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Piqué, un defensa al ataque

Por autoestima de España, Piqué no debería jugar con la Selección. Su independentismo esnob resume al conjunto de un soberanismo de salón al que todo le acaba saliendo gratis.

Piqué, 'votando' y sonriendo

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Piqué y el Barça son el resumen del secesionismo esnob, de esa revolución burguesa impulsada por los borrokas de la CUP que intercambia barricadas de cartón piedra con barras de sushi y noches de satén.

El central del Barça profesa ya sin ambages su independentismo y, a la vez, su disposición administrativa a jugar con la Selección, como si fuera un club mercenario en el que no cuentan los colores ni las emociones y bastara con saber disparar: Piqué juega con España como lo haría con Alemania, pese a que llevar esa camiseta es y debe ser, más que un acto deportivo, una declaración de amor.

Que el Barça entero se comprometa con el soberanismo pero no se atreva a perder por incomparecencia un partido ni a marcharse de la Liga también ofrece, con estruendo, otra metáfora del alma secesionista, que quiere lo mejor de una España real y de una República catalana inexistente e idealizada dominada, en realidad, por el nacionalpopulismo más casposo en muchos kilómetros a la redonda.

Por autoestima de España, Piqué y el Barça no pueden seguir impunes

Cuando la resistencia se libra desde el cheslong y la revolución se perpetra con un cóctel en la mano, el tufo a activista de salón es el mejor aliado para evitar el estropicio secesionista, el delirio de tipos que un día se van de regatas y otro de golpe de estado, conscientes de que nunca van a perder e indiferentes al daño que generan a terceros, alejados de la élite e indispensables para que ésta se mantenga.

Las primas

Piqué no debería jugar en la Selección nunca más, por autoestima de España, el país que menos se quiere del mundo a juzgar por la tibia respuesta que ofrece cuando el mismo tipo que la denigra luego se quiere quedar con las primas. O cuando acepta que se pidan más explicaciones a la Guardia Civil y a la Policía Nacional por intentar restituir la Constitución que a la cañana que la ataca.

Sí, Gerard es muy bueno y su rendimiento con la Selección es estupendo, pero hay sueltos por ahí cinco o seis tipos como él, mejores que él o peores que él que visten esa camiseta con orgullo y no como onerosa penitencia e insultante ejemplo para una grada, la española, necesitada de reconocerse en el campo de la vida.

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