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La consigna de Rajoy a sus huestes ante el parto del 155: “Todos calladitos”

El innegable desconcierto inicial fue rápidamente sustituido por la absoluta unanimidad en el Partido Popular. En el complicado camino, sin embargo, el Presidente hubo de poner la cara.

Reunión del Consejo de Ministros que aprobaba la puesta en marcha del 155.

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La nueva Republica Catalana duró exactamente 4 horas y 59 minutos. A la proclamación siguió el descabezamiento de la Generalitat con Carles Puigdemont al frente, la disolución del Parlament, el control de los Mossos d´Esquadra desde Madrid, la convocatoria exprés de elecciones y hasta la activación del cerco judicial contra los golpistas. Llegó el 155 y ha recaído su despliegue en Mariano Rajoy como garante del poder del Estado.

El día D acaeció tras vivir en la montaña rusa de unas horas en las que Puigdemont protagonizó un confuso ir y venir de convocatorias de comparecencias hasta que acabó de borrar las ilusiones de ofrecer comicios, claro está, a cambio de impunidad. En La Moncloa, donde desde el principio hablaron de “engaño”, constataron la intención del President de ganar tiempo y buscar complicidades. Era una desesperada traca que mantuvo tentado en comprar su principal destinatario: el PSOE. Sin duda, el primer secretario del PSC, Miquel Iceta fue utilizado de forma torticera como mediador y mantuvo colgado del móvil a Pedro Sánchez pero también a Soraya Sáenz de Santamaría.

Los populares contuvieron a duras penas los nervios mientras Mariano Rajoy, una vez más, apuraba al límite los plazos sin emitir señal alguna

Con el anhelo de vislumbrar una salida al laberinto, la portavoz parlamentaria, Margarita Robles, apuntaló públicamente en muchos una luz de esperanza que se iría diluyendo a medida que transcurrieron las horas. “En algún momento, creímos perder a los socialistas para la causa”, confiesa a Esdiario un estrecho colaborador de Rajoy. Nada menos. Esa tesis estuvo abonada ante la petición del PSOE de que el 155 decayese si Carles Puigdemont convocaba motu proprio las urnas dentro de la legalidad. Ello alimentó en la cuenta atrás a la votación del Senado para facultar al Gobierno a restablecer la Constitución en Cataluña un hondo desconcierto en el PP.

Los populares contuvieron a duras penas los nervios ante las idas y venidas de unos y de otros mientras Mariano Rajoy, una vez más, apuraba al límite los plazos sin emitir señal alguna que sirviera de tranquilizante. El jefe del Ejecutivo se dedicó a transmitir una única consigna a su guardia pretoriana: “Calladitos todos y a esperar”. Según confirman distintas fuentes, una amplia red de llamadas se puso en marcha para trasladar “paciencia” al quién es quién del Partido Popular. Respiración contenida en uno de los días más insólitos en la vida política del propio Rajoy que anduvo en contacto con Sánchez. En el caso del líder del PSOE, como incide su entorno, sin necesidad de dar publicidad a cada llamada a diferencia de “otros”, en clara referencia a Albert Rivera.

Finalmente, Puigdemont acabó diluyendo su responsabilidad en el Parlament, para que fuese éste, el que declarase la independencia de Cataluña. Pero el inesperado movimiento de Rajoy de convocar elecciones el 21 de diciembre ha supuesto el quiebro del discurso mantenido por los independentistas hasta el momento. Era el cuento, nada desdeñable, de la España opresora presta a la ocupación de Cataluña. Ahora ese relato ha saltado por los aires. Después de la operación quirúrgica, no exenta de riesgos, será necesario hacer más política.