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Jordi Rosiñol

Cárcel y sollozos

El soberanismo vendió una mentira transformada ahora en pesadilla: los llantos por sufrir las repercusiones de saltarse la ley son la última prueba de su estado de confusión constante.

Parte de los consellers de Puigdemont, en la Audiencia Nacional el juves, horas antes de ingresar en prisión

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A nadie le puede sorprender la respuesta del mundo paralelo del independentismo, y la de sus aliados los “palanganeros” antisistema de diversos tonos morados, ante la aplicación de la ley en el marco del estado de derecho y la separación de poderes.

El relato épico victimista que ha alimentado el nacionalismo en Cataluña durante años, y cuya masa crítica ha inoculado en dosis ingentes de vergonzante sentimentalismo, el veneno que aplicado paradójicamente desde la practicidad sistemática a través de las herramientas que les proporcionó el poder institucional. Así, una parte de la población catalana se alistó ingenua a la legión de seguidores hacia el paraíso prometido, hacia un admirado y envidiado mundo feliz, un estado mental y social digno de la novela de Huxley.

El problema llega en el despertar del sueño inducido, y la cruda realidad muta el enajenado y bobalicón sueño en una pesadilla. Nada era real, ni las empresas han hecho cola para entrar en la nueva nación, ni las que había se han quedado, y el resto de países no sólo no han reconocido a la república golpista de Cataluña, si no que se preguntan ¿Cómo se ha llegado hasta aquí?

Nada era real, ni las empresas han hecho cola para entrar en la nueva nación, ni las que había se han quedado

Ante la implacable acción del Estado de Derecho, que venía avisando por todos los medios de las ilegalidades cometidas, de los requerimientos y sentencias incumplidas. Los dirigentes envueltos en la estelada del odio etnicista, la división social y la ruina económica y, muy lejos de volver al sentido común, empujando y empujados por el rebaño alimentado de falsas esperanzas se tiran al monte definitivamente.

Y ahí empezaron los lloros, lágrimas de la portavoz parlamentaria de Junts Pels Si, por la decisión de la Juez de la Audiencia Nacional Carmen Lamela. Marta Rovira sollozaba tal Scarlett O´Hara prometiendo larga vida al resultado del “Procès”, pero el mismo nació muerto en el parto, llevaba muerto desde que se engendró, y después de un largo y doloroso embarazo, y sin el padre, que no aparece, que se le busca, cobarde anda huido muy lejos del hospital.

A prisión

Con la decisión de prisión cautelar para el exgobierno catalán, se demuestra más que nunca la realidad de la separación de poderes en la ya madura democracia española que, alejada de complejos pasados, aplica la ley sin pensar qué afectación política puede acarrear su decisión, de hecho, los partidos constitucionalistas son los peor parados para los comicios autonómicos del 21 de diciembre tras la decisión Judicial.



Por tanto, en democracia un supuesto mandato del “pueblo” no legitima saltarse la ley y pisotear los derechos del conjunto de la población. Más si cabe cuando se instrumentaliza a una parte de la sociedad y se le utiliza para retener comisiones judiciales, se les arenga megáfono en mano desde lo alto de vehículos policiales previamente destrozados por la “pacifica” revolución de las sonrisas. Ahora se quejan porque les acusan del uso de violencia, negando el uso de ella, no recuerdan el uso consciente de escudos humanos en los colegios el día 1 de octubre durante la ridícula pantomima electoral.

En días previos aseguraron las autoridades autonómicas que los Mossos D´Equadra cumplirían las órdenes judiciales de cierre de los colegios a partir del viernes a las cinco de la tarde, ya sea por ingenuidad o por negligencia los responsables del estado mordieron el anzuelo maquiavélico. El primer síntoma de que algo no iba bien fue alargar el cierre hasta la madrugada del domingo, dejando así a las familias instalarse tranquilamente en los centros tras la llamada a la defensa de los colegios por parte de los mismos que tenían que ordenar su desalojo.

La estrategia del golpismo

Inteligentemente los supuestos delincuentes saben que es posible evitar que la gente entre en un recinto, pero es casi imposible desalojarlos una vez dentro, así el siguiente acto de la farsa fue enviar a la policía autonómica para constatar que no podían hacer nada, y empujar al estado a cometer el segundo error enviando a las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, los agentes de la Guardia Civil y la Policía Nacional usaron proporcionalmente el legítimo uso de la fuerza, pero no pudo evitar las imágenes que el golpismo buscaba.

Sacrificaron a los corderos como escudos humanos, un rebaño que actúa ciegamente acatando sin reflexión alguna las ordenes de los mesías que los guían a la tierra prometida, que en realidad es un barranco de rancio totalitarismo.