedente, no puedo desdeñar la estrategia del Gobierno al dejar que los golpistas Puigdemont, Junqueras, y los violentos de las CUP y Arran, ambiciosos fueran apretando el nudo de la soga que colgaba de su cuello, enajenados en el delirio paranoide se han pasado de frenada, e instalados en prepotente desobediencia, sustituyen la legalidad vigente con leyes como la de transitoriedad que nacen sin legitimidad alguna.
En silencio, jueces, fiscales, servicios de información, Policía Nacional, y ¡Cómo no! La sacrificada y nunca suficientemente valorada Guardia Civil han dejado sin palabras al arrogante Mayor Trapero, que de momento no está ni se le espera en ninguna rueda de prensa.
Había que inculcar el relato victimista, llegando al supremacismo étnico
De hecho, los dirigentes, los interesados del éxito del disparate independentista están muy callados, y sólo se oye por las calles el quejido de una parte de la sociedad catalana convertida en masa humana, uniformada y aborregada en el relato fantástico de un “país” inventado, que falaz no se sustenta en ningún argumento que no sea el del discurso romántico sentimental.
Sería una visión miope no reconocer que una parte importante de la sociedad está perfectamente adoctrinada por el discurso único del régimen, que se ha extendido como una mancha de aceite por todo el tejido social.
Los desaciertos
Este fenómeno que fuera de Cataluña nadie se explica, que nadie entiende cómo se ha llegado tan lejos. Tiene todo su sentido en la hoja de ruta que hablábamos al principio, había que inculcar el relato victimista, de agravio histórico, de expolio económico por parte de España, llegando al supremacismo étnico, y para todo ello han usado métodos goebbelianos sustentado en el control de la información a través de unos medios de comunicación propios, o generosamente subvencionados, la desacertada decisión de ceder las competencias plenas en educación y sin ningún control por parte del Estado, cuando es la competencia clave para cohesionar un país, y parece mentira que nadie se diera cuenta que para el independentismo el país y el sujeto político siempre ha sido Cataluña.
Por otro lado la usurpación del espacio público con simbología y actos de propaganda ideológica, así como el control del tejido social y asociacionismo con sus tentáculos.
A partir de mañana espero que ya no haya vuelta atrás, que el Estado sea garante de nuestros derechos y libertades, que el estado de derecho después del golpe asestado al fascismo independentista, no vuelva a permitir el acoso a familias cuyo único pecado fue pedir que sus hijos estudiarán más horas de español en España, que no permita que se persiga y se multen a comercios por rotular en español en España, en definitiva que los catalanes como españoles que somos, tengamos los mismos derechos que el resto del país.