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Iglesias debe una explicación a España

Podemos no puede seguir tratando igual al soberanismo y al constitucionalismo. Su obligación es aclarar dónde estará tras el 21D, sin engaños ni terceras vías para disimular y ganar tiempo.

Iglesias y Doménech, el pasado 30 de octubre

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Aunque la dimisión de Albano Dante Fachín como líder de Podemos en Cataluña ha sido técnicamente voluntaria, es evidente que responde al único deseo de adelantarse a su sustitución por decisión de Pablo Iglesias, envuelta en la del conjunto de los militantes de la formación en uno de los habituales 'procesos de participación' inducidos para maquillar decisiones previamente ya adoptadas.

Si el objetivo de Iglesias es evitar la deriva de su partido hacia el secesionismo, representado por un desquiciado Fachín, habrá que convenir que la maniobra de la dirección nacional es correcta y saludable, por mucha contradicción en que se incurra al criticar la aplicación del artículo 155 en Cataluña para reponer la Constitución y el Estatuto de Autonomía y, a la vez, aplicar una medida similar interna.

Es la enésima demostración de que Iglesias y sus máximos colaboradores se envuelven en banderas supuestamente nuevas para, en realidad, actuar como cualquier otro partido: se ve ahora, con la laminación de toda disidencia, y se vio ya desde el primer momento, cuando se apelaba a los célebres Círculos como una nueva forma de hacer política "de abajo a arriba" para, al mismo tiempo, prohibirles luego participar en las Elecciones Autonómicas y Municipales de 2015, a las que tuvieron que concurrir con marcas blancas.

¿Fuera del frente?

En este caso, no obstante, conviene apelar al viejo refrán chino citado por Lao Tsé para concluir que, sea el gato negro o blanco, lo importante es que cace ratones, entendiendo como tal la negativa de Podemos a sumarse a un inquietante frente independentista.

Podemos, con Colau y Doménech, mantienen una cercanía al soberanismo peligrosa que deben aclarar: o con la Constitución o contra ella

Pero si no es así y el secretario general sigue coqueteando con el soberanismo, tal y como lo hace con insólita contumacia su aliada Ada Colau y su hombre de confianza, Xavier Doménech; la salida forzosa de Fachín será una demostración de caciquismo y un indicio peligroso de la estrategia de Podemos en los próximos meses: tomar el control de la formación en Cataluña y hacer guiños a la vez a ERC no sólo es contradictorio, sino también inaceptable.

Una explicación urgente

Porque en un momento así, Podemos no puede seguir alimentando una inexistente tercera vía entre el separatismo y el constitucionalismo, simbolizada en su absurda insistencia en un acuerdo que incluya un referéndum pactado que, simplemente, es un fraude: o bien no se puede hacer, o bien las eventuales consecuencias de esa cesión del Congreso al Parlament no se pueden aplicar. Porque comportan una reforma de la Constitución que requiere del visto bueno de dos tercios de la Cámara Baja, de la convocatoria de Elecciones Generales, de la ratificación del nuevo hemiciclo y finalmente de una consulta nacional. Insistir en esa idea es, en fin, un truco para esconder las verdaderas intenciones de la formación y atraer con engaños a potenciales electores.

Si Fachín es un dirigente indigno de una formación nacional, Iglesias le empeorará si mantiene una equidistancia que, en la práctica, es un balón de oxígeno al soberanismo empobrecedor, maniqueo e ilegal que ha campado a sus anchas hasta ahora. Y si terrible es que disponga de tantos apoyos en Cataluña, el horror será absoluto si el horizonte es que acabe gozando también del respaldo de los 71 diputados que acumulan Podemos y sus distintos aliados regionales en la Cámara de San Jerómino.

Por todo ello, Iglesias tiene la obligación de aclarar a la ciudadanía, sin dilación, a quién apoyará y para qué después del 21D. Si no lo hace, ahí tendremos todos la respuesta: se aliará, de un modo u otro, con quienes han desestabilizado Cataluña y amenazado, como nunca desde 1981, a la propia democracia española.

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